26/04/2024
05:20 PM

A Maduro, el buen humor no le sale tan fácil

Muchos venezolanos dicen añorar el estilo más campechano y gracioso del que hacía gala Hugo Chávez.

El presidente Nicolás Maduro hace una buena imitación política de su antecesor Hugo Chávez. Al igual que el mandatario fallecido, el nuevo líder venezolano a menudo lleva una chaqueta de sudadera en los colores de la bandera del país, ondea el pequeño libro azul de la Constitución para defender sus acciones y utiliza una agresiva retórica contra los enemigos reales e imaginarios de Venezuela.

Sin embargo, a Maduro le falta un ingrediente clave: el sentido de humor campechano, y algunas veces picaresco, de Chávez.

Chávez, que murió en marzo tras 14 años en la presidencia, se veía a menudo serio, enojado y acusatorio. Pero también tenía un estilo natural, tranquilo y una habilidad innata para hacer bromas y contar historias que hacían reír a la gente, incluso en tiempos difíciles.

Chávez se burló repetidamente del ex presidente de Estados Unidos, George W. Bush, llamándolo “Mr. Danger” con un fuerte acento inglés. En una ocasión se rió de la forma de andar al estilo vaquero: “Camina como, ¿cómo se llama, el vaquero este? ... John Wayne”, dijo Chávez ante una multitud que respondió con risa, mientras imitaba el andar de Bush en jeans y botas de vaquero, sacando el pecho y arrastrando las piernas arqueadas.

Ese estilo ayudó al líder sudamericano a entablar una relación personal y directa con los venezolanos de la calle que fue crucial para su éxito político. Maduro, por su parte, todavía no ha logrado establecer esa conexión.

“Me cae bien Maduro y voté por él. Pero no me hace reír igual que Chávez”, dijo Gabriela Contreras, de 32 años, una vendedora ambulante en el centro de Caracas.
Para ver la brecha, basta con comparar la forma en que ambos abordaron un tema similar.

Venezuela ha sufrido una escasez energética durante años debido a una prolongada sequía y la falta de inversión en el sector.

Maduro, un ex conductor de autobús convertido en político, recientemente declaró una “emergencia” eléctrica. Mirando a las cámaras de televisión, con cara muy seria, dijo que parte del problema era el sabotaje de las centrales por fuerzas de la oposición —que no nombró— y prometió usar “mano de hierro” para resolver el problema.

En 2010, Chávez también culpó a la oposición por los cortes de energía, pero recomendó a todos los venezolanos que tomaran duchas más cortas, como hacía él, para ahorrar agua.

“Yo lo he contado: tres minutos es más que suficiente y no quedo hediondo”, dijo entre las risas y aplausos de sus seguidores. Luego acusó a los “moteles del amor” de utilizar demasiada electricidad, provocando aún más carcajadas.

Cuando Chávez se burlaba de la oposición, bromeaba diciendo que eran “piti-yanquis”, un término que usaba para señalar a quienes favorecían a EE.UU. y que atrajo tanta risa como desprecio. Maduro, por otro lado, simplemente se refiere a las fuerzas de la oposición como “la burguesía” o “fascistas”.

El actual presidente también ha intentado ser gracioso de vez en cuando, si bien no siempre con buenos resultados. En un acto de campaña a principios de año, sacó un plátano de su bolsillo y gritó “¡Maduro!” La multitud de asistentes aplaudió, pero otros intentos de repetir la broma no provocaron muchas risas.

“Maduro no cuenta con la creatividad de la palabra, la gracia, el humor, el encanto personal de Chávez”, opina Edgard Gutiérrez, un analista venezolano.

Chávez es alguien difícil de emular para cualquier líder. En muchos sentidos, era el venezolano por excelencia, descrito por un amigo de la infancia como “conversador, bailarín, el alma de la fiesta”.

Tal vez su burla más famosa, o infame, fue cuando llamó al ex presidente Bush “el diablo”, en un discurso ante la ONU en 2006. Bromeando, dijo que el podio aún olía a azufre.

Sin embargo, el humor incendiario de Chávez no fue del gusto de todos los venezolanos; algunos lo tacharon de vulgar.

Puede que tener un líder con poco sentido del humor no sea tan importante en algunos países. Pero en Venezuela, Chávez fortaleció su gobierno en torno al culto a la personalidad. Cuando estaba vivo, el gobierno ordenaba con frecuencia a las cadenas privadas de televisión que emitieran sus discursos, aunque duraran horas e interrumpieran partidos de béisbol o telenovelas, para poder entretener a los espectadores con cuentos largos o de repente cantar la canción de amor cubana Guantanamera. Chávez enfurecía a sus detractores, pero nunca pudieron decir que fuera aburrido.

Ahora, los venezolanos anhelan un estilo más ligero que recuerde a su antiguo líder. “Maduro siempre es tan serio; no sabe cómo divertirse”, dijo Dolores Vera, de 54 años, un ama de casa semijubilada.