26/04/2024
11:57 AM

Riesgo de contagio

San Pedro Sula, Honduras.

Esta semana los anglicanos han vuelto a ser noticia. Por un lado, han aprobado la ordenación de mujeres obispo (no sé si llamarlas “obispas” u “obispesas”) en la Iglesia de Inglaterra.

En otras comunidades pertenecientes a la familia anglicana, como la episcopaliana de Estados Unidos, ya existen desde hace tiempo. Han sido varios los representantes católicos que han alzado su voz recordando que todo esto perjudica al diálogo ecuménico. Como si eso les importara de verdad algo.

Por si eso fuera poco, vencida ya toda resistencia interna sobre las “obispas”, los anglicanos han empezado una nueva batalla hacia la identificación plena de su “Iglesia” -por llamarla de alguna manera- con lo políticamente correcto. Dos destacados líderes de esa comunidad -uno de ellos, el anterior presidente de todos los anglicanos, y el otro el prestigioso obispo sudafricano Desmond Tutú- han abogado abiertamente por la aceptación de la eutanasia.

Es fácil de prever que habrá resistencias internas, aunque estas serán cada vez menores, pues los que podrían calificarse de “conservadores” dentro de esa comunidad hace tiempo que se fueron o se sometieron. Más bien pronto que tarde, en algunas naciones los anglicanos aprobarán la eutanasia y luego se aceptará para el conjunto del anglicanismo. No soy profeta, pero estoy seguro de que será eso lo que suceda.

Lo que no sé es qué vendrá después, pues ya han aceptado el aborto y lo único que les quedaba era la eutanasia. Quizá la emprendan contra el propio Cristo, habida cuenta de que más de la mitad de su clero femenino ni cree en la divinidad de Jesús ni en la resurrección del Señor.

La deriva anglicana puede tener para nosotros, los católicos, un efecto positivo, en el sentido de que podemos decir: si cedemos a la presión liberal-progresista, terminaremos como los anglicanos: muy aplaudidos por los medios de comunicación pero con los templos vacíos. A la vista de lo que está sucediendo con la cuestión de la comunión de los divorciados vueltos a casar, tenemos una muestra de por dónde van las cosas.

Por doquier se reclama abiertamente que la Iglesia debe “modernizarse”, “ponerse al día”, y con ello lo que se está pidiendo es que entre de lleno en la senda anglicana y acepte con la mayor rapidez posible todo lo que ya otras comunidades eclesiales han aceptado. El riesgo de contagio, pues, es auténtico. Y ante esto, sólo nos cabe aumentar las “vitaminas”: más oración, más penitencia, y seguir confiando en que el Señor no permitirá que su Iglesia sea destruida o se autodestruya.