La primavera pasada, la asistente de biblioteca, Fiona Presley, notó una reina abejorro a sus pies mientras cultivaba un huerto en su jardín.
Fiona se inclinó, tomó al abejorro, le dio un poco de agua azucarada y lo dejó afuera. Al revisar el lugar unas horas más tarde, el insecto no se había movido, por lo que decidió ayudarlo y lo llevó adentro de su casa.
Luego se puso en contacto con la conservación del abejorro en Escocia y descubrió que el insecto probablemente tenía un virus que causaba problemas en el desarrollo del ala, por lo que sus probabilidades de supervivencia en la naturaleza eran escasas.
Fiona se apiadó de él y decidió ayudar al abejorro al que llamó 'Bee'. Le construyó un pequeño jardín aislado y protegido para que el insecto pudiera vivir, incluso le fabricó una pequeña casita de madera para que tuviese un rincón en el que cobijarse.
Poco a poco Bee comenzó a recuperarse y Presley seguía llevándole agua azucarada. La mujer quiso ir más allá y probó a tomar al animal en sus manos. Lejos de inquietarse, las caricias parecían agradarle y su relación se estrechó considerablemente.
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Bee comenzó a pasar más tiempo en el interior de la casa y a compartir más experiencias con Fiona, pero luego de cinco meses de ser recatada la abeja se quedó dormida en la mano de Presley.
El insecto tuvo una vida feliz y más larga de lo habitual en esta especie. Desde que Bee murió, Fiona no ha dejado de compartir en Facebook los momentos que vivió con su amigo.
