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Regresó de EUA a hacer su sueño hondureño

  • 28 septiembre 2018 /

Su espíritu aventurero y los aguijonazos de la pobreza lo orillaron a emigrar, pero su oportunidad estaba aquí.

    San Pedro Sula, Honduras

    Con solo 40 dólares en sus bolsillos y una maleta de ropa, regresó Osman Crisanto de Estados Unidos, en donde hizo de todo por mejorar su situación económica, sin poder lograrlo.

    $6,000
    Cobran algunos coyotes que operan en la frontera de Guatemala y México por llevar a un indocumentado a los Estados Unidos, comentó William Guzmán, otro hondureño que también vivió la aventura

    Ahora que tiene un próspero negocio de sastrería en San Pedro Sula se da cuenta que la oportunidad que buscaba en la nación del norte, la tenía en su propio país. Aquí también se casó y tiene tres hijos.

    Ya tenía conocimientos sobre cómo hacer prendas de vestir, cuando a los 16 años emprendió su primer viaje de mojado con la ilusión con la que se van muchos hondureños.

    Seis años estuvo esa vez en Estados Unidos, gastando en francachelas lo poco que ganaba. Como ya conocía la ruta de los ilegales, al volver a Honduras se dedicó a trasladar a amigos suyos a Estados Unidos, pero solo llegaba a San Antonio, Texas y se regresaba.

    Así estuvo yendo y viniendo, pero en una de esas se quedó a trabajar en una empresa de carpintería rústica, haciendo cielos falsos y andamios. Cierta vez que viajaba de polizón, de Laredo a San Antonio, en un vagón que transportaba vehículos, fue detectado por los perros -policía y luego fue deportado.

    “Solo estuve dos meses en Honduras y me volví a ir, llegué a ganar hasta 800 dólares a la semana, pero todo lo gastaba en comprar ropa y zapatos caros porque quería vivir una vida al estilo americano. Ni siquiera me preocupé por conseguir mi residencia”, relató.

    Una de las razones que lo impulsaron a buscar el llamado sueño americano, es que vivió una infancia de pobreza en el sector de El Playón. “El sueldo que ganaba mi madre como obrera de una fábrica de camisas apenas ajustaba para sostenernos a nosotros, que éramos cuatro hermanos. Mi padre se fue para Estados Unidos y no volvimos a saber de él”.

    Vivió en EUA cuando no había tantas trabas

    Osman contribuía al sostenimiento de la familia trabajando como ayudante en un taller de enderezado y pintura cuando no asistía a la escuela. “Me pagaban 12 lempiras a la semana, dos eran para mí y diez para mi mamá”.

    También aprendió a hacer pantalones y ropa de mujer, pero no creyó que de esto podía vivir, así que mejor decidió irse de mojado. Así como se fue, así regresó a los 28 años de edad, pues se vino de jalón con un amigo que trae carros de los Estados Unidos. “Vine directo a trabajar en la costura, sin la práctica que tenía antes, pero poco a poco me fui adaptando. Estuve trabajando en varias sastrerías hasta que finalmente puse mi propio taller hace cinco años”, manifestó.

    Confecciona en máquinas industriales, no solo ropa para caballeros, sino también vestidos para mujer y hace reparaciones de prendas, con la ayuda de su prima Daysi. Ya no piensa en irse de mojado, sino más bien en ensanchar su negocio fabricando ropa para las grandes tiendas de la ciudad.