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Adiós al último cacique tolupán en Honduras

  • 27 junio 2015 /

El patriarca de la etnia tolupán falleció la noche del viernes en el Hospital Escuela de Tegucigalpa a la edad de 115 años.

Tegucigalpa, Honduras

Lo venció la enfermedad, se lo llevó al más allá, pero su legado perdurará por siempre. No solo en la etnia tolupán, sino en todos los que lo conocieron en su lucha por preservar sus costumbres.

Cipriano Martínez vivía en la Montaña de la Flor, en el municipio de Orica, Francisco Morazán. Le sobreviven 15 hijos, alguno de ellos tomará el liderazgo de su tribu ahora que él no está, el menor tiene apenas seis años. El patriarca tolupán fue conocido no solo por su larga vida, sino por la nobleza, la sabiduría y el amor con el que lideró a su etnia.
Cipriano se destacó por todo cuanto sembró en cada uno de los corazones de quienes convivían con él.

A capa y espada defendió sus costumbres, su lengua tol, su forma de vida. Cipriano supo vivir cada minuto con la templanza que lo caracterizaba. A partir de datos del Registro Nacional de las Personas, Cipriano Martínez era una de las personas más longevas del país, motivo por el cual su partida constituye la pérdida de un baluarte nacional muy importante para la historia del Honduras.

Su partida de nacimiento registra el 26 de noviembre de 1902 como la fecha de su nacimiento. Sin embargo el longevo hombre aseguró días antes de su fallecimiento que su edad era de 115 años.

Deceso

La madre tierra, la Montaña de la Flor, recibe hoy los restos del más antiguo de sus hijos.

Hace unos días fue ingresado al Hospital Escuela con un cuadro de neumonía grave, condición que lo mantenía bastante delicado y bajo estricta supervisión médica.

En esa cama descansaba un siglo de edad, miles de historias, grandes alegrías y un par de lágrimas, en las que se resume la historia de un país.

Debido a una tuberculosis adquirida años atrás, sus pulmones sufrieron daños irreparables. La causa de su muerte fue insuficiencia respiratoria y sepsis pulmonar, a las 9:02 pm del pasado viernes, Cipriano partió.

Las personas en la Montaña de la Flor son gente sencilla, no hablan mucho con extraños. Pero Cipriano era amable, paciente y mientras estuvo interno en el hospital siempre mediante un gesto mostraba esa amabilidad.

Sus manos ya estaban cansadas, después de todo lo que vivió, sus ojos estaban casi cerrados; sin embargo, siguió adelante en su recuperación.

En su tierra no se conocen los lujos, la pobreza se ha encarnado de raíz, pero la gente es genuina y sencilla.
Las familias allí apenas subsisten con 500 lempiras al mes. Desde arriba, en su comunidad daba a conocer cómo se vivía cada día allí.

El legado que deja el centenario tolupán se basa en la sencillez y el trabajo duro; y es que allí arriba no queda más por hacer que eso, trabajar.

Así vivió él los mejores años de su vida, con la cosecha de maíz, camote y malanga.

Su palabra era sagrada, ningún cambio se llevaba a cabo sin la aprobación del jerarca.

Pero el jefe se desgastaba, la edad le jugaba en contra y la tuberculosis ganaba terreno.

Hoy toda su gente lo llora, y muchos hondureños lamentan que la gente buena como él no vivan los años que él vivió. La nueva generación tolupán crecerán con las historias, con las palabras que el jerarca les haya dicho a sus padres. Sin embargo, su casa no quedará vacía, la llenarán los recuerdos que dejó el anciano de generaciones.

Foto: La Prensa

Cipriano siempre fue un hombre de familia, se sabe que le sobreviven 15 hijos, de ellos uno asumirá el mando
Despedida

Su familia hoy llora su partida, sus muchos amigos darán hoy su último adiós. La tierra que lo vio nacer hoy lo reclamará nuevamente.

Desde el cielo, Cipriano seguirá cuidando de su tribu, seguirá esperando -quizá sentado junto al Creador- que las cosas en su comunidad mejoren. Que los niños no lloren, que trabajen menos y se eduquen todavía más. Que la colonización tenga los pies cortos y se canse antes de llegar arriba para que su idioma tol se escuche más fuerte que el ruido de los anuncios comerciales. Allá arriba se sufre, pero lo que se tiene se ama de verdad, el aire frío ya no volverá a revolver sus canas, la tierra ya no sentirá sus pasos cansados. Ahora solo quedará una plegaria por su alma noble, que del Creador goce don Cipriano Martínez, adiós al último cacique.