26/04/2024
04:26 PM

El constructor sin manos, un hondureño ejemplo de coraje

Rufino López estuvo ocho horas sin ser atendido en el hospital luego de haber perdido ambas manos tras ser atacado a machetazos por su medio hermano.

Santa Cruz de Yojoa, Honduras

A los doce días de haber salido del hospital Mario Rivas de San Pedro Sula con sus brazos amputados, Rufino López estaba de nuevo trabajando como maestro constructor en el sector de Peña Blanca, Santa Cruz de Yojoa.

Nunca perdió el entusiasmo de trabajar que ha mantenido desde los tiempos de su niñez cuando acompañaba a su padre a limpiar los frijolares en la aldea de Santa Fe donde actualmente sigue viviendo.

Por la mañana asistía a la escuela con sus dos hermanos y por la tarde ayudaba a su padre quien además cultivaba maíz, hortalizas y café en una fértil propiedad de esta aldea de Santa Cruz, colindante con el departamento de Santa Bárbara.

Aunque sus brazos se forjaron manejando el machete y el azadón, a los 17 años que decidió su futuro cambió estas herramientas por los fierros de la carpintería y la albañilería para hacerse constructor.

Una compañía de San Pedro Sula que llegó a la zona a construir edificios para el Instituto Hondureño del Café lo puso a prueba y salió adelante.

Ahora, pese a que ya no tiene los brazos con los que se abrió paso en la vida, sigue siendo uno de los más reconocidos constructores desde Santa Fe hasta El Jaral, una zona donde la mayoría de habitantes se dedica a cultivar las tierras humedecidas por la cercanía del lago de Yojoa.

Por algún tiempo anduvo también trabajando en San Pedro Sula y Tegucigalpa, mezclando sus habilidades de carpintero, albañil y fontanero en la construcción de viviendas. Fue a dar hasta México buscando mejorar la condición económica de su familia, pero siempre volvía a su comunidad.

Partió buscando cruzar el Río Bravo, pero no pasó del Estado de Chiapas porque los patrones que le salían en el trayecto, lo convencían de que tenía mucha inteligencia para ir a desperdiciarla al otro lado.

Nunca fue detenido por Migración porque a los policías mexicanos les ayudaba a resolver sus problemas de plomería en sus casas.

Sin gota de sangre

El percance que sufrió en su aldea un primero de enero, no cambió su mente pues sigue trabajando con la misma dedicación de sus años mozos aunque ya no pueda empuñar el martillo ni la cuchara para repellar.

Estaba en la casa de un medio hermano cuando este, en estado de ebriedad lo atacó con un machete, después de una discusión sin importancia, recordó Rufino sin mostrar el más mínimo rencor por su agresor.

Cuando fue atendido en el hospital Mario Rivas después de haber sido cercenado en sus dos manos y recibido tres heridas más en otras partes del cuerpo, ya no tenía sangre, pero su corazón no dejó de latir.

Ni siquiera tenía sangre para que le hicieran la prueba de laboratorio que se necesita en estos casos para las transfusiones. Cuando uno de los médicos logró sacarle por fin una gota de la espalda dijo: ‘con este poquito nos vamos’ y lo metió al quirófano.

Rufino nunca perdió el conocimiento, recuerda desde el momento en que cayó al suelo sin sus manos, hasta que le pusieron la anestesia para operarlo después de estar ocho horas en una camilla sin ser atendido porque los médicos no se daban abasto con tantos heridos de Año Nuevo.

Está seguro que Dios le dio una oportunidad de vivir porque nadie creía que subsistiera sin tanta sangre perdida.

De eso hace apenas 26 meses y sin embargo, parece que ha vivido con su impedimento toda la vida pues ni siquiera ha dejado de manejar su vehículo particular.

Para abrirlo le adaptó un llamador de cuerda a la puerta, que hala con su muñón, y en vez de la llave del arranque usa una argolla que retuerce para encender el motor, usando lo que le quedó de su antebrazo derecho. Hasta le cambia las llantas cuando se le poncha alguna, comenta.

“Este es ahora mi machete”, dice mientras se sube al carro tipo turismo en el que se transporta para hacer las compras de los materiales de construcción y supervisar las obras que realiza con la ayuda de su hijo mayor a quien llama su mano derecha.

La mayoría de sus clientes son personas que residen en Estados Unidos quienes le han confiado la construcción de las casas en las que esperan vivir cuando regresen del norte.

Sirve de ejemplo

Una de sus mayores satisfacciones es servir de estímulo a otras personas que han sufrido accidentes más leves que el suyo y sin embargo, muchas veces reniegan de su situación.

Recordó el caso de un amigo que no quería seguir viviendo porque había perdido una pierna, pero cuando Rufino le inyectó ánimo y deseos de vivir, aquel hombre empezó a cambiar de actitud.

‘Tengo que verlo más seguido a usted para que me hable más de su vida’, le pidió el amigo entusiasmado tras recibir su dosis de optimismo de parte del constructor.

Las viviendas construidas por Rufino López sobresalen en la tranquilidad del lugar como testigos silenciosos del coraje de este vecino quien sustituyó la fuerza de sus brazos por las que les da su fe y los deseos de salir adelante.