“Urgimos a todos los floridanos a que tengan siete días de comida, medicinas y agua. Este puede ser un evento de varios días que golpeará lentamente todo el estado”, dijo ayer en conferencia de prensa el gobernador de Florida, Ron DeSantis.
Y es que Dorian se convirtió ayer en un huracán de categoría 4, cuando soplaba en el Atlántico con vientos de 185 Km/hora en su avance hacia las Bahamas y el sureste de Florida, donde golpeará la semana próxima como una tormenta “extremadamente peligrosa”.
El primer ministro de Bahamas, Hubert Minnis, advirtió a los residentes de este archipiélago del Atlántico que estarán bajo “el huracán poderoso y potencialmente mortal” y que deben desalojar el área.
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elementos moviliza entre ayer viernes y hoy la Guardia Nacional de Florida. Los modelos de trayectoria prevén que toque tierra a la altura del condado de Palm Beach.
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El poderoso ciclón además se mueve en dirección noroeste y lo hace cada vez más lento, a de 10 millas por hora (17 km), lo que le permite organizarse mejor y ganar aún más potencia.
El presidente Donald Trump canceló un viaje que tenía previsto a Polonia y escribió en su cuenta de Twitter que “será un huracán muy grande, ¡tal vez uno de los más grandes!”.
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Georgia -otro estado vecino a Florida que podría estar en la ruta del huracán- también fue declarada en emergencia por su gobernador, Brian Kemp.
La tienda de suministros de construcción Home Depot se estaba quedando sin tablones de madera, que son utilizados por los residentes para tapar las ventanas ante la llegada de un huracán.
Una vez toque tierra en Florida, el cono de trayectoria de NHC apunta que Dorian podría dirigirse hacia el norte del estado a través del interior de la península.
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Los condados pusieron a disposición centros de distribución de sacos de arena, para colocar en las puertas en las zonas inundables, y ya se veían largas colas para comprar provisiones en los supermercados.
En Miami, los estantes de agua y de comida enlatada en los supermercados estaban comenzando a quedarse vacíos y el ambiente era un poco frenético.
“Nunca se sabe”, comentó Magdalena Gómez, de 57 años. “Te estresan y después capaz que no pasa nada, pero yo soy muy obediente. Si me dicen que vaya a comprar agua, yo voy, yo compro todo”, enfatizó.
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