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Violencia y drogas, el desafío de las Américas

  • 10 abril 2012 /

La violencia desatada por la lucha contra el narcotráfico les cuesta sangre a los países de tránsito.

La violencia desatada por los narcotraficantes y por el consumo de pasta base de cocaína en Latinoamérica plantean un enorme desafío este fin de semana en la Cumbre de las Américas, ante el fracaso de la guerra frontal contra las drogas impulsada por Estados Unidos.

El presidente Barack Obama será recibido con un creciente reclamo de un debate internacional sobre nuevas estrategias contra el narcotráfico, incluida la polémica despenalización de la droga, puesta en agenda por Guatemala con el aval de Colombia, anfitrión de la reunión.

La cita en Cartagena será la oportunidad de recordar a Obama su promesa de un cambio en la relación con América Latina -desplazada por Asia en sus intereses- en el tema que más interesa a esta región, según Gobiernos y analistas.

“Poniendo los muertos”

Washington, que mantiene a varios países latinoamericanos en su lista “negra” del narcotráfico, ha condicionado ayudas a la erradicación de cultivos en Bolivia, Colombia y Perú, mayores productores de coca del mundo, y fomentado polémicas técnicas como la fumigación aérea.

Tras financiar desde hace una década, el Plan Colombia propugna una guerra frontal que se paga con miles de muertos en México y Centroamérica, por donde pasa el 90% de la cocaína que se consume en Estados Unidos. Cuerpos decapitados aparecen en fosas clandestinas o hasta en la puerta de una escuela en México, en medio de la ofensiva antidrogas del gobierno de Felipe Calderón, que en un lustro deja unos 50,000 muertos. Poderosos carteles mexicanos como Los Zetas desplazaron operaciones a Centroamérica y con las pandillas hicieron de la empobrecida región la más violenta del mundo según la ONU (Naciones Unidas), con 40 homicidios por cada 100,000 habitantes, cinco veces la media mundial.

Washington presenta a Colombia como éxito de su estrategia. Pero en ciudades como Cali se libra una cruenta lucha entre pequeños y medianos grupos herederos de los grandes carteles de los años 80. Los narcotraficantes aumentan día a día sus operaciones de lavado de dinero en la región, abren mercados internos y pagan en cocaína a quienes distribuyen y transportan la droga.

“El consumo de cocaína se ha generalizado en casi toda América Latina y el Caribe. Ya no es una droga solamente exportada al norte”, dijo hace poco Francisco Cumsille, del Observatorio Interamericano sobre Drogas de la Organización de Estados Americanos.

Los jóvenes pobres se están matando por el crack o pasta base de la cocaína como en la ciudad brasileña de Maceió, donde un adicto puede morir por menos de tres dólares a manos de un traficante. Según el organismo de la OEA(Organización de Estados Americanos), la mitad de consumidores de cocaína en el mundo viven en América, segundo continente más violento del planeta, con 16 asesinatos uno menos que África- por cada 100,000 habitantes, de acuerdo con el estudio de homicidios de la ONU de 2011.

¿Despenalización?

“¿Será que esta es la realidad que nos tocó y no hay ninguna otra solución a las drogas, o será que hay otra y nos hemos cerrado a ver otra posibilidad?”, cuestionó la canciller colombiana, María Ángela Holguín, en vísperas de la cumbre.

La sorpresiva propuesta de despenalizar la droga lanzada en febrero por el presidente de Guatemala, Otto Pérez, enfrenta rechazos, pero llevó a sus colegas centroamericanos a hablar de alternativas a la guerra antinarco y a alzar la voz para reclamar a Estados Unidos que asuma su responsabilidad como mayor consumidor de cocaína del mundo.

Washington se opone frontalmente a la despenalización y en las últimas semanas desplegó una ofensiva diplomática en el istmo, encabezada por el vicepresidente Joe Biden que, según Pérez, logró dividir a la región.

“Tenemos que ser capaces de hacer propuestas, no podemos estar agachando la cabeza”, dijo Pérez al acusar a Estados Unidos de boicotear en marzo una cumbre centroamericana que iba a debatir su iniciativa para llevar una postura común a Cartagena.

El narcotráfico y las maras azotan a Honduras

San Pedro Sula. Los narcos pasean enseñoreados en zonas rurales, las pandillas se disputan los barrios con explosivos y AK-47, los policías extorsionan y los sicarios matan a plena luz del día: es Honduras, el país más mortífero del mundo.

“Volvamos a vivir en paz”, dice una valla gigante a la entrada de San Pedro Sula, donde es más encarnizada la guerra del crimen organizado, que enluta con 20 asesinatos por día a este país centroamericano de 8.2 millones de habitantes.

Una orgía de violencia ligada al narcotráfico colocó a Honduras en 2010 al tope de la tasa mundial de homicidios, cuando registró 82 por cada 100,000 habitantes -11 veces más que la media mundial-, de acuerdo con la ONU. La tasa volvió a subir, en 2011 a 86, según informes oficiales hondureños; mientras San Pedro Sula, con 174 homicidios por cada 100,000, tiene el deshonroso mote de “capital mundial del crimen”. Con la ofensiva del Gobierno mexicano, los carteles de la droga desplazaron en los últimos seis años operaciones al istmo, y aliados con las pandillas locales siembran el terror.

Hombres fuertemente armados custodian empresas, restaurantes o pequeños comercios. Apenas anochece, barrios marginales de San Pedro Sula parecen pueblos fantasmas. En Lomas del Carmen “Lomas del crimen” -dicen algunos- ni un alma hay en las calles. Son zonas bajo virtual toque de queda. “Tenemos un policía por unos 2,000 habitantes, lo idóneo es por cada 300. No hay recursos materiales ni humanos”, dice el jefe policial de San Pedro Sula, Edgar Flores Padilla.

Raudos, sorprenden a pandilleros que se atrevieron a ir a un bar y a un billar. Todo el que esté en la calle a esas horas es sospechoso. “Son jóvenes sin remordimiento de matar a alguien por robarle un celular”, afirma el policía.