Donald Trump anunció que Estados Unidos seguirá implicado en la guerra más larga de su historia, la de Afganistán, y lo hará con un aumento no especificado de tropas y sin plazos fijos para su retirada.
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El 7 de octubre de 2001, menos de un mes después de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, el presidente George W. Bush lanzó una amplia ofensiva militar en Afganistán, tras la negativa del régimen talibán de entregar al jefe de Al Qaida, Osama Bin Laden. En apenas semanas, las fuerzas lideradas por Washington derrotaron a los talibanes, en el poder desde 1996.
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Sin embargo, la guerra en Afganistán dejó de ser foco prioritario de atención de Washington en 2003, cuando fuerzas estadounidenses invadieron Irak. Los talibanes y otros grupos islamistas se reagruparon en sus bastiones en el sur y el este del país.
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En 2008, el comando estadounidense en la zona pidió refuerzos para conducir una estrategia contra la insurrección. Bush aceptó enviar tropas adicionales y, para mitad de 2008, unos 48.500 militares fueron enviados a suelo afgano.
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En los primeros meses de presidencia de Barack Obama en 2009, electo con la promesa de poner fin a las guerras de Afganistán e Irak, el número de soldados estadounidenses rondaba los 68.000. Pero el 1 de diciembre, el mandatario anuncia el envío de otros 30.000 soldados, con lo que hasta 2011 habían unos 100.000 militares desplegados. El objetivo: frenar a los talibanes y fortalecer a las instituciones afganas.
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Finalmente, Bin Laden, cerebro de los atentados del 11 de septiembre de 2001 que propiciaron el inicio de la guerra, fue abatido el 2 de mayo de 2011 en una operación de las fuerzas especiales estadounidenses en su residencia en Abbottabad, Pakistán, donde vivía escondido.
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Tras la muerte de Bin Laden, en septiembre de 2014, Afganistán firmó un acuerdo de seguridad bilateral con Estados Unidos y un pacto similar con la OTAN: 12.500 soldados extranjeros, entre ellos 9.800 estadounidenses, permanecerían en el país en 2015, después de completar la misión de combate de la alianza atlántica a fines de 2014.
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Desde el comienzo de 2015, las tropas estadounidenses han estado encargadas de dos misiones: operaciones 'antiterroristas' contra Al Qaida y entrenamiento de fuerzas afganas. Pero la seguridad en el país ha empeorado. Ante el resurgimiento talibán, en julio de 2016 Obama, anunció que 8.400 soldados estadounidenses permanecerían en Afganistán en 2017.
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Según el Departamento de Defensa de EUA, 2.394 militares y funcionarios civiles del Pentágono, han muerto en Afganistán y los países aledaños desde 2001. El pico de muertos se alcanzó entre 2009 a 2012, pero los ataques continúan, especialmente de parte de soldados afganos que disparan contra sus instructores y consejeros.
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Este año, 10 soldados estadounidenses fueron asesinados en acción en Afganistán.
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El 1 de febrero de 2017, un informe del gobierno estadounidense señaló que las pérdidas de las fuerzas de seguridad afganas han aumentado un 35% en 2016 en comparación con el año anterior.
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Trump afirma que una salida precipitada de Afganistán dejaría un vacío que beneficiaría a los 'terroristas' del Al Qaida o del grupo Estado Islámico.
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Los expertos temen que al final el método Trump conduzca a un aumento del caos en Afganistán en perjuicio de los civiles, ya muy afectados.
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Un alto responsable estadounidense afirmó que Trump había autorizado al Pentágono a desplegar un máximo de 3.900 soldados estadounidenses más, que se sumarían a los 8.400 ya presentes en Afganistán en el marco de una coalición internacional de 13.500 efectivos.
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Antes de llegar a la Casa Blanca, Donald Trump había mostrado en varias ocasiones su inclinación por una retirada de las tropas de ese país.
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'No podemos repetir en Afganistán el error que nuestros líderes cometieron en Irak' con la retirada de 2011, insistió Trump.
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Foto: La Prensa
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Los talibanes reaccionaron a la advertencia del magnate estadounidense y les prometieron un 'nuevo cementerio' si se empeñan en seguir en el país.