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Sanguinarios zetas, tormento de los ilegales

  • 12 abril 2010 /

Ellos están en todas partes, en los aeropuertos,aduanas, puertos, el campo y ciudades. Imponen violencia y miedo. Son el terror de los migrantes.

La investigación

La falta de oportunidades en Honduras sigue obligando a una buena parte de la población a buscar futuro más allá de las fronteras, en un camino que siempre estuvo cargado de humillaciones y peligros.

Pero la presencia de un nuevo actor en ese drama ha extremado el riesgo para estos hondureños que ahora deben enfrentarse a un grupo sanguinario que se dedica al secuestro y extorsión de estos inmigrantes que son abusados por comandos.

Un equipo de la Unidad de Investigación de LA PRENSA consiguió entrar en ese mundo controlado por verdaderos demonios. Y el resultado es esta serie de cinco entregas con dramáticos relatos, estadísticas y espectaculares gráficas.

El trayecto para llegar a Estados Unidos siempre ha sido doloroso para el ilegal centroamericano que va por la ruta popular y más barata, la que cruza México. Y si ya era riesgosa, ahora esa travesía se ha vuelto una ruleta rusa desde que hay reportes de secuestros, extorsiones y abusos contra los inmigrantes por bandas bien organizadas que pertenecen al cártel de Los Zetas.

El año pasado, la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México reportó el secuestro de diez mil centroamericanos, el 67 por ciento de ellos de origen hondureño. Los peligros de la ruta incluyen una amplia red que involucra a agentes de migración que desde las fronteras en Honduras y Guatemala se vuelven banderas para alertar a estos grupos que secuestran a los ilegales.

Los migrantes son raptados por Zetas, quienes unidos a Los Zetitas (“polleros” y pandilleros de la Mara Salvatrucha), hacen que el camino para llegar a Estados Unidos sea tortuoso.

Desde Agua Caliente, frontera entre Honduras y Guatemala, se inicia el calvario. Los propios inmigrantes han acusado a autoridades policiales y de Migración de identificarlos ante los delincuentes cuando saben que van rumbo a Estados Unidos.

El equipo de LA PRENSA que realizó el recorrido captó el sufrimiento y la humillación al que se exponen los centroamericanos que son blanco de Los Zetas que siembran el terror desde Guatemala hasta la frontera norte con México.

El 3 de diciembre pasado, tres hondureños llegaron severamente golpeados a la Casa del Migrante en Ixtepec, estado mexicano de Oaxaca.

Ellos escaparon de una casa de seguridad en la que sujetos que dijeron pertenecer a Los Zetas los mantuvieron secuestrados. Como éstos, miles de hondureños viven los vejámenes a los que son sometidos si los familiares no pagan el rescate que los captores exigen; otros no tienen más remedio que unirse a la organización criminal y por ello el número de hondureños dentro de Los Zetas va en aumento.

Los secuestros

“Aquí los que mandan son Los Zetas, tienen a un centenar de migrantes centroamericanos encerrados”, dijo un hondureño varado en México. Le pedimos detalles del lugar, pero su rostro se transformó por el miedo y respondió: “hablar de eso es la muerte”.

Los Zetas son sinónimo de terror. Los inmigrantes saben que su mayor reto es evitar el secuestro.

A diario, por la vía del tren en México, se cuentan grupos de migrantes que se unen en el trayecto y van contando sus historias de horror y buscando la forma de evitar a Los Zetas.

Marlen, de 29 años, Carmen, 25, y Miguel Antonio, 23, los tres hondureños, caminaron por la vía del tren. Pasaron “La Arrocera”, en Arriaga, que es la zona donde Los Zetitas asaltan a los migrantes, violan a las mujeres e identifican a las presas que en los puntos siguientes del recorrido quedan cautivos en las casas de seguridad. Los tres jóvenes lograron cruzar este punto sin novedades; sin embargo, cuando llegaron a Coatzacoalcos en el estado de Veracruz, su historia cambió. Al bajar del ferrocarril una banda de polleros los enganchó prometiéndoles cruzarlos por la frontera.

Pero cayeron y fueron torturados. Su cautiverio fue una pesadilla hasta que llamaron a sus familiares en Estados Unidos y les pidieron dinero. Marlen cuenta que una tía suya residente en Los Ángeles tuvo que pagar tres mil dólares. “Mi tía tuvo que pagar, no había de otra, si no me hubieran matado. Me violaron, esa gente no tiene sentimientos, son unos animales...

Frente a nosotros mataron a mucha gente porque no pagaban o porque querían huir. Yo me regreso a Honduras y no voy a volver, irse de mojado es un verdadero peligro”, relató Marlen.

El año pasado, el Ejército mexicano liberó a más de 550 secuestrados. La mayoría de los casos quedaron en la impunidad
Carmen, otra víctima, cuenta que cuando iban en camino cruzaron puntos de revisión y retenes militares sin ningún problema, pero que estando en Coatzacoalcos fueron entregados a un grupo de hombres que los subieron a dos carros Mercedes Benz y los llevaron a una casa lujosa.

“No podíamos hacer nada, estábamos en manos de Los Zetas y ellos mandan. Cuando llegamos a la casa había unos cien centroamericanos. Uno de los muchachos ya no tenía un dedo de su mano porque se lo arrancaron, su familia no pagaba y lo torturaban.

Yo logré que mi familia, en Atlántida, mandara los dólares, pero mientras tanto tuve que ayudar a cocinar, de lo contrario me mataban”, dijo la mujer.

Cuando Los Zetas se preparaban a trasladar a los migrantes a Piedras Negras, en el norte del estado de Coahuila, los tres hondureños salieron de la casa en un descuido de sus captores y se escondieron en una vivienda cercana. Los vecinos los ayudaron y lograron llegar hasta la Casa del Migrante Belén. “Fue difícil huir porque Miguel estaba herido de los tablazos que le pegaban Los Zetas, pero no lo podíamos abandonar, y arrastrándose llegó. Lo curamos, pero no le pudimos quitar el terror”.

“Nunca vamos a olvidar cuando nos dijeron que eran de Los Zetas... nos preocupa porque dos de ellos llevaban el uniforme del Instituto Nacional de Migración. Todos son cómplices, ellos saben quiénes pasan, cuántas veces y si el grupo de mojados que va son presa fácil, lo saben todo y están a las órdenes de Los Zetas. Lo peor es saber que muchos Zetas ahora son hondureños”, declaró Carmen.

Los Zetas se llevan a los migrantes a los ranchos escondidos en la selva o casas de seguridad y los obligan a desnudarse. Les quitan todas sus pertenencias, los golpean con tablas de madera, violan masivamente a las mujeres y después exigen el rescate.

Cada migrante debe llamar a su familia y pedir desde trescientos a dos mil dólares por persona. Quien no quiere llamar a su familia o quien no tiene dinero para pagar es asesinado frente al grupo de la manera más atroz: a machetazos, mutilando su cuerpo miembro por miembro o quemado vivo. Las mujeres bonitas son vendidas por tres mil dólares y no se vuelve a saber de ellas. Los Zetas son el infierno de los migrantes. Los Zetas dominan todo.