30/04/2024
06:51 PM

Lleva 60 años vistiendo al Nazareno con las más bellas túnicas

A sus 90 años, doña Esperanza de Mejía sigue confeccionando la túnica de la imagen.

No recuerda exactamente cuándo confeccionó la primera túnica para vestir al Nazareno en Semana Santa; pero calcula que fue allá por 1950 que comenzó su paciente labor, la cual hasta la fecha no ha interrumpido.

A sus 90 años, la memoria ha comenzado a fallarle a la profesora Esperanza Cardona de Mejía, mas no el pulso para tejer con suma delicadeza los finos brocados que lucirá el Viernes Santos la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno en su recorrido por las calles de Comayagua.

Culpa a un derrame cerebral de haberle paralizado algunas de sus funciones motrices, pero agradece a Dios que la mano derecha que nececita para tejer no se le ha adormecido.

Como si de un acto de magia se tratara, doña Esperanza saca y vuelve a sacar vestiduras de todos los estilos y colores que guarda en un antiguo baúl de madera, para mostrar solo parte de la obra que ha realizado como Mayordoma del Nazareno.

Cada Semana Santa hace una vestidura distinta para la venerada imagen que permanece encerrada todo el año en el antiguo templo de San Francisco, el cual abre sus puertas solamente el Viernes Santo porque a solo tres cuadras se encuentra la catedral en la que se congrega la mayoría de los fieles de la antañona ciudad.

Para doña Esperanza, vestir al Nazareno es un acto de devoción que la fortalece espiritualmente sobre todo porque se trata de una imagen tan real que parece viviente. “Es toda tallada en madera, pero tan real que hasta las venas se le notan porque le dieron el color exacto de la piel”, dice la mujer de cabellera bendecida por el tiempo.

Una mirada humana

A través del cristal de su nicho enmarcado con motivos barrocos, El Nazareno parece seguir con su mirada misericordiosa a quienes visitan el antiquísimo templo construido en 1574, en el que permanece enclaustrado.

Doña Esperanza se fue acostumbrando con el tiempo a aquella mirada patética que al principio le causaba un místico temor mientras lo cubría con sus vestiduras preciosas en la soledad del templo, un día antes del viacrucis.

Cuenta la leyenda que el Cristo perdió sus ojos originales en el pasado por causas que se desconocen y que una monja moribunda decidió darle los suyos. A ello se debe que su mirada parezca tan humana, comentó la modista por vocación.

Perlas y telas finas

De tres a cuatro meses tarda la modista en terminar la túnica hecha casi totalmente a mano con telas preciosas que cada año una de sus hijas le manda de Estados Unidos. “Yo solamente le indico los colores y los adornos que necesito”.

Otras de sus hijas que viven en Comayagua le echan una mano cuando la ven atareada en la costura de aquellas prendas que confecciona por pura devoción. “Al principio lo hacía por negocio, ahora lo hago como una recompensa a los pedimentos que una le hace al Señor”, manifiesta doña Esperanza, quien costura desde que estudiaba magisterio.
“En aquellos tiempos nuestros padres nos daban solo para el estudio, por eso buscaba yo la forma de sufragar mis gastos personales con la costura”, dice.

Sentada en un sillón de la casa adonde hace nueve décadas nació muestra las telas que ya comenzó a trabajar. Este año las vestiduras del Señor representarán el Rosario de la Misericordia, cada año tienen una alegoría diferente, explica.

“Se va a ver bien lindo, tal vez se lo bordo con puras perlas”, agrega imaginando cómo quedará la prenda mientras ve las piezas cortadas que sostiene en sus manos añosas, pero firmes todavía .

Aunque no estudió costura en instituciones académicas, hace su trabajo como la mejor profesional. Ella misma hace los diseños, primero los dibuja en el papel y luego hace las plantillas, según explica su hija María Lizetha García, quien es jueza de Comayagua.

Una vez que la imagen está lista para lucir sus galas, es sacada de la iglesia en 60 juveniles hombros, pues solamente las andas en que va de pie con su cruz pesan más de una tonelada, dice Cristian Reyes, uno de los jóvenes que integran la cofradía de la iglesia.

Entonces, la profesora Esperanza se convierte en una devota más que entre cánticos y música sacra sigue la procesión. Ella comenta que mientras las fuerzas no la abandonen seguirá siendo la modista del Nazareno; pero que si ello llegara a ocurrir, dejará el legado a sus hijas.