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"El Triángulo Maldito: 'Prefiero emigrar que morir en mi país'"

  • 13 junio 2017 /

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El Triángulo Norte de Centroamérica es 'uno de los lugares más violentos del mundo', según AI. Seis millones de personas han huido de Honduras, El Salvador y Guatemala.

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Ciudad de Panamá.

Cientos de miles de personas cruzan Centroamérica cada año con la esperanza de entrar en Estados Unidos, en su mayoría migrantes que huyen de la violencia y la pobreza en el Triángulo Norte y, más recientemente, llegados de otros continentes y zonas en conflicto como Siria o Eritrea.

Con apenas el 7,2 por ciento de la población mundial, el Caribe, Centroamérica y América del Norte albergan casi el 25 % de todos los migrantes del mundo y experimentan flujos migratorios únicos, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Seis millones de ellos han huido de los tres pequeños países del Triángulo Norte: El Salvador, Honduras y Guatemala.

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Al menos seis millones de centroamericanos han emigrado de sus países de origen en los últimos años.


En su último informe anual, Amnistía Internacional (AI) describió el Triángulo como 'uno de los lugares más violentos del mundo; allí se mataba a más personas que en la mayoría de las zonas de conflicto del planeta (...) La vida cotidiana de muchas personas se vio ensombrecida por la acción de las bandas delictivas'.

La actividad de las pandillas 'se incrementó junto con la llegada de miembros de bandas expulsados desde EUA y con la influencia de los cárteles de la droga en la región', explicó AI en su análisis 'Hogar dulce hogar'.

La extrema violencia resultó en más de 15.000 asesinatos en 2016.

Las tasas de homicidios de El Salvador, Honduras y Guatemala fueron de 108, 63,8 y 35 muertos por cada 100.000 habitantes, respectivamente, según datos oficiales de 2015. En EUA, uno de los países con más armas en manos de civiles del mundo, el índice fue del 4,4 en 2014.

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Foto: La Prensa

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Los hondureños, guatemaltecos y salvadoreños huyen de sus países por la violencia y la pobreza.


El pago del dinero de la extorsión, sustento de las 'maras' (pandillas), representa el 3 por ciento del PIB de El Salvador, pero el dato roza el 16 % si se suma lo que los salvadoreños gastan en seguridad y lo que pierden de ingresos porque la violencia les impide trabajar.

Cada año, la extorsión alcanza los 390 millones de dólares en El Salvador, los 200 millones en Honduras y los 61 millones en Guatemala, según cifras de la Fuerza Nacional Antiextorsión hondureña.

'Asesinato, secuestros, amenazas, extorsión, violencia sexual y desapariciones forzosas: estas son las realidades de (zonas de) guerra y conflictos que los pueblos de esta región de Centroamérica también tienen que afrontar', dijo en mayo el jefe de la misión de Médicos Sin Fronteras (MSF) en México, Bertrand Rossier.

En el último ejercicio de Barack Obama en EUA, el Congreso otorgó a los Gobiernos del Triángulo 750 millones de dólares para que frenaran la 'migración irregular'.

Asilo y deportaciones

En todo el mundo, las peticiones de refugio de salvadoreños, hondureños y guatemaltecos crecieron un 597 % entre 2010 y 2015, lo que demuestra, según AI, un 'cambio muy real en los motivos para migrar', que ya no son tanto económicos como de huida de la violencia en sociedades sin ley.

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) calcula que México recibirá 20.000 solicitudes de asilo adicionales en 2017, cifra que 'es una clara indicación de que México ya no es sólo un país de tránsito sino también de destino para los refugiados'.

Las expulsiones masivas desde EUA y México obviaron los 'abrumadores indicios de que muchos solicitantes de asilo corrían peligro de sufrir violencia extrema en caso de no obtenerlo. Al ser devueltas, muchas personas regresaban a las situaciones de peligro mortal de las que habían huido', denunció AI.

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Es el caso de Juan, un hondureño que en 2014 se vio obligado a huir después de sobrevivir a dos disparos de las 'maras', que ya habían matado a uno de sus hermanos.

Juan llegó hasta California, en EUA, 'pero allá me agarraron los gringos y me deportaron' en 2015. Desde entonces, ha intentado establecerse en Tapachula (Chiapas, México), donde ya tiene esposa e hijo pequeño, pero ha sido cinco veces retornado.

En Honduras 'no hay oportunidades de trabajo, las pandillas me agobian (...) por eso decidí mejor irme otra vez para allá a Chiapas', dijo a Efe antes de emprender su nuevo viaje a pie hacia el norte. 'Prefiero emigrar mejor que morir en mi país', aseguró.

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