27/04/2024
04:17 PM

Dolor inconsolable en familias de inmigrantes

Ayer fueron entregados los seis cadáveres de los hondureños muertos tras descarrilarse “La Bestia”

Aunque las autoridades confirmaron las identidades de las seis víctimas hondureñas en el descarrilamiento del tren en México y los medios de comunicación repitieron la información una y otra vez, ayer cada una de las seis familias que llegaron a la Base Aérea coronel Armando Escalón Espinal de San Pedro Sula, tenía la esperanza de que al abrir los ataúdes quienes estuvieran adentro no fueran sus familiares.

Pero no hubo milagro, pues tras mirar adentro de los féretros para identificar los cadáveres todos respondieron “sí” cuando les preguntaron si los difuntos eran sus familias.

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El dolor de enfrentar esa realidad fue insoportable para los parientes de los fallecidos en el trágico incidente del domingo pasado cuando “La Bestia” volcó en el municipio de Huimanguillo, en el estado de Tabasco.

Las familias llegaron poco después del mediodía a la base aérea. Padres, hijos, hermanos, sobrinos, nietos y primos llegaron de distintas partes del país buscando respuestas.

Muchos no pudieron evitar las lágrimas y reflejar su tristeza al contar a los medios de comunicación que estaban en el lugar las historias de sus infortunados familiares.

Todos relataban los sueños, ilusiones, motivaciones y promesas que animaron a los hondureños fallecidos en el tren a encaminarse para Estados Unidos.

Minutos después llegó en helicóptero Diana Valladares, vicecanciller de Honduras, y se reunió en las oficinas de la base con los familiares de las víctimas para explicarles la situación y proceso a seguir en la entrega de los cadáveres.

“Nuestros compatriotas saben el riesgo que corren cuando emprenden ese peligroso camino hacia el Norte; pero son las decisiones que ellos toman inspirados en la idea de llegar a los Estados Unidos”, expresó Valladares.

Primero se anunció que el vuelo con los cadáveres de los hondureños llegaría a las 12:30 pm, luego a la 1:30 y después se anunció que arribaría hasta las 2:40 pm.

La espera pareció infinita para las familias, que se ponían ansiosos con cada avión que llegaba al aeropuerto Ramón Villeda Morales, cuya pista da acceso a la de la base aérea.

Durante ese lapso incluso cayó por un breve momento una suave lluvia, como si el cielo lamentara la muerte de los seis hondureños que apostaron sus vidas y finalmente las perdieron tras subir al “tren de la muerte”.

Pero fue a las 2:45 cuando un avión azul oscuro boing 727, de la Policía Federal de México, se vio sobrevolar la zona.

Finalmente había llegado el momento de reencontrarse con sus familiares, quienes se fueron con vida y regresaron sin ella. A las 2:58, la aeronave mexicana, tras aterrizar y recorrer la pista, llegó hasta la base aérea y se procedió a bajar los seis ataúdes. En dos viajes, un pequeño carro usado para transportar equipaje en el aeropuerto llevó en tres vagones medianos los féretros que fueron puestos en seis mesas que tenían cada uno un arreglo floral en señal de duelo.

Al llegar a la enorme galera adonde esperaban sofocadas las familias fue inevitable que estas se alborotaran por encontrar a sus parientes.

Cada ataúd tenía encima el nombre de la víctima que estaba adentro y muchos al solo leerlo perdieron el control, lloraron, gritaron y se negaban a aceptar la muerte de sus seres queridos. Tras un momento se logró que los parientes de los difuntos volvieran al orden y cada uno se ubicó al lado del ataúd de su familiar fallecido.

La conferencia de prensa que las autoridades hondureñas habían preparado y los actos de protocolo para entregar los cadáveres quedaron de lado, pues el sufrimiento de las familias era tanto que varios estaban desesperados y solo querían irse y llevar a sus parientes muertos de regreso a sus lugares de origen. Al fin llegó el momento de abrir los féretros, lo cual derrumbó anímicamente a muchos familiares, quienes no soportaron el impacto de ver sin vida a sus seres queridos.

Las autoridades forenses dijeron que tres de los seis cadáveres debían ser enterrados lo antes posible, pues ya se encontraban en avanzado estado de descomposición.

Los cuerpos de algunos de los inmigrantes fallecidos tras el descarrilamiento del tren en México estaban tan maltratados que sus parientes incluso tuvieron problemas para identificarlos.

Fue el caso del difunto Gerardo Antonio Sandoval, cuya familia alegó por un momento que no era él, hasta que por algunos rasgos terminaron por reconocerlo.

Tras el ajetreo y confirmadas todas las identidades, uno a uno los cadáveres fueron entregados en sus ataúdes a los familiares, quienes se fueron del lugar con el corazón destrozado, pues el sueño de sus parientes terminó siendo la más cruel de las pesadillas.

La tragedia dejó huellas imborrables, y aún en México hay 17 hondureños heridos en condición estable y cuatro en condición crítica, según la Cancillería hondureña.