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Con la extorsión, las maras en Honduras pagan sus gastos

  • 01 marzo 2017 /

Las dos maras cuentan con sus propias cocinas, tiendas de alimentos, incluso enlatados, que compran con el dinero que las ‘clicas’ recogen a través del “impuesto de guerra”.

Redacción.

Mientras centenares de negocios (pequeños, medianos y grandes) cierran o ven reducidas sus ganancias, incluso, sus dueños mueren acribillados o emigran a Estados Unidos porque no quieren pagar la extorsión, los mareros de la MS-13 y 18 viven en los centros penales con privilegios.

Con parte del dinero que las clicas (células delictivas) recogen en los barrios y colonias, a través de actos terroristas, los mareros recluidos purgan sus penas en los presidios en medio de comodidades que solamente las tendrían si estuvieran en sus casas.

Periodistas de LA PRENSA, que ingresaron a los módulos de ambas organizaciones en la Penitenciaría Nacional de Támara, constataron que, en un mundo donde no deben existir privilegios y tratos diferenciados, los miembros de estas organizaciones tienen la capacidad de tener en sus manos cualquier prenda de vestir, alimento u objeto que se les antoje.

Esta es una sección del módulo de la mara 18 en la Penitenciaría Nacional de Támara.
Hace cinco años, el Gobierno gastaba 9 lempiras diarios en la alimentación de cada recluso. Para mejorarles las condiciones de vida de toda la población penitenciaria y cumplir con acuerdos internacionales, la actual administración de Juan Orlando Hernández subió el presupuesto a 30 lempiras.

Pero para los mareros de ambas organizaciones el gasto que hace el Gobierno es insignificante. Ellos tienen la capacidad económica para comprar sacos de harina, arroz, refrescos, galletas y otros productos. Todos estos alimentos entran a sus módulos con la licencia de las autoridades. Ante las amenazas directas o veladas, estos no tienen otra salida y les dan luz verde.

Inclusive, ellos cuentan en sus cocinas y abarroterías con comida enlatada, como sardinas, alimentos que no pueden ingresar otros reclusos porque pueden convertir las latas en armas corto-punzantes. Los mareros, de ambas organizaciones, no necesitan convertir las latas en cuchillos, puesto que ellos logran trasegar, sin obstáculos, armas de corto y grueso calibre.

Foto: La Prensa

Los pandilleros envían mujeres, parientes y colaboradores a los centros comerciales de San Pedro Sula a comprar zapatos deportivos y ropa con el dinero de la extorsión.
Un sujeto vinculado a la Mara 18 le dijo a LA PRENSA que una parte del dinero recaudado mediante la extorsión tiene como destino los módulos de las cárceles, como la de Támara, para que los miembros lleven una vida sin limitaciones.

Las maras lavan el resto del dinero en negocios de personas insospechadas, otra porción la emplean en compra de armas, logística y en sufragar otros gastos en las operaciones delictivas ejecutadas en las calles.

Debido a que en Támara, ambas maras tienen ejércitos de miembros, mantienen la masa de harina de maíz en barriles y luego hacen las tortillas en sus cocinas, donde también tienen estufas que, cuando quieren, las usan para preparar crack.

Los mareros desayunan, almuerzan y cenan, además, pueden consumir cualquier otro alimento entre comidas porque tienen “pulpería” a disposición.

Como llevan una vida sedentaria, de completo ocio y en comunidad, se dan en lujo de estar en constante sesión, tramando crímenes y estrategias para seguir manteniendo el mercado interno y externo del narcomenudeo que también les genera recursos para sus gastos.

Foto: La Prensa

Logran adquirir sus propios alimentos para abastecer sus cocinas.
Un ciudadano que estuvo recluido en una cárcel le dijo a LA PRENSA que en varias ocasiones se enteró de que los jefes de las maras desde los módulos, a través de videollamadas realizadas por teléfono celular, se comunicaban con cabecillas de las organizaciones en El Salvador y Guatemala para hacer consultas y planificar crímenes.
Ambas maras tienen los mismos privilegios, pero las dos tienen estilos de vida diferentes. Los miembros de la MS-13 son menos ostentosos que los integrantes de la 18 que, ante la llegada de un extraño, actúan con arrogancia e intentan infundir temor.

Los miembros de la mara 18 siempre están rapados, por “higiene”, dicen. Usan zapatos deportivos de marcas extranjeras. Estos son comprados por sus mujeres, parientes o colaboradores de la organización.

“Yo compré bastantes pares de tenis caros, cuestan más de mil quinientos lempiras en el mall. También ropa. Ellos me mandaban a comprar con el dinero de la extorsión”, dijo un excolaborador de la 18 que solicitó el anonimato por motivos de seguridad.
En la cárcel de Támara, la ropa, los zapatos y otros artículos de uso personal son ingresados los días de visita, miércoles, sábado y domingo.

Foto: La Prensa

En Támara, en algunas celdas duermen dos reclusos.
En estos días, los módulos de ambas maras se convierten en centros de recreación porque son inundados por amistades y familiares, incluidos niños que llegan a visitarlos.

Por ejemplo, un día de visita, el módulo de la 18, llamado Escorpión, puede llegar a albergar mil personas adicionales, considerando que aquí hay 521 reclusos y cada uno recibe un promedio de dos personas.

Organizaciones religiosas que intentan rehabilitar a los pandilleros les proveen medicamentos para que los mantengan disponibles en sus clínicas particulares acondicionadas en pequeños cuartos.

Cuando un recluso presenta un problema de salud, las autoridades penitenciarias están en la obligación de darle asistencia; sin embargo, los mareros prefieren que los atiendan en su pequeña clínica si la situación no es grave, porque ellos creen que, de esta manera, no se exponen a que los maten los rivales.

Foto: La Prensa

Los presidios también tienen comodidades que ofrecen otras condiciones, según exreclusos entrevistados.
En el Centro Penal de San Pedro Sula, que alberga 601 pandilleros, las maras también tienen un trato privilegiado, al igual que en el resto de carceles, a excepción de El Pozo donde están aislados y bajo condiciones de extrema seguridad.

Un exrecluso del centro penal de San Pedro Sula le dijo a LA PRENSA que los privilegios en los presidios no solo los gozan los mareros.

“En los presidios existe el gobierno de pandillas, el gobierno de los paisas y el gobierno de las pesetas. Cada uno tiene su gente y sus negocios. Los tres tienen el mismo sistema de extorsión”, dijo.

Este exrecluso relató que otras personas, que no son mareros, llegan a pagar hasta 120 mil lempiras al año por un cuarto privado. Quien recibe el dinero es un coordinador que obedece a los intereses de cada uno de los gobiernos que están conectados con estructuras corruptas del sistema penitenciario . “Hay montón de cuartos que son caros”, dijo.