No dejaré que nadie ni nada me turbe, inquiete o incomode. En cambio, presentaré mi mejor sonrisa; miraré a todos por igual con amor, tal como lo hace el Padre; escucharé con atención a los que me hablen; usaré palabras optimistas y oportunas, haré felices a los demás... Pero antes que nada buscaré la quietud y la soledad para escucharte, Jesús divino, y encontrar en Ti la fuente de mi sabiduría.
¿Por qué corremos todos los días? ¿Adónde vamos tan aprisa? ¿Qué buscamos? ¿Es que queremos más cosas, poder, fama y amor para alcanzar la felicidad? ¿Es que estamos en la dirección equivocada?
¿Qué nos llena y realiza realmente? ¿Tendremos más valor porque logramos hacer más cosas o porque ganamos más dinero?
En la época actual, el hombre-prisa es señal característica del corre-corre en que vivimos. Debemos hacer muchas cosas en poco tiempo. No importa el presente; hay que atesorar para el futuro. Por lo general, a todos nos falta tiempo para realizar más cosas. No nos conformamos con lo que tenemos o con lo que hacemos.
El trabajo nos esclaviza y también los deberes y actividades sociales. Y por eso, dejamos de disfrutar los acontecimientos bellos gratuitos de la vida.
No nos comparemos a la computadora, la cual a pesar de ejecutar grandes trabajos en corto tiempo y d
e suministrar datos eficientes, no tiene más valor que la persona que la maneja y programa.Si usted debe hacer muchas cosas, por favor estudie y de prioridad a las más importantes. No se preocupe si no puede terminarlas todas; Dios así lo quiere. Él no nos juzgará por el montón de cosas que hicimos sino por nuestra disponibilidad y deseo de cumplir.
No busquemos la felicidad en cosas materiales. Encontremos la felicidad en nosotros mismos, en el entorno que nos rodea y en el amor a Dios y al prójimo.
En vez de tantas actividades, el hombre debe cultivar sus valores reales: inteligencia, creatividad, libertad, amor, buen humor, proyección social, alegría... No podemos ser felices solo con el resultado de trabajar y trabajar. Detengámonos y saboreamos el momento presente; contemplemos la creación; miremos más allá de los sentidos y meditemos sobre el propósito de nuestra vida.
La prisa excesiva es el producto de cuatro sentimientos arraigados en la niñez y en la inseguridad personal: ansiedad, enojo, temor y culpa. No dejemos que nos dominen.
Hoy seré la persona más feliz de la tierra. Planearé mis actividades... no tendré prisa... Tomaré la mano de mi Señor y caminaré a Su lado... Viviré despacio pero plenamente... ¿Es usted feliz? ¿Quiere ser feliz realmente? Entonces tome su tiempo y viva plenamente.
