Tegucigalpa, Honduras.
Con mucha consternación los padres del niño Gabriel Antonio Pérez Martínez (de 10 años) retiraron el mediodía de ayer el cadáver de la morgue del Ministerio Público para trasladarlo a su natal Nandasmo, Masaya, Nicaragua, de donde llegó a Tegucigalpa para vender alcitrones.
El pasado sábado el niño desapareció del parque central de la capital y su cadáver fue encontrado estrangulado la mañana del domingo al final de la sexta calle de Comayaguela, a la orilla del Río Choluteca.
“Nunca me imaginé que le iba a pasar esto a mi muchachito”, fueron las primeras palabras que doña María Mercedes Martínez, expresó ayer al llegar a Medicina Forense, donde la esperaban para retirar los restos mortales de su niño. “Con gusto mío se vino él niño con su papá para acá a Honduras”, dijo María. La inconsolable madre pidió entre lágrimas y la voz entrecortada que los responsables paguen por haberse ensañado de esa manera contra su hijo.
“Para mí es duro esto, él era un niño, no tenían por qué haberle hecho eso”, decía mientras se tomaba el cabello con sus manos.
El capítulo más desgarrador se vivió al ver por primera vez el cuerpo de su hijo adentro del ataúd blanco. “No te voy a volver a ver mi muchachito”, gritaba la señora.
Los Pérez Martínez toda la vida se ha dedicado a la venta de artesanías y comestibles en pequeña escala y viajaban desde su aldea hasta Honduras para ganarse la vida.
Con mucha consternación los padres del niño Gabriel Antonio Pérez Martínez (de 10 años) retiraron el mediodía de ayer el cadáver de la morgue del Ministerio Público para trasladarlo a su natal Nandasmo, Masaya, Nicaragua, de donde llegó a Tegucigalpa para vender alcitrones.
El pasado sábado el niño desapareció del parque central de la capital y su cadáver fue encontrado estrangulado la mañana del domingo al final de la sexta calle de Comayaguela, a la orilla del Río Choluteca.
“Nunca me imaginé que le iba a pasar esto a mi muchachito”, fueron las primeras palabras que doña María Mercedes Martínez, expresó ayer al llegar a Medicina Forense, donde la esperaban para retirar los restos mortales de su niño. “Con gusto mío se vino él niño con su papá para acá a Honduras”, dijo María. La inconsolable madre pidió entre lágrimas y la voz entrecortada que los responsables paguen por haberse ensañado de esa manera contra su hijo.
“Para mí es duro esto, él era un niño, no tenían por qué haberle hecho eso”, decía mientras se tomaba el cabello con sus manos.
El capítulo más desgarrador se vivió al ver por primera vez el cuerpo de su hijo adentro del ataúd blanco. “No te voy a volver a ver mi muchachito”, gritaba la señora.
Los Pérez Martínez toda la vida se ha dedicado a la venta de artesanías y comestibles en pequeña escala y viajaban desde su aldea hasta Honduras para ganarse la vida.
