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Ayudan a jóvenes a sanar quemaduras del alma

  • 07 julio 2012 /

Chicas que sobrevivieron a fatales incendios que les desfiguraron sus rostros y cuerpos, se reúnen en Los Ángeles para darse apoyo.

La habitación resuena con crueles apodos que han perseguido a estas adolescentes por años: cangrejo crujiente, tostada quemada, piel de serpiente, hija de Freddy Kruegger, mutante, cara cortada.

Por primera vez, son las propias víctimas de quemaduras quienes los gritan.

El ejercicio es emocionalmente doloroso pero también empoderante para estas chicas, que llegaron de todas partes del mundo para asistir a Angel Faces (Rostros de Ángel), un retiro anual al este de Los Ángeles.

Algunas se lastimaron siendo bebés, otras llegan apenas unos meses después de un devastador accidente. Algunas chicas perdieron un padre o un hermano en el desastre que las dejó lisiadas.

El programa utiliza consejería de grupo, juegos de rol y terapia de arte para curar las heridas emocionales y enseñar estrategias para enfrentar el acoso, las miradas y las preguntas indagatorias.

El lado más suave del retiro impulsa la imagen corporal con masajes, faciales, peinados, maquillados hechos por cosmetólogos profesionales, quienes enseñan a las chicas cómo usar maquillajes especiales para minimizar sus cicatrices.

Para la participante Angela Brady, el daño físico y emocional es profundo. La joven de 18 años de Rockford, Illinois sufrió graves quemaduras a los tres meses de edad cuando su hermano prendió fuego a las cortinas mientras su madre se hallaba inconsciente tras una sobredosis de droga.

Una chica menuda se esconde detrás de los mechones de una larga peluca de color castaño que sustituye a su cabello. Rehuye del maquillaje que podría redibujar sus cejas ausentes.
Una telaraña de grueso tejido cicatricial le cruza la parte superior de su cara.

Ángela ha tenido más de 60 cirugías reconstructivas, incluyendo una en la que se usaron una de sus costillas para reemplazar hueso en su frente. Lesia Cartelli, fundador de Angel Faces ofrece el programa de una semana de duración a grupos de 24 niñas una vez al año.

Se debe completar una solicitud de 14 páginas y dan un aporte para completar los 3,500 dólares que cuesta traer a cada joven al retiro en Corona, a una hora de Los Ángeles.

Los participantes pueden asistir durante un máximo de tres años. Muchas se han integrado a apoyar como voluntarios en los 20 años del centro.