03/12/2025
04:02 PM

El majestuoso mundo silvestre de Cuero y salado

La zona forestal es un encanto silvestre con las puertas abiertas para los hondureños.

Una aventura. Así resulta un viaje de 24 horas en el refugio de vida silvestre Cuero y Salado ubicado a 191 kilómetros de San Pedro Sula. No hay nada que envidiarles a los grandes países de América del Sur cuando en Honduras, la belleza forestal y silvestre es realmente exquisita y sorprendente.

Estrellas de Hollywood como Michael Douglas y su esposa Catherine Zeta-Jones han sido huéspedes de Cuero y Salado.

El clima tropical hace sintonía perfecta con la enorme vegetación de la zona que comprende unas 37,225 hectáreas de terreno protegido desde 1987 cuando fue nombrado oficialmente refugio por las autoridades nacionales tras ser presentada la propuesta al Congreso Nacional un año antes.
El sitio es escenario perfecto para que cualquier persona realice una expedición o día de campo con su familia o amigos; incluso, para investigaciones de vida silvestre, tal como, en la ocasión de nuestra visita, lo realizaron estudiantes de la carrera de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah).

La aventura comienza en la comunidad de La Unión, El Porvenir, en Atlántida, muy cerca de la ciudad de La Ceiba. Allí un pequeño tren, que es lo único que queda del Ferrocarril Nacional,
traslada a todos los que buscan una comunión con la naturaleza.


Este pequeño medio de transporte nos llevó 9.5 kilómetros en línea vertical hacia el paraíso de Cuero y Salado. El tren tiene dos vagones con capacidad para 40 personas, embellecida con pintura de aceite y flores hechas con botellas recicladas.
En temporadas altas, como diciembre, los viajeros utilizan el vagón del motorista para no quedarse esperándolo de nuevo, pues solo viajan tres a cuatro veces durante el día y el viaje dura unos 35 minutos. El precio del viaje cuesta 200 lempiras ida y regreso; quien llega tarde debe pagar 100 lempiras de recargo.

Durante ese tiempo, la vista es impresionante. El verde de la vegetación predomina en el entorno y vuelve el clima fresco a pesar que estar a 35 grados. También se puede observar el ganado de las fincas aledañas y algunas casas donde confeccionan instrumentos y artesanías garífunas.

Carlos Martínez, conductor y coordinador de los viajes, nos compartió que el trencito funciona ininterrumpidamente desde 2001. Luego de varios minutos escuchando el vaivén del hierro oxidado en los rieles obsoletos, una casa de palma da la bienvenida al destino:
la comunidad de Salado Barra, donde comienza el recorrido de todo el refugio.

Al bajarse del diminuto medio de transporte, el visitante se impacta por el hermoso río salado. En este hermoso afluente habita el manatí o león marino que está en peligro de extinción tras la caza ilegal.

El refugio está dirigido por el ingeniero forestal Anuar Romero que lleva cuatro años y medio
promoviendo y realizando investigaciones en la zona.

Él es el encargado de mostrarle a los turistas todos los encantos y misterios del refugio y desde antes de realizar el recorrido en tren, Romero ya atiende y guía a los visitantes.

Nos instalaron en el ecoalbergue. Una casona de madera con ventanas de tela metálica rodeado de árboles e insectos de todas las especies. A pesar del calor y la humedad, las cabañas son un refrescante lugar para descansar.

Los universitarios se instalaron en sus propias tiendas de campaña luchando contra las miles de especies de zancudos y jejenes.

A las seis de la tarde, el administrador reúne a todos los visitantes, en este caso a los futuros biólogos, para la breve explicación del lugar donde visitan, los avances y los problemas que en la actualidad amenazan el territorio.

Los primeros habitantes de Salado Barra colocaron ese nombre al lugar porque el majestuoso río que se encuentra allí no es completamente dulce debido a su unión con el mar que está a dos kilómetros de la comunidad. Con el tiempo, la caza de manatíes provocó que los cueros de este flotaran en dicho río, por lo que a la comunidad ubicada a 10 kilometros de Salado le bautizaron con el nombre de Cuero. Después de media hora de exposición, el anochecer abrió paso a la imponente noche silenciosa, solo alumbrada con la multitudinaria exhibición de estrellas en el cielo y en el bosque por el innumerable desfile de luces auspiciadas por las luciérnagas.

Fácilmente se puede realizar un recorrido nocturno si hay focos recargables. Eso hicimos con los universitarios a las 7:30 de la noche. Entre las sorpresas a esas horas, están encontrar serpientes ciegas y cocodrilos que salen a cazar así como las bujajas, que son pájaros de hábito nocturno.

Los cangrejos también son sorprendidos saliendo de sus cuevas en la orilla de las playas de Salado.
“En la noche nos sale más fácil conseguir insectos”, dijo una joven bióloga que llevaba un foco en su cabeza. Antes de dormir, prendieron una fogata para mitigar a los insectos y deleitarse con el oleaje casi musical.

Vida salvaje

Sin lugar a dudas, la parte más extrema y emocionante de la estadía es el recorrido en lancha por todo el humedal compuesto por el río Salado y el bosque que le rodea. Desde las ocho de la mañana, los guías que trabajan en el refugio ofrecen un recorrido con dos a tres horas de duración por más de seis kilómetros de agua y bosque, atravesando los canales que posee y disfrutando de toda la diversidad animal y vegetal que casi siempre solo vemos por televisión.

Erick Herrera, nuestro guía, experto en aves, mostró todos los rincones del humedal donde pudimos tener un encuentro cercano con varias de las 19 especies de aves que residen en el refugio, entre las que destacan el ibis blanco, paloma mareña, perico, halcón, torrejas, bujajas, cigüeña americana y gavilán pesquero.


En los canales del río, donde los árboles de un extremo a otro se conectan formando un techo que obstruye la luz, se pueden escuchar fuertes gruñidos que fácilmente podrían confundirse con caninos, pero se trata del mamífero más común de la zona: el mono aullador. Su piel completamente negra y su reducido tamaño le permite tener una agilidad para moverse en árboles y conseguir las semillas que necesita para alimentarse.

Más adentro en el canal de las bujajas, encontramos a uno de los reptiles más temidos. El cocodrilo. El guía que nos acompañó tuvo que ayudarnos a verlo pues su contextura se camuflajeaba con las hojas secas y el suelo fangoso donde estaba descansando.


Luego de dos horas de recorrido, el calor empezaba a deshidratarnos pero el viaje había terminado. Terminamos exhaustos, el cansancio había llegado y era necesario beber agua.
Finalmente, los manglares que rodean la playa de cuero y salado terminan de engalanar el refugio.

La conservación de este tipo de ecosistema y los animales como iguanas, venado cola blanca y manatí son la ardua tarea de las autoridades. Después de degustar de un delicioso pescado hecho en Salado, es hora de regresar, a las 2 de la tarde el trencito está esperándonos a nosotros y los estudiantes de biología para regresar a casa.

Cuero y Salado es una maravilla, un lugar que nos alienta a creer y cuidar nuestros recursos naturales y saber promoverlos. La gente, su flora y su fauna nos invitan a disfrutarla.