01/05/2024
12:17 PM

El hondureño es un plato apetecible para la delincuencia organizada

El padre Alejandro Solalinde está de regreso en el albergue de Ixtepec.

Desde el albergue de migrantes que dirige, el padre Hondureñas esclavas en México

-¿Cuántos logran llegar y cuántos cree que mueren?

Es una respuesta imposible de dar. Porque muchísima gente desaparece. No sabemos dónde están. Hay bastantes que sabemos que murieron y están enterrados en toda la ruta de Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Tamaulipas, Coahuila.

Hemos encontrado fosas de migrantes. Cada vez que avanzamos nos van diciendo los panteoneros dónde hay una fosa de migrantes clandestina en los panteones. “No sabemos ni quiénes son”, nos dicen. Los entierran y no se sabe quiénes son por lo mismo: son centroamericanos. Es imposible decir cuántos desaparecidos, secuestrados, en trata hay en este momento.

Es una verdadera tragedia. Por eso creo que debería hacerse algo.

-¿El papel del Presidente debe ser importante para entender los problemas?

Si le dolieran sus hermanos, pero a la clase política solo le interesa el poder y el dinero. Yo le diría a Pepe Lobo que sacara lo mejor que tenga en su corazón. Estoy seguro de que tiene cosas buenas. Que pudiera dolerle su país, que tratara no de cuidar sus intereses, sino de juntarse con los hombres y mujeres de buena voluntad, ricos y pobres de todas las Iglesias y que juntara voluntades para tener bases humanas. Obviamente hay que responder al desafío de las maras no con cárcel, sino con un proceso de educación y trabajo. En eso puede ayudarle la Iglesia Católica. No se podrá cambiar nada y la migración seguirá aumentando si no se hace un plan de desarrollo regional con México y Estados Unidos.

-¿Cuántas veces lo han amenazado?

Ya perdí la cuenta. La verdad es que podemos decir que he llevado la vida amenazada, pero me ha ayudado mucho la vida de Jesús porque es un hombre que vivió toda su vida y ministerio en conflicto, pero nadie le reprochó ni le robó su alegría ni le robaron lo más importante, que son Dios y la gente.

-Usted ha girado instrucciones si algo le sucede. ¿Qué disposiciones les ha dado a sus voluntarios?

Me gustaría mucho, como un deseo humano, que mis restos se quedaran aquí donde están los migrantes para que se acuerden de que, vivo o muerto, estoy con ellos.
Pero lo dejo todo legalmente a nombre de los voluntarios, de manera que no necesiten de mí ni una firma, pero si me matan o me asesinan, dejaré de hacer lo mío, pero nunca van a impedir la acción de Dios: esa no la pueden parar y qué bueno. Ayudo a Dios, no Dios me ayuda a mí. Estoy sirviéndole a él y lo ayudo el tiempo que se me permita, pero, si no, él lo va a seguir haciendo.

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