El verano es el mejor tiempo para Denis; no por el calor, sino por que en el invierno debe abandonar junto a su familia la casa donde vive porque las olas la acechan con mayor fuerza.
Él vive en una hacinada franja costera donde parece que el mar quiere borrarla en La Ceiba, departamento de Atlántida, en el Caribe de Honduras.
Desde que se construyó el rompeolas en la zona viva de La Ceiba, a mediados de los ochenta, el mar borró las playas cercanas hacia el oeste, y se ha empecinado en hacer lo mismo con las orillas aglomeradas de casas en los barrios Inglés, El Higüerito, y el popular “New York”, una franja compartida entre ambos asentamientos, y con una reputación que vigila permanentemente la Policía.
“Amo el verano, porque vivo tranquilo”, expresa Denis Guerrero, uno de los más de 30 afectados por el mar, y quien debe abandonar junto a su familia la casa, cuando las olas superan el techo.
“Tenemos que tener las maletas listas para salir corriendo”, comenta, mientras ayuda a recoger las piedras que personal municipal deja donde levantan un muro de gaviones.
El mar se devora las casas
Denis ha visto como las olas le han destruido su vivienda, “pero gracias a Dios y a las personas de buen corazón la he vuelto a levantar”, dice con un acento resignado.
“Este es un problema de años y cada vez el mar se adentra a nuestras casas”, expresó Jorge Romero, presidente del patronato de esta zona afectada.
“Después que se construyó en los años 80, el rompeolas, las playas desaparecieron y el mar empezó a darnos problemas”, recuerda el dirigente. Desde entonces, aquí ha sido una batalla con el mar; en sus orillas predomina un paisaje desolador.
“Muchas casas han sido destruidas, algunas las vuelven a construir. Ya que sus dueños no tienen a donde ir”, lamentó Romero.
Son unas 30 viviendas las que son afectadas por el fuerte oleaje en la época de lluvias.
“Estamos construyendo unos 120 metros de un muro de gaviones, como paliativo para proteger esta zona”, informó Luis Mejía, del departamento de Ingeniería de la Municipalidad de La Ceiba.
Esta obra es por mientras se construyen espigones, “que darán una mayor protección y ayudan a retener la arena”, adelantó Mejía.
Este proyecto es caro, pero es la única forma de garantizar la tranquilidad a los vecinos de New York, Inglés y El Higüerito. Cada espigón está valorado entre 2 a 2.5 millones de lempiras, dependiendo de la profundidad de la zona.
Por el calentamiento global en Honduras
Tomando la experiencia de otros proyectos privados en la Zona Viva, donde se ha logrado recuperar varios tramos de playa, son dos los espigones que se construirán esta parte.
“La idea es construir una batería de espigones para proteger la colonia Miramar y otros sectores”, mencionó el ingeniero municipal.
El calentamiento global ha causado en parte este problema, que no es propio de La Ceiba, otras regiones del Caribe hondureño también sufren erosión costera.
