28/04/2024
05:42 AM

Un mundo de miedo y de castigos tras las puertas del internado mexicano

El olor puede ser el menor de los sufrimientos que recuerdan los alrededor de 600 internos.

Zamora, México.

Hasta el colorido patio delantero todo parece normal en el internado mexicano 'La Gran Familia': murales vistosos adornan una cancha de básquet junto a una puerta metálica hasta ahora infranqueable, tras la que se escondía un mundo de horrores relatado por los niños.

Un fétido olor, mezcla de comida podrida, defecaciones y orina, recibe a las personas que entran en este albergue de Zamora (Michoacán, oeste) que el gobierno tomó bajo su control el lunes, ante denuncias de malos tratos y retención forzada de niños.

El olor puede ser el menor de los sufrimientos que recuerdan los alrededor de 600 internos, más de de 400 de ellos menores de edad, que vivían en este prestigioso centro de beneficencia, que durante años recibió donaciones públicas y visitas de altos cargos políticos.

Algunos pequeños habitantes denuncian que la propia dueña y fundadora del internado hace más de 60 años, Rosa del Carmen Verduzco -conocida como 'Mamá Rosa'- y varios trabajadores propinaban golpes y castigos ejemplares de semanas sin comida a los niños que escondían el dinero enviado por sus padres o trataban de escaparse.

Ramón, un adolescente huérfano de 15 años, relata como uno de los peores castigos de 'La Jefa' era 'encerrar a los niños sin comida al Pinocho', el temido cuarto oscuro de menos de dos metros cuadrados que recibía ese nombre por el gran dibujo del niño-marioneta pintado en su pared.

Conocida por su carácter fuerte, sus métodos poco ortodoxos y su hablar tosco, que le llegó a merecer el bautizo de la 'dictadora amorosa' por parte del historiador mexicano Enrique Krauze, los golpes y el trato duro de la octogenaria dueña tenía atemorizados a muchos de los pequeños, que describen un infierno de calamidades silenciado por años dentro de la casa hogar.

- Partos bajo encierro -

'Cuando yo estaba embarazada me mandaban a lavar los baños, me golpeaban. Y hay una compañera que fue abusada por uno de los trabajadores. Aquí hubo mucha injusticia', relata a la AFP Cecilia Vázquez, una joven de la región de Chiapas (sureste) de 19 años, mientras sostiene el bebé nacido entre los muros de este albergue.

Custodiado ahora por decenas de policías y militares, el mugriento patio central del albergue funciona como un basurero de todos los productos vencidos y rotos de la casa, mientras niños de todas las edades corretean, juegan a fútbol y hasta se animan haciendo sonar los instrumentos musicales que aprendieron a tocar en la casa.

Separados por sexos, niños y niñas dormían en cuartos colectivos de sucias literas distribuidos en un par de plantas y acabados con barrotes de hierro, impedidos de tener celulares para comunicarse con sus familiares, que solían tener las visitas restringidas cada cuatro meses.

En la habitación de 'Mamá Rosa', ahora patas arriba por el operativo, películas en VHS como la 'Bella Durmiente', huchas con las que anualmente se hacían colectas por el pueblo y medicamentos caducados se combinan con diplomas a la institución como el que le dio el gobierno español.

'¿Cómo les trataba 'Mama Rosa?', pregunta a los niños el agente de la fiscalía encargado de la visita guiada a los periodistas. '¡Mal!', se escucha al unísono como respuesta.

- La cara y cruz de 'Mamá Rosa' -

También hay niñas como Teresita del Niño Jesús Verduzco -el apellido de la directora impuesto en el albergue entre los huérfanos y los recién nacidos- que prácticamente no saben ni cómo es el exterior, más allá de la decena de salidas que ha podido hacer por el país con una banda musical formada en el centro.

'Yo no se nada de afuera, pero quisiera salir porque yo quiero aprender más de la vida y se que puedo salir adelante ahí estudiando', explica con la cara regada de lágrimas Teresita, una linda adolescente de ojos rasgados cuya mamá sordomuda la tuvo hace 16 años en el albergue y nunca se atrevió a escapar por posibles represalias.

Para los que lograban huir de ese recinto hermético y eran después localizados, el castigo era un jarabe de palo ejemplar.

Por denuncias de algunos menores, peritos están incluso excavando un terreno aledaño al albergue en busca de cadáveres, dijo el agente de la fiscalía.

Con todo, también hay internos que defienden a ultranza a la directora. Sandra, una humilde señora de 43 años que fue abandonada cuando era bebé en la puerta de una panadería en la Ciudad de México y que lleva 27 en el albergue, dice estar eternamente agradecida a 'Mamá Rosa' porque le 'dio la vida'.

'Mamá Rosa me dio lo que la madre que me engendró nunca hizo y sin ella no tengo donde ir, ni familia ni nada', asegura.