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Fallece el poeta hondureño Rigoberto Paredes

  • 09 marzo 2015 /

El escritor murió este lunes en Tegucigalpa, luego de permanecer varias días interno.

Tegucigalpa, Honduras.

El mundo de las letras está de luto porque ha perdido una pluma de oro. El poeta Rigoberto Paredes falleció esta mañana en Tegucigalpa, Honduras.

Paredes, quien nació en Trinidad, Santa Bárbara en 1948 se destacó como un reconocido poeta, ensayista y editor. El había sido intervenido quirúrquicamente hace unos días y permaneció internado: sin embargo, lucha la perdió la mañana de lunes.

Sus obras como 'En el lugar de los hechos', 'Las cosas por su nombre', 'Materia prima', 'Fuego lento', 'Lengua adversa' y, más recientemente, 'Partituras para cello y caramba' (2013) e 'Irreverencias y reverencias' (2014) lo hicieron ganarse un lugar entre los amantes de la lectura.

Fue fundador de los proyectos editoriales: Editorial Guaymuras, Editores Unidos y Ediciones Librería Paradiso, así como de las revistas Alcaraván, Imaginaria y Galatea.

Participó en diferentes festivales de poesía, en Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Estados Unido de América, México, Colombia, Argentina, Chile, entre otros. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, francés, italiano y portugués.

Querido por muchos, con una personalidad muy particular, siempre dispuesto a compartir sobre las letras, el poeta deja dolor en los corazones de muchos que extrañarán al amigo y las tertulias que se armaban en su Café Paradiso.

Uno de sus poemas


Mar adentro

Ya los barcos doblaron

la esquina de las aguas

que miramos unirse

al cielo arqueado y hondo.

Apenas unas manchas se divisan,

pero aquí, entre nosotros,

presas del abandono,

manos y voces se alzan todavía amorosas.

Los viajeros, en proa, no verán hacia atrás.

Otro mundo despunta, otro mundo alto y fresco

en la cabeza de todos los viajeros.

Noche y día ojearemos las crestas del aguaje.

Tal vez el viento arrastre un olor, un silbido,

algo de cuanto asimos fuertemente a los pechos

que hoy vibran apartados.

Como áspera maleza crece el mar en nosotros.

Su falso azul revienta en los peñascos

y sólo nos devuelve restos de lo perdido.

Igual, la vida nos envía sus rápidas señales,

a su paso, muy lejos de esta orilla.