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Orteguismo se apodera de una Nicaragua sumergida en tensa calma

  • 30 septiembre 2018 /

La pareja formada por Daniel Ortega y Rosario Murillo han logrado sostenerse en el poder tras la crisis que explotó el 18 de abril. Las marchas opositoras disminuyen y las oficialistas crecen.

    Managua.

    “Nicaragua es una bomba de tiempo y puede pasar cualquier cosa”. Luis sabe que su país vaga errático en una calma tensa. Es un ambiente donde la rutina parece seguir su curso normal salvo porque todos miran por el rabillo del ojo. Y ahí ven cómo las calles han cambiado de bando: están teñidas por los colores rojo y negro del Frente Sandinista de Liberación Nacional. La tensión entre la “oposición” y el Gobierno ha cambiado desde el inicio de la crisis sociopolítica el pasado mes de abril, pero la brecha sigue estando ahí.

    Hace apenas tres meses, las banderas azul y blancas tenían tomada Nicaragua. Detrás de cada barricada se oían unos clamores que exigían un país libre de esa “dictadura” que los había silenciado por años. Estaban dispuestos a todo. Pero el paso del tiempo y la represión ha cambiado la forma de luchar.

    Las manifestaciones de los autoconvocados -los azul y blanco- son cada vez más escasas. Y los fanáticos del presidente nicaragüense, Daniel Ortega, han aprovechado para apoderarse de las calles con marchas que son una fiesta musical multitudinaria.

    El viernes, la Policía declaró ilegales las protestas contra el presidente Daniel Ortega.
    Y casi cada día salen a “rotondear”. Los simpatizantes del mandatario, entre ellos, empleados públicos y miembros de la Juventud Sandinista, se colocan en las rotondas de la capital a ondear sus banderas y a cantar sus canciones revolucionarias de apoyo a Ortega.

    En las mismas en las que anuncian sus marchas la oposición. Como ayer, que tenían previsto reunirse en el barrio Iván Montenegro. Pero centenares de personas afines al Gobierno fueron convocadas ahí y ondeaban sus banderas custodiados por centenares de agentes de la Policía Nacional y antimotines.

    Centenares de camionetas grandes -tipo Hilux, como las que antes atacaban los barrios atrincherados con tranques (bloqueos)- están aparcadas en los lados de la carretera. Los policías vigilan los grupos dispersos de gente que apoya al presidente. Se colocan en cada esquina. En cada rotonda.

    Muchos, como Luis, piden cambiar la estrategia. Para él, un hombre que maneja su taxi mirando por el retrovisor a cada minuto, es necesario un paro “general” que dure al menos 10 días. Uno que “acabe de tumbar a Daniel”.