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Mareros obligan a mujeres a tener relaciones sexuales, sino las matan

  • 05 marzo 2017 /

La MS-13 y pandilla 18 cuentan con mujeres mensajeras que, además de hacer transacciones bancarias y otras actividades, les llevan menores a los centros penales.

San Pedro Sula, Honduras.

Hay mujeres que, por voluntad propia, se convirtieron o se transforman en mareras; pero hoy otras que, contra todos sus deseos y acorraladas por el terror, asisten a las cárceles a tener encuentros sexuales con miembros de la MS-13 y la pandilla 18 que se encuentran recluidos en los centros penales de Támara y San Pedro Sula.

A estas mujeres no les queda una puerta de escape. Si oponen resistencia, las pueden matar o, en el peor de los casos, les eliminan a toda su familia. Esas son las amenazas que ciernen sobre ellas para obligarlas a visitar los presidios de San Pedro Sula y Tegucigalpa.

Cuando se les antoja, los mareros recluidos, de la MS-13 y la 18, le giran órdenes a sus clicas para que visiten en sus barrios a las mujeres que a ellos les gusta, sobre todo menores de edad, para obligarlas a hacer visitas por un día o tiempo indefinido.

Foto: La Prensa



A quienes no las visitan en sus casas las buscan cerca de los colegios, las llaman a sus teléfonos o les escriben por Facebook. A través de estos medios las intimidan hasta que consiguen llevarlas sin que sus padres se percaten de la situación delictiva.

“Al presidio de San Pedro Sula entran menores de edad con contraseña. Como son menores de edad no tienen cédula y solo le pegan una foto a la contraseña ajena y las pasan”, dijo un exrecluso de ese centro penal.

Ese exrecluso le explicó a LA PRENSA que “estas menores de edad son obligadas a tener relaciones sexuales y algunas permanecen en el interior de la cárcel hasta una semana sin que las autoridades del presidio tengan conocimiento”.

Foto: La Prensa



Facebook

Dado a que los mareros tienen acceso a Internet en las cárceles, ellos abren cuentas en Facebook, con perfiles ficticios, para su seguimiento a las mujeres jóvenes de los barrios que ellos han controlado.

Estos, de acuerdo con exreclusos, logran convertirse en amigos virtuales de estas menores de edad y después de un tiempo de mantener la comunicación les dicen la verdad o les envían a una mensajera.

“El marero que está preso llama una mensajera (miembro de la mara) y le cuenta que miró en Facebook a una cipota del barrio. Le dice que está buena y le pide que la visite. La mensajera llega donde la muchacha y le informa que el fulano que está adentro (en el presidio) quiere verla y tiene que ir. La muchacha por miedo va al presidio”, relató la fuente.

Las clicas de ambas maras no solamente están compuestas por hombres, también las componen mujeres que se encargan de reclutar a otras mujeres, llevar menores al presidio, registrar la contabilidad de la extorsión y hacer transacciones bancarias. Algunas de ellas son mensajeras.

Foto: La Prensa

Mujeres como estas que integran la mara 18 sirven de mensajeras para reclutar a más jóvenes o llevarles menores al presidio a los recluidos.
Una madre de familia, entrevistada por LA PRENSA, relató que ella se vio en la obligación de enviar a su hija, menor de edad, a España porque un nombre de un presidio la “quería obligar a que fuera a tener relaciones sexuales”.

La menor, que vivía en El Progreso, Yoro, estuvo a punto de convertirse en víctima porque una compañera de colegio se hizo amiga virtual de un supuesto joven cristiano que, después, contactó a la joven que ahora se encuentra a España.

Este hombre, que al final les dijo que estaba recluido en una cárcel, les envió un día a su casa a varios individuos para intimidarlas y obligarlas a visitar a su jefe.

A una de ellas le dijeron que cuando saliera del colegio, una camioneta negra pasaría para luego transportarla al centro penal.

Foto: La Prensa

Mujeres como estas que integran la mara 18 sirven de mensajeras para reclutar a más jóvenes o llevarles menores al presidio a los recluidos.
Prostitución

En los presidios no solo los mareros tienen el “poder” para que los custodios les permitan el ingreso de menores; reclusos que no integran esas organizaciones también reciben mujeres bajo las mismas circunstancias.

Según una fuente, que estuvo recluida, los mareros y otros reclusos pueden pagarle a una proxeneta hasta L5,000 por una muchacha adolescente o por una virgen.

A menudo, proxenetas visitan los presidios para negociar mujeres prostitutas o jóvenes que, por ser de escasos recursos, aceptan dinero a cambio de prestar servicios sexuales a un reo.

De acuerdo con exreclusos, los mareros y otros reos que tienen mujer reciben a estas muchachas los días que no son de visita.