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La Campa, un oasis de paz en occidente de Honduras

  • 14 enero 2017 /

La Campa huele a arcilla y a pinares.

Lempira, Honduras

A 16 kilómetros de la ciudad de Gracias, Lempira, se encuentra un pueblo donde el olor a barro fresco amasado por mujeres lencas se mezcla con el frescor de los pinares que lo rodean. Lo llaman La Campa porque este era el sitio que usaban antaño los salvadoreños para acampar cuando se dirigían a pie hacia Gracias, explica el nativo Olman García.

La actividad de los pobladores gira alrededor de la alfarería que venden fuera y dentro de sus linderos. Un monumento a este patrimonio es la escultura, frente al palacio municipal, de un indígena cargando un morral en su espalda con artesanía que lleva a vender a Gracias. Las alfareras de esta comunidad no necesitan tornos para darle forma a la gran cantidad de artesanías que elaboran con arcilla, desde un silbato hasta un imponente jarrón.

Su templo en honor a San Matías es considerado uno de los 30 monumentos nacionales de Honduras por su estilo barroco que data de la época colonial. Del 22 al 24 de febrero se celebra su feria patronal con coloridos eventos como el encuentro de comunidades con sus respectivos santos, conocido como Guancasco. El baile del garrobo, representado en otra de las esculturas del parque central, es una de sus tradiciones festivas.

El tradicionalismo de La Campa se conjuga con un entretenimiento moderno que atrae a otro segmento del turismo. Se trata del canopy más alto y largo de Centroamérica que permite cruzar de una montaña a otra de forma segura. El recorrido comienza en la entrada del poblado y finaliza justamente detrás del templo católico.

Foto: La Prensa

Su templo en honor a San Matías es considerado uno de los 30 monumentos nacionales de Honduras.

Foto: La Prensa

Nueve aldeas conforman este municipio, donde el turismo y la caficultura son sus fuentes de ingresos.

Foto: La Prensa

El recorrido comienza en la entrada del poblado y finaliza justamente detrás del templo católico.