San Pedro Sula, Honduras
Una joven acomoda algunas prendas de vestir en un exhibidor; un repartidor carga una paquete de refrescos para entregarlos en un restaurante. Algunos transeúntes se mueven entre los puestos sobre la acera de una céntrica avenida de la ciudad.
Escenas como estas, por demás normales en otras circunstancias, adquieren un caracter especial, casi de valentía, en medio de la cirisis surgida del proceso electoral del pasado 26 de noviembre.
Las personas se encuentran en la calle, aunque en los números que normalmente se observan en esta época del año. Pero los comerciantes mantienen la esperanza de rescatar aunque sea una parte de la bonanza que representa para ellos la temporada de compras de fin de año.
Colocan unos puestos de venta y abren unas puertas que dan a la calle, una calle que no hace mucho fue escenario de desorden, de enfrentamientos y, especialmente, de los temidos saqueos.
Aún sin haber vuelto del todo a la normalidad, los sampedranos se esfuerzan por crearla con pequeños actos cotidianos que contribuyen a crear un ambiente más tranquilo, de paz, como lo desean las personas de bien.
Las calles se han despejado, las carros circulan por ellas, la gente camina por las aceras, los autobuses recorren sus rutas urbanas e interurbanas.
Son estas las cosas que a menudo se dan por descontadas, pero que solo valoramos cuando las hemos perdido.
