San Pedro Sula, Honduras
La quinta vez que se disponía a pedir limosna sus lágrimas rodaron y se propuso no hacerlo más. El cubano Ismael Cala es ahora un reconocido periodista que visita San Pedro Sula para promover su primer libro “El poder de escuchar”.
El periodista de CNN se trasladó ayer a la sala de Redacción de Diario LA PRENSA en Honduras como parte de su agenda en la que además de promover su libro apoya a la Fundación Ruth Paz.
Cala estará hoy a las 7:00 pm en la Universidad Tecnológica de Honduras (UTH).
-¿Cómo lo han recibido los hondureños?
No puede ser mejor, fenomenal. Después de que Honduras era el único país que no conocía de Centroamérica, habiendo regresado a varios en múltiples ocasiones, ahora en mes y medio he venido dos veces.
-¿Ha cambiado su percepción sobre San Pedro Sula?
He estado unas pocas horas en la ciudad, siendo transportado de un lugar a otro, y no he podido convivir, conversar con la gente. Pero sí me ha cambiado porque a veces uno vive con el estereotipo de los titulares que más frecuentan las noticias y lamentablemente son negativos, tienen que ver con la inseguridad y el crimen y esa no es la imagen de la mayoría de los hondureños. Mi presencia aquí es para decirle a la gente que no hay que creerse del todo lo que se repite porque lamentablemente no damos demasiadas buenas noticias, damos muchas malas noticias.
-¿Qué es el poder de escuchar?
En los últimos tres años haciendo este programa de televisión en CNN he tenido que aprender a escuchar mejor. Uno no logra hacer una conversación si no la ve como un diálogo auténtico e interesado en querer aprender. Veo la mesa de mi programa como si fuera la sala de mi casa y si traigo invitados es porque tengo algo que escuchar de ellos y aprender. En los últimos dos años, antes de sacar “El poder de escuchar”, mi primer libro, me di a la tarea de investigar sobre otros libros de psicología y cómo nuestro cerebro está preparado para procesar la escucha.
Aprendiendo a escuchar mejor vamos a ser plenos en nuestra capacidad de evolucionar. El cerebro es como un disco duro y si no se limpia, se van introduciendo virus.
-Su niñez fue marcada por cosas fuertes. ¿Cómo fueron sus primeros años de vida?
Me marcó el entorno donde crecí, en un país particular, que es Cuba. Crecí gobernado por una única ideología, la del Estado. En el ambiente familiar hubo eventos que me marcaron. Vengo de una familia donde a los cuatro años mi abuelo murió y se me ocultó. Él se ahorcó, se suicidó. Crecí con ese retrato muy nublado de la cara de mi abuelo. A los 19 años, mi tía, la hermana de mi padre, se quitó la vida de la misma manera. Entonces empecé como a los 12 años a analizar qué hay con mi familia. Mi papá, que fue un ingeniero químico brillante, se inhabilitó, dejó de trabajar, y era que sufría de esquizofrenia y no le fue diagnosticado a tiempo. Alguien me contó que mi papá a los 21 años también intentó suicidarse, pero él no tenía el brazo izquierdo, lo había perdido cuando tenía ocho años. Gracias a eso no tuvo éxito quitándose la vida. Me tocó de niño empezar a estudiar porque sentía que tenía una identidad problemática, frágil y con una autoestima que no era saludable.
-Empezó a los ocho años su profesión. ¿Cómo fue?
La radio se convirtió en mi medicina. Creo que con todos esos asuntos familiares me refugié en la radio. Todos los sábados iba a la estación. Tuve una maestra que me empezó a sembrar la semilla de vocación de ser un comunicador. Empecé actuando y narrando programas dramáticos para niños. Adaptaciones de cuentos como “El Principito” o “El patito feo”. Todas las semanas anticipaba el momento de que llegara el sábado y fue mi mejor juguete, la radio.
-Era una figura reconocida en el periodismo cubano y decidió irse del país. ¿Cómo lo hizo?
Dije una mentirita piadosa porque yo no dominaba el inglés. Si decía que lo dominaba, porque era el requisito que me habían preguntado para ir a un país de habla inglesa que era Canadá, si decía la verdad, me quedaba y desde los 20 años dije “quiero explorar el mundo”.
-¿A qué le teme?
Mucho tiempo le temí a perder el control de mi mente, pero esa desventaja y el miedo me llevaron a crear herramientas y recursos que hoy siento que mi mente es un jardín donde florecen las flores más exquisitas del mundo. Mi hermanos sufren esquizofrenia y por eso mañana (hoy) en la conferencia comparto esa filosofía de vida de empoderamiento mental. Podemos vivir en un lugar donde no haya mucha riqueza, falten dinero y recursos, pero mientras la pobreza no eche raíz en nuestra mente, estamos a salvo.
-¿Cómo vuelve al periodismo?
No perdiendo el foco. Siempre supe que los trabajos que asumía de manera digna eran para ir resolviendo económicamente mi camino a una misión de restablecer mi carrera. Pedí un préstamo al Gobierno, estudié tres años Comunicación Social, animé un cabaret y todo porque sabía que eran pasos a la meta. A los dos años de estar en Toronto tuve mi primera oportunidad de ir a una audición en un canal de televisión, la gané y a partir de ahí la historia fue mucho más fácil porque me reencontré con lo que siempre había sabido hacer: el periodismo.
-¿Cómo se puede destacar en el periodismo?
Saber que somos fiscalizadores de la verdad, ser fieles a entender que no hay objetividad, pero sí se puede crear noticia de balance editorial. Me defino como comunicador, siento que hay periodistas mejores que yo.
-¿Está casado o tiene novia?
No he estado casado. No sé cómo definir mi estatus. Es de convivencia, armonía, una relación interesante, no quiero romperla. Si algo funciona bien, ya me he dado cuenta en la vida de que si tratas de forzar ciertos cambios, las cosas se pueden estropear.