13/04/2024
11:30 PM

Desde hace 50 años hondureña vive en una cueva

Marcala, La Paz, Honduras.

A seis kilómetros de la ciudad de Marcala, en La Paz, doña Francisca Gómez ha pasado sus últimos 50 años viviendo en una cueva.

La montaña está a 45 minutos de la escuela Héctor Argueta en Chusmuy, una aldea de 300 personas que en su mayoría se dedican a la siembra de café.

Las condiciones de vida son similares al resto de las poblaciones rurales del país, con niveles precarios en escolaridad, infraestructura, salud, trabajo, alimentación, vivienda, servicios básicos, entre otros.

Doña Francisca se vio obligada a buscar una morada en medio de la naturaleza, que ha sido generosa al darle lo que ella llama su hogar.

Los rayos del sol alumbran la pequeña cueva que a pesar de no ser apta para vivir, todo está en perfecto orden.

Foto: La Prensa

Doña Francisca en su humilde morada.
La anciana de 75 años mantiene impecables sus implementos de cocinar, sus alimentos, las sillas, sus maceteros, un gallinero y un altar dedicado a San Antonio, a quien le reza todos los días.

El altar rústico está hecho de madera, ataviado con ramas de pino seco y cubierto con plástico, adornado con diferentes objetos de lata y de papel con formas ovaladas y en el interior dos cuadros principales enmarcados con las fotos de las imágenes de San Antonio.

El humilde dormitorio está hecho de palos de madera forrado con costales de mezcal y plásticos. En el interior hay una cama de madera donde la anciana mantiene su ropa y objetos personales.

La gruta está cerrada por una especie de muro hecho de madera y tierra blanqueado con cal, con una portezuela de madera la cual la anciana mantiene cerrada con un candado en los momentos que no se encuentra.

Afuera tiene un horno de piedra para preparar el pan, un jardín con diferentes flores, abundantes ramas ordenadas para la leña y muchos maceteros hechos con recipientes de plástico colgados de la pared.

Doña Francisca recuerda, a pesar de sus pobres condiciones, una vida tranquila, pero con mucho trabajo.

Nació en 1940 en Yarula en el departamento de La Paz, fronterizo con El Salvador.

“Yo tenía un esposo, se llamaba Máximo Meza y murió hace 24 años. No tuvimos hijos, por eso estoy aquí sola haciendo la lucha, porque él me dejó hace mucho tiempo”, dijo la señora de tez trigueña.

Foto: La Prensa

Acondicionó su cuarto con plástico y madera.
Contó que ella se dedicaba a trabajar de doméstica en la ciudad de Marcala, pero cuando se acompañó de su esposo, este se la llevó a vivir a la cueva.

La anciana expresó que día tras día batalla para sostenerse, pero gracias a Dios y sus amistades que la proveen de suministros puede comer todos los días.

“Le doy gracias a mi padre Santo. Cuando pienso que no voy a comer es cuando más como y bebo. Yo ya me acostumbré a vivir aquí, pero si me hacen una casa yo le agradeceré a mi padre Santo; aunque yo extrañaría mi hogar porque ya estoy acostumbrada a vivir aquí”.

Francisca se levanta todos los días a las 5:00 am para hacer el café y preparar su comida, luego sale a buscar leña que pacientemente recolecta en su hogar para encender el fuego de la hornilla.

“Los jueves y domingos salgo a buscar mis rajas de ocote y las llevo a vender a Marcala para comprarme mis cositas que son necesarias para la cocina, como el arroz y el queso, que es lo que más me gusta”, indicó.

Funcionarios del programa Vida Mejor se trasladaron hasta el hogar de doña Francisca para llevarle víveres y darle la buena noticia que en mayo le será construida su nueva vivienda en la comunidad de Chusmuy.