28/04/2024
12:28 PM

Matrimonio por años ha cortado el pelo de sampedranos

San Pedro Sula, Honduras.

A los 18 años hizo su primera peluqueada y 58 años después, don Luis Dubón continúa manejando con mucha habilidad las tijeras y la navaja al frente de su barbería en la que le hace segunda su esposa María de Los Ángeles Valeriano. Ella dice con orgullo que fue la primera mujer en trabajar como barbera en San Pedro Sula; y don Luis, con 76 años de edad, se considera el peluquero más veterano de la ciudad.

Por sus manos han pasado ilustres cabezas, como las de reconocidos militares y prestigiados médicos, muchos de ellos ya fallecidos, lo mismo personas humildes que le han confiado por años su cabellera y su barba.

Don Luis enumera una larga lista de personalidades que han sido sus clientes, entre las que menciona al teniente coronel Armando Calidonio, padre del actual alcalde municipal.

Foto: La Prensa

Como la barbería es unisex, Ángela se encarga de las damas que llegan de vez en cuando, a menos que estas prefieran al barbero.
“Casi todo El Merendón viene también aquí a cortarse el pelo”, manifiesta el dueño de la Barbería Centroamericana en el barrio el centro desde 1963.

Siendo adolescente se vino de Antigua Ocotepeque, adonde hizo de todo para sostener a la familia al morir su padre. “De diez años quedé solo con mi mamá y me hice cargo del hogar porque yo era el único varón”, comenta. Cortaba leña para la venta, lustraba zapatos o ayudaba a su mamá a vender carne, por eso solo fue dos meses a la escuela; sin embargo, “aprendí a leer, no sé cómo”.

Foto: La Prensa

En los años 80 ya don Luis usaba máquinas eléctricas como se aprecia en esta gráfica del recuerdo.
Tuvo su primer trabajo como barbero en la desaparecida barbería Valencia. Luego pasó a El Pueblo cuando estaba frente al antiguo mercado Central de San Pedro Sula.

Un tío le dio trabajo allí, pero a los seis años lo echó porque el muchacho logró ahorrar para hacer su casita y él creía que la había hecho con dinero sustraído del negocio. Fue entonces que alquiló el local adonde todavía funciona su barbería. “Mandé a hacer milpas a El Negrito, Yoro, y con el dinero que gané puse mi negocio”. Ya estando allí conoció a Ángela, como llama a su esposa y compañera de oficio. “Vino buscándome y me asaltó”, dice bromeando, pero la verdad es que se conocieron en la colonia Suyapa, adonde ambos vivían.

Después que se casaron, ella se hizo estilista y puso su salón de belleza, pero ante la escasez de buenos barberos se fue a ayudarle a su esposo.

Foto: La Prensa



Se complementan muy bien, cada uno tiene su cartera de clientes. Don Luis le corta el cabello a Ángela, al estilo medio hongo, pero él se lo corta así mismo. Como el vendabal del tiempo lo dejó calvo, “solo me rasuro los guardafangos con la navaja”, vuelve a bromear.

Ya no usa las viejas fajas de cuero curtido para asentar las navajas, porque estas ahora tienen hojas desechables. Solo la cristalina piedra de alumbre ha quedado de aquellos tiempos para aliviar la piel irritada de los hombres después de una afeitada. Un masaje con vibrador eléctrico completa el tratamiento que hacen a sus clientes, para que salgan “como nuevecitos”.

Foto: La Prensa