28/04/2024
06:39 AM

Don Raúl Acosta: 'Enterré a 125 muertos por el sida”

La figura de don Raúl Acosta Amaya es familiar entre los feligreses que todos los años asisten a las celebraciones católicas de Semana Santa.

Cuando monseñor Ángel Garachana visitó a don Raúl Acosta Amaya en su casa del barrio Suyapa y vio en la sala la foto donde aparece este casándose con la que ahora es su esposa, comentó bromeando que si él hubiese estado en aquella época no los casa porque eran muy cipotes.

El caso es que don Raúl tenía 21 años y su esposa Consuelo Burgos solamente 16 cuando contrajeron nupcias en la iglesia San Antonio de Padua de Tela hace 55 años.

Se habían conocido en esa iglesia cuando don Raúl era uno de los caballeros del Santo Sepulcro y ella ayudaba para que todo estuviera a punto para los oficios religiosos.

El templo ha sido la segunda casa para don Raúl Acosta Amaya desde que era un niño y sirvió como acólito en Tela, su ciudad natal. El párroco le enseñó a manejar el incensario y a darle los toques precisos para diseminar el olor quemado en las ceremonias religiosas.

Estaba trabajando como tornero mecánico de la compañía bananera cuando se trasladó con su esposa a San Pedro Sula en 1967.

Desde entonces en la ciudad industrial las celebraciones de Semana Santa no están completas sin la figura de don Raúl. Como Caballero de la Orden de Suyapa es el responsable de muchos de los pasos que se siguen en la representación de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.

Como ministro de la comunión se encarga de asistir al sacerdote y dar la comunión durante la eucaristía. “Visito a los enfermos y también les doy la comunión en ausencia del sacerdote”, dice.

El veterano hombre de Dios recordó los tiempos en que los Caballeros de Suyapa tenían que cargar en hombros la urna con el Cristo durante el Santo Entierro.

Con sus 1.82 metros de estatura, don Raúl siempre sobresalía entre los demás hombres que tenían la honra de cargar al Nazareno. Por eso tenía que encorvarse un poco para quedar a la medida con los otros, lo que no dejaba de causarle ciertos malestares musculares, dice.

Hubo un tiempo en que los fieles se disputaban el honor de cargar la urna y hasta pagaban por ello; pero luego se dejó esa responsabilidad a los caballeros de Suyapa para evitar el desorden.

Cuando él era Caballero del Santo Sepulcro en Tela, a la única persona fuera de la orden que se le permitía cargar la urna era al entonces presidente de Honduras Ramón Villeda Morales, quien llegaba a pasar el descanso de Semana Santa a ese puerto.

Para transportar las imágenes durante el Santo Entierro ahora lo que se usa es una plataforma rodante, explica don Raúl.

Se siente orgulloso además de ser una de las personas autorizadas para descender al Cristo de la cruz antes de la procesión. El descendimiento de la cruz es el acto sublime en el que la imagen del Nazareno es bajada del altar para ser llevada en brazos hasta la urna en la que simbólicamente será llevado al Santo Sepulcro.

Aunque no esté realizando alguna de las actividades que le ha encomendado la Iglesia, don Raúl visita la catedral casi a diario.

No se le olvida que fue gracias a su gran devoción que conoció a la mujer que le ha regalado seis hijos y muchos nietos, quienes suelen visitarlo en su casa para alegrar sus tiempos otoñales.

El matrimonio se remontó a los años de su noviazgo en Tela cuando solían ir a bailar al salón Héctor, siempre en compañía de una tía de la novia que la hacía de chaperona. La muchacha tenía permiso de permanecer en la fiesta de las siete a las nueve de la noche.

Tal vez estaban bailando al son de la melodía El Reloj que tocaba la marimba Continental cuando la tía decía decía: “llegó la hora de irnos” y esa palabra se cumplía.

Incluso cuando contrajeron matrimonio por lo eclesiástico, el novio no se pudo llevar a la novia esa noche, sino tres días después porque esa era la costubre de la gente de antes.

Aunque el muchacho tenía su agenda diaria repartida entre la iglesia y el trabajo de tornero, disponía de tiempo para practicar el fútbol, logrando destacar en equipos como El Palermo, El Ferrocarill y El Dandy, este último de San Pedro Sula.“Tuve el honor de ser diputado en el Congreso de Fútbol en representación de la liga José Trinidad Cabañas de Tela”, comenta.

Labor silenciosa

Como parte de su labor humanitaria dentro de la iglesia, a don Raúl le tocó confortar y dar la comunión a los enfermos de sida internados en un pabellón del hospital Leonardo Martínez, que sostenían monjitas de la Orden de Calcuta.

Junto con bondadosas damas sampedranas auxiliaba en lo que podía a aquellos pacientes angustiados, hombres y mujeres, algunos de ellos recogidos de la calle porque ni sus familiares querían hacerse cargo de su atención.

Algunos de los enfermos se aferraban a él como si fuera su tabla de salvación espiritual porque creían que era sacerdote cuando llegaba a la sala con su habitual guayabera blanca y una cruz de madera colgada al cuello.

Le conmovió el caso de un hombre al que había conocido en la calle vendiendo periódicos, quien le pedía que le ayudara a morir porque no aguantaba tanto sufrimiento. Don Lucas, como se llamaba el paciente, atribuía tanto martirio a un castigo divino porque había sido muy malo antes de adquirir el virus mortal.

Don Raúl lo estuvo visitando hasta que lo vio morir convertido prácticamente en un esqueleto, pues tenía la piel seca adherida a los huesos.

“Me tocó llevarlo al cementerio, como a otros que murieron por la enfermedad, para sepultarlo”. En total dice que fueron unas 125 personas fulminadas por el mortal virus a las que enterró con la ayuda de la Municipalidad, que proporcionaba los ataúdes.

“Había en el cementerio un sepulturero moreno y fornido a quien le pagábamos veinte lempiras por cada agujero que abría. Había días que abría hasta dos fosas”.

“La Virgen me hizo milagros”

Por su sólida convicción católica y su ferviente admiración y devoción por la Virgen de Suyapa le han encomendado la honrosa tarea de organizar la fiesta que cada año se celebra en honor a la Morenita en la catedral San Pedro Apóstol.

El 3 de febrero, don Raúl Acosta Amaya cumplió 28 años al frente de la Orden de los Caballeros de Suyapa.

Como comendador de la Orden pesa sobre sus hombros la misión de organizarle la fiesta a la Patrona de los hondureños; sin embargo, asegura que cada año espera con más emoción la llegada de ese día, pues así como crece su fe, también lo hacen las manifestaciones de la Virgen en él y su familia.

El sentimiento que embarga a don Raúl cuando habla de los milagros que la Virgen la ha concedido no tiene descripción. Ver a su nieto caminar y perfilado como un hombre de bien es lo más grandioso en su vida, dice.

Asegura que ver nacer al primer nieto de su familia es uno de varios milagros que la Morenita le ha concedido.

Él recuerda que fue un día lluvioso, de mucho trajín. En una esquina de la urna donde se trasladaba a la Virgen encontró un objeto que parecía el cuerpecito de un niño.

“De inmediato supe que mi hija podría hacer realidad el sueño de tener su hijo y así fue. A los meses quedó embarazada de Norman Leonel Howard.

Don Raúl dice que logró sanarse de una hernia cancerosa que le diagnosticaron hace ya varios años, gracias otro de los milagros de su Virgencita.