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'Me arriesgué porque quiero un mejor futuro para mis hijos”

  • 14 julio 2014 /

En una pequeña cama del albergue Jesús, el Buen Pastor, en Tapachula, México, descansa Heidy Hernández, una hondureña que dio a luz hace ocho días.

Tapachula, México

En una pequeña cama del albergue Jesús, el Buen Pastor, en Tapachula, México, descansa Heidy Hernández, una hondureña que dio a luz hace ocho días. Abandonó su natal Tegucigalpa con ocho meses de embarazo.

Ver especial multimedia: Niños hondureños en la frontera de EUA

En dos pequeñas mochilas llevó lo más necesario para el viaje. Algunos alimentos para su otro hijo de ochos años, quien también vive la pesadilla de ser migrante.

La comida y dos botellas de agua fueron insuficientes pasa saciar la sed de los dos, porque fueron 15 días los que tardaron para llegar México.

“Fue muy duro, pero tenía que ser fuerte para que mi hijo no tuviera miedo. En algún momento pensé que podía parir en el camino, pero sé que la gente es buena y no me iba a dejar morir”, relató con cansancio por el reciente parto.

El recién nacido dormía a su lado ajeno a lo que le depare el futuro. Su madre dijo que le regalaron ropa para que no aguantara frío, ya que en la noche la temperatura baja y no quiere que el bebé se enferme porque en el albergue tienen un botiquín para lo necesario, pero no están preparados para atender la emergencia de un recién nacido.

Cerca de Heidy, juega Eduardo, su otro hijo de ocho años, que no disimulaba la alegría por la llegada de su hermanito. Hernández dijo que decidió arriesgarse porque su objetivo era que el bebé naciera en México para lograr conseguir papeles y según ella, de esa forma es más fácil legalizarse en Estados Unidos.

“Por un tiempo trabajaré en México. Es mejor vivir aquí que en Honduras. Allá no se puede trabajar por los delincuentes y los niños tienen menos oportunidades de educación”, relató la hondureña.

Al igual que Heidy, muchas madres arriesgan sus vidas y las de sus hijos con el fin de ganar más dinero y tener un mejor futuro, pero la mayoría son deportadas y regresan con sus sueños destrozados y frustradas por las múltiples tragedias que viven al recorrer las rutas de los migrantes.

“Soy madre soltera y solo recibía el apoyo de mis padres. No me arrepiento de haber traído a mis hijos, me hubiera arrepentido de haberlos dejado y no tenerlos a mi lado”, agregó Hernández.

El pequeño Eduardo Hernández, mientras observaba a su madre y a la vez acariciaba la pierna de su hermanito, se atrevió a contar que en su escuela los compañeritos lo molestaban y se burlaban de él cuando les decía que viajaría a Estados Unidos.

“Yo les prometí a mis compañeros que me vendría con mi mamá para México y al año ya viviríamos mejor. Mis abuelitos me extrañan mucho en Honduras y yo algunas veces me pongo triste porque quiero volver a mi casa”, expresó el menor.

Según las autoridades de la Secretaría de Educación, actualmente en Honduras hay más de dos mil niños que abandonaron los centros educativos por emigrar a otros países, por lo que el Gobierno aprobó que los niños deportados sean reintegrados de inmediato a sus estudios.

“Cuando sea grande tendré una vida buena, porque voy a ganar dólares que son mucho dinero para comprarme una casa y muchos regalos para mi hermanito, yo escuché que la gente que se va, manda dinero para sus familias”, manifestó Hernández.

En el albergue Jesús, el Buen Pastor, la mayor parte de los migrantes son enfermos, madres con niños pequeños y otros que por accidentes en la “Bestia” han sido amputados y tienen que permanecer varios meses en el lugar para su recuperación.