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En presidios ‘cortan’ coca y producen crack

  • 02 marzo 2017 /

En los centros penales más poblados hay tráfico de drogas. Cultivan marihuana, introducen cocaína en sacos de arroz, la procesan y la comercializan adentro y afuera.

Redacción.

En los extremos de algunos tramos del laberíntico pasillo que conecta la entrada del módulo con los cuartos donde duermen los mareros, además de los “placazos” (murales) en las paredes hay pequeñas plantas ornamentales y también, sin restricciones, algunos ejemplares verdes y sanos de Cannabis sativa (marihuana) .

El reglamento de las cárceles de Honduras les prohíbe tajantemente a los reclusos introducir y usar drogas y, mucho menos, cultivar cualquier planta herbácea que cause efectos psicotrópicos o cuyos químicos activos sirvan para producir drogas sintéticas, como el wax o crack.



El reglamento de la máxima autoridad carcelaria (el Instituto Nacional Penitenciario) hace esta prohibición; pero, para los miembros de la mara 18, que están recluidos en el módulo Escorpión de la Penitenciaría Nacional de Támara, eso no tiene ninguna vigencia en su mundo.

Dentro de su módulo ellos cultivan, introducen y fuman marihuana, recién constataron periodistas de LA PRENSA que, al ingresar en ese módulo, observaron plantas y se toparon con algunos cuartos impregnados del olor del humo de Cannabis.

En la Penitenciaría Nacional de Támara hay cámaras de vigilancia y detectores de metales; sin embargo, hasta las celdas y módulos de las maras llega la cocaína.

La preparación de puros de marihuana y comercialización dentro de los presidios más poblados, como el de Támara, es la cereza en el pastel, es decir, es el adorno del mercado prohibido, pero permitido, del narcotráfico.

Más que marihuana, en los presidios de Tamára y San Pedro Sula existe un mercado de droga que trafica decenas de kilos de cocaína al año a través de los carteles internos formados por la 18, MS-13, paisas y pesetas, cuyas operaciones tienen alcances fuera de los muros penitenciarios.

“Entre 2015 y 2016 yo saqué varias bolsas de cocaína de la cárcel de Támara. Yo sacaba una vez cada fin de semana. Algunas veces sacaba paquetes de 52 bolsitas de polvo, otras veces 32 o 24”, le dijo un exmiembro de la mara 18 a periodistas de LA PRENSA.

Este exintegrante de la 18 se encargaba de sacar cocaína del módulo Escorpión y luego la entregaba a algunas mujeres, quienes, al final la vendían al menudeo en algunas colonias de Tegucigalpa.

Los jefes de la 18, recluidos en Escorpión, reciben kilos de cocaína, enviados desde diferentes puntos del país, como pago por servicios delictivos prestados por los miembros de la organización, como tráfico de drogas y sicariato.

Esto ocurre, igualmente, en los módulos de la MS-13, de los presidios más poblados, como el de San Pedro Sula.

Foto: La Prensa

La droga es procesada y luego comercializada dentro y fuera de los recintos penitenciarios.
Dentro de los módulos, los jefes “cortan” los kilos de coca, esto equivale a moler los bloques de la droga, combinarlos con otras sustancias para aumentar la cantidad y luego empacarla en bolsas para venderlas al menudeo dentro y fuera de los presidios.

“Yo nunca llevé droga, solo sacaba. Las personas que la meten son otras y los policías penitenciarios lo saben”, dijo el hombre.

Un exrecluso del centro penal de San Pedro Sula, quien solicitó el anonimato, dijo que el tráfico de drogas es visible en los presidios, pero ninguna persona puede hablar porque “puede perder la vida”.

“Las maras (18 y MS-13) tienen prohibido entre sus miembros el consumo de crack, pero sí pueden consumir cocaína y marihuana. Los paisas y pesetas sí consumen y venden de todo”, aclaró el exrecluso.

En el caso específico de las dos maras, por ser organizaciones que sobreponen sus reglas a las leyes oficiales, estas poseen en sus módulos estufas, cubetas, cuchillos, cucharas y otros utensilios (constató el equipo de investigación) que utilizan en la conversión casera de una parte de la coca en crack.

Foto: La Prensa


Para producir crack, ellos mezclan la coca, con agua y bicarbonato de sodio (polvo blanco), un producto popular que es vendido en todas las pulperías de Honduras porque muchas personas lo utilizan para tratarse infecciones urinarias, lo usan como antiséptico y contra otras afecciones.

Claves
1. Cocaína
Los kilos completos de cocaína son introducidos dentro de los sacos de harina y arroz o entre otros productos.
2. Complicidad
Por temor a perder la vida, los guardias penitenciarios permiten el ingreso de droga y armas en los centros penales.
3. Marihuana
Algunas mujeres desempeñan el papel de “mulas”. Dentro de la vagina llevan paquetes de marihuana para consumo interno.
4. Crack
Los reclusos mareros no consumen crack. La organización les prohíbe. Los paisas y pesetas son quienes compran la droga.
5. Visita
Cómplices de maras y otros delincuentes introducen las drogas en los días de visita, con o sin la venia de los custodios.
El equipo de LA PRENSA, que visitó los módulos de las maras 18 y MS-13 en la Penitenciaría Nacional de Támara, observó que en las cocinas privadas de estos reclusos hay quintales de arroz y harina estibados en las esquinas.

Estos sacos no muestran indicios de que las autoridades los hayan revisado (no tenían agujeros hechos con cuchillos) en un intento de descartar la existencia de cocaína entre la harina o el arroz.

Exintegrantes de maras y exreclusos le dijeron a LA PRENSA que los kilos de cocaína son introducidos en los sacos que meten con el permiso de autoridades penitenciarias que, por temor a perder la vida, les conceden esos privilegios.

Dentro de los sacos, además, introducen armas, pistolas y fusiles, entre ellos, AR-15 y AK-47, que raras veces encuentran las autoridades policiales cuando ejecutan cateos, aunque sean sorpresivos.

Un exrecluso explicó que las maras y otros presos abren hoyos en la tierra y en ellos colocan hieleras. Dentro de ellas esconden cocaína y armas. En estos contenedores, que son instalados en lugares insospechados, logran evitar que la humedad afecte la droga.

En los presidios de Támara y San Pedro Sula, los carteles respetan sus plazas internas y, con leyes mortales, evitan que surjan nuevas estructuras de vendedores.

“Si un recluso compra 100 lempiras de marihuana, por ejemplo, y quiere revender, en segundos lo pican con machete o le dan un lazo para ahorcarse”, dijo un hombre que salió libre del presidio de San Pedro Sula a finales de 2016 después de tres años de guardar prisión.