26/04/2024
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Celebran 75 años de amor con boda que habían soñado

  • 06 abril 2013 /

María Hernández y José Bustillo se conocieron en 1938.

Desde joven soñó ir al altar vestida de blanco con el hombre que ama, pero la pobreza no se lo había permitido; 75 años después ese sueño se hizo realidad.

El amor que nació en una fiesta bailable en 1938 en la aldea Santa Inés, hoy Las Uvas, del municipio de Goascorán, Valle, quedó firmado con letras de oro en las leyes de Dios el pasado sábado en Santa Rita, Yoro. Un anillo y un beso añejo terminaron de sellar la unión entre María Virginia Hernández de 91 años de edad y José Jeremías Bustillo de 97.

Tres años de noviazgo bastaron en aquellos tiempos para que los enamorados se dieran cuenta que habían nacido el uno para el otro.

La boda

Durante varias semanas sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, trabajaron hora tras hora para que la boda resultara espectacular.

En primera instancia el evento programado para el mes de febrero de este año fue suspendido porque varios de sus descendientes que residen fuera del país querían ser testigos del histórico acto y pidieron una reprogramación que quedó firme para el Sábado de Gloria en el municipio de Santa Rita.

Como habían acordado, los invitados llegaron a las 4:30 pm a un salón ubicado en la orilla de la carretera que de Santa Rita comunica a La Barca. Los novios llegaron una hora más tarde.

El escenario lucía espectacular, en la entrada principal colocaron un arco de bombas de color rojo y blanco. Por donde iban a pasar los contrayentes había una alfombra roja, al fondo un pastel y un mensaje que decía “Bienvenidos a nuestro 75 aniversario de bodas”. La ansiedad por ver a la pareja era desbordante entre los invitados, en su mayoría parientes de la novia y el novio.

Eran las 5:30 pm cuando frente al salón se estacionó una camioneta color verde, en su interior venían los protagonistas del histórico evento nunca ante visto en ese municipio, tomando en cuenta la edad de los contrayentes.

La primera en bajar del automotor fue la novia, que lucía radiante con su vestido blanco y velo. Caminaba sin mayores dificultades pese a sus zapatos de tacón alto. En su sonrisa denotaba la emoción de cumplir el sueño de 75 años.

El novio que llegó de gala con un traje negro, corbata y boina negra fue ayudado por sus hijos a bajar del vehículo.

Luego la pareja con el apoyo de sus parientes caminó por una alfombra roja, ante los aplausos y miradas de los presentes que disfrutaron de principio a fin el acto. Antes de eso, un cortejo de damas y caballeros integrado por los nietos y bisnietos hizo el ingreso.

El pastor de la Iglesia Evangélica Príncipe de Paz de Santa Rita, René Iván Aguilar, fue el encargado de preguntar si aceptaban la unión matrimonial.

Doña María con mayor lucidez contestó claramente que sí aceptaba a su amado José, mientras este, ante la falta de audición y dificultad para hablar, se limitó a levantar la mano izquierda como muestra de aceptación.

“Era pícaro”

De regreso a casa ella se remontó a los buenos tiempos. Mientras se soba la cara con sus desgastadas manos, doña María recuerda que José era un muchacho muy pícaro. Indicó que el primer beso que recibió de su amado fue en una quebrada donde iban a lavar y a bañarse. Era bien atrevido.

“él era bien coqueto y un picaflor muy guapo, en las fiestas todas querían bailar con José, había otros que me enamoraban, pero yo estaba loca, enamorada de él”, recuerda la anciana.

“Aparte de alegre, era muy guapo, esas cualidades hicieron que me enamorara de él, pese a lo que decía la gente que era pícaro y que solo engañaba a las mujeres.

Y realmente fue cierto, en un descuido y aun siendo novios me embarazó, cuando se enteró que yo estaba en ese estado ya no regresó a la casa y yo me refugié donde mi mama”.

Sin embargo, luego regresó para honrar a su amada y unirse a ella por las leyes de su corazón únicamente. “Nunca tuve más novios, había cuatro muchachos más que me buscaban pero yo no les hice caso”.

Recuerda que no fue a la escuela porque no estaba al alcance de su madre quien enviudó joven. Aprender a leer y escribir en aquellos tiempos era un lujo, pues los mismas padres de familia pagan los maestros ante la falta de apoyo del Gobierno.

“Siento que ya cumplimos con ese deber, no quería morir sin haberlo hecho y lo más bonito de todo esto es ver felices a nuestros descendientes”, finalizó diciendo doña María.

Cirilo Hernández, hijo de la pareja, dijo que este es un ejemplo de amor. “En su momento ellos no pudieron por la pobreza, hoy nosotros hemos querido darles ese regalo en vida”.