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Humberstone, una miniciudad abandonada

  • 01 diciembre 2012 /

Ahora la demanda en esta zona chilena es por el cobre.

La fiebre por las materias primas ha dejado sus huellas en América Latina, como la exoficina salitrera de Humberstone, una pequeña ciudad ícono del auge de la explotación salitrera que hoy yace abandonada en medio del desierto chileno, donde la demanda ahora es de cobre.

Humberstone, a unos 1,900 km al norte de Santiago, es uno de los atractivos turísticos más importantes del norte de Chile. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2005, muestra en detalle cómo vivieron a finales del siglo XIX y comienzos de siglo XX unos 3,700 trabajadores y sus familias bajo la dureza del desierto de Atacama, el más árido del mundo.

En medio de la nada, se levantaron en Humberstone una iglesia, un teatro, una escuela, un hospital y hasta una inmensa piscina, como reflejo de la extinta ‘fiebre del salitre’, utilizado para la fabricación de explosivos y fertilización agrícola hasta que surgió el sustituto artificial, que acabó paulatinamente con su explotación.

Hoy, todo luce abandonado y resquebrajado por el inclemente sol del desierto chileno, aunque el grueso de la oficina “se conserva como única en el mundo”, explicó Georgina Pastene, administradora del ahora museo.
Casas de solteros y casados

Todavía aquí se distinguen las viviendas del ingeniero a cargo y del médico, con una austera camilla y una máquina de escribir en su escritorio, y también las casas de los obreros, con suelo de tierra y techo de calamina, separadas entre las de los casados con familia y las de los solteros, donde no podían entrar mujeres ni niños. El silencio que reina entre las casas vacías se interrumpe por el chirriar de puertas y ventanas bajo la fuerza del viento vespertino de la pampa, que arrastra el polvo del desierto, instalado en cada rincón de la fallida ciudad.

“El 70% de trabajadores se dedicaban directamente a la extracción del caliche, que vendían a carretadas. Era un trabajo muy duro, que intentaban hacer de noche o a primera hora de la mañana para evitar el sol del desierto, pero eran los que ganaban más también”, explica Sergio González, sociólogo e historiador del salitre. María Moscoso nació y vivió su infancia en Humberstone. “Mi padre no tenía un trabajo tan esforzado, era mecánico, pero los que llegaron a trabajar a las calicheras -yacimientos de salitre- eran analfabetos y tenían un trabajo de fuerza bruta, muy duro”, agregó. Decenas de pistolas de alambre fabricadas por los hijos de los obreros, para recrear las peleas de las películas de vaqueros que se exhibían en el teatro de madera se pueden ver aún aquí, tal como algunas pelotas de género o carritos hechos con latas de sardina con las que jugaban los niños de esa época, como Moscoso. A través de un ferrocarril, que la conectaba con el vecino puerto de Iquique, Humberstone se abastecía de todo tipo de cosas importadas que luego eran vendidas en la pulpería o mercado instalado al interior de la salitrera, junto al horno de pan y la fábrica de hielo. “Las salitreras crearon una cultura urbana en medio del desierto”, dice González. “No era un mundo ideal, hubo masacres obreras, pero también se produjo una emancipación cultural muy fuerte, conocieron el teatro, los libros, las huelgas, la organización obrera... Preferían la pampa a ser campesinos en el sur”, asegura. En su período de máximo esplendor, miles de bolivianos, peruanos, argentinos y chilenos llegaron a las oficinas salitreras levantadas en el norte chileno, que a partir de la explotación del salitre cambió su fisonomía. En la llamada ‘Guerra del Pacífico’, que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia, entre 1879 y 1883, Chile anexó a su territorio regiones que antes eran de Perú y Bolivia, que además perdió su acceso al mar, en una disputa que se arrastra hasta hoy, sin que ambos países tengan relaciones diplomáticas formales.

Pero detrás del aparente esplendor, se escondía la extrema precariedad con la que los obreros debían extraer el mineral, y un sueldo pagado en su mayor parte con fichas para comprar productos a la propia compañía.

El nacimiento de las relaciones entre empresarios y obreros dieron pie, según historiadores, al inicio en Chile de los movimientos sociales contrarios al modelo de producción capitalista.