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Redes de prostitución también atrapan a hondureños

  • 04 julio 2013 /

Las jóvenes catrachas, algunas de ellas migrantes, son víctimas de los proxenetas.

    A las 10:00 de la noche las calles de la zona hotelera de la ciudad de Guatemala se agitan al ritmo de la música de lujosos restaurantes, hoteles y casinos.

    Como parte de ese ritmo, hombres en plena calle promocionan los servicios sexuales de mujeres, a quienes el cliente escoge en un catálogo y a las que los “caballeros” en las vías llaman para determinar el lugar de la reunión.

    Entre el grupo a seleccionar hay hondureñas y lo menos que cobran son 100 dólares, “pero si querés más te hacemos un combo por 200”.

    El trato se puede cerrar también con una mujer, también hondureña, que trabaja como “manager” de otras hondureñas y que está sentada en un restaurante de esquina.

    La prostitución de hondureñas en Guatemala no es desconocida, LA PRENSA ha dado seguimiento al tema que se desprende también de la migración y a la operación de redes de traficantes de mujeres que lleva a las víctimas a “trabajar” también en otras ciudades de ese país.

    “La prostitución se da en la frontera de Tecún Umán y Ciudad Guatemala. Muchas muchachas guatemaltecas, hondureñas o nicaragüenses no logran seguir y la única manera de subsistir es vendiendo su cuerpo, y aunque sea voluntario, en estas fronteras hay crimen organizado y las esclavizan”, asegura Carolina Sarti, de Asociación Alianza. Uno de los casos de hondureñas en Guatemala es el de una joven que fue rescatada de una actividad de prostitución, a la que fue obligada por un año, junto a otras niñas.

    La joven tenía a sus padres, pero ya no tenía contacto con ellos y su mamá había tenido una historia parecida.

    La jovencita ha tenido una larga recuperación y tras un largo proceso legal ahora estudia y ya está en un nivel de reinserción social según las autoridades que manejan su caso, aunque ella no quiere regresar a Honduras.


    Pero la prostitución también la están realizando los migrantes hombres y el fenómeno, según las organizaciones como Asociación Alianza, también va en aumento. Basta dar una vuelta por la Zona 1 –pleno centro- para evidenciar que hay una buena cantidad de ellos que también venden sus cuerpos para ganar dinero. No importa si se tienen que trasvestir para lograr el objetivo, incluso si es debajo de una fuerte tormenta que los hace correr para abordar el único carro que para en la esquina.

    Esta realidad ha hecho que organizaciones como la Coalición Regional Centroamericana para la Trata de Personas anunciara a finales de junio el inicio de una campaña en Honduras para combatir ese negocio ilícito y la explotación sexual comercial en la región.