26/04/2024
06:14 PM

Cómo discutir con Milton Friedman

en su célebre ensayo de 1970, “La responsabilidad social de las empresas es incrementar sus ganancias”, Milton Friedman la emprendió contra los intentos de fomentar “fines sociales deseables”, cosa que era “en extremo subversiva para el sistema capitalista”.

Desde entonces, mucha gente ha sostenido que Friedman se equivocó al plantear la elección entre accionistas y el resto de la sociedad tan plenamente en favor de los primeros.

Empero, el hecho de que los críticos de Friedman presenten ese argumento es la razón precisamente de que haya ganado el debate desde hace casi medio siglo. Friedman ganó como ganan los grandes polemistas: enmarcando hábilmente el debate en sus propios términos.

Ya que Friedman fue tan incendiario al plantear el cien por ciento contra el cero por ciento en ese compromiso, la oposición ha perdido todo el tiempo alegando en favor de una cifra inferior al cien por ciento para los accionistas. Al hacer así, esos disidentes aceptan implícitamente el punto de partida de Friedman, de que hay que hacer un compromiso fundamental entre los intereses de los accionistas y los de otros agentes sociales, como clientes y empleados.

Si la oposición hubiera sido más lista, hubiera atacado la premisa de Friedman desde un principio preguntando: “¿Qué pruebas hay de que efectivamente existe ese compromiso?” De haberlo hecho así, hubieran descubierto que Friedman no tenía pruebas de que existiera ese compromiso antes de 1970. Y hubiera descubierto también que sigue sin haber ni un ápice de evidencia de que concentrarse por completo en crear valor para los accionistas, con exclusión de otros agentes sociales, de hecho produce un valor mesurablemente superior para los accionistas.

Friedman no sintió la necesidad de reunir ninguna evidencia empírica para apoyar su argumento pues los compromisos son un artículo de fe sagrado para los economistas como él.

Yo soy economista pero pienso de manera muy diferente, cosa de la que culpo haber leído mucho a Aristóteles. Lo que él alegaba sobre la felicidad tiene más relevancia directa para incrementar el valor para los accionistas que cualquier cosa que haya escrito cualquier economista. Aristóteles mantenía que la felicidad no se derivaba de una búsqueda sino que era la consecuencia inevitable de llevar una vida virtuosa.

Lo mismo se aplica a las corporaciones. Si definen como su propósito crear más valor para los accionistas, es probable que éstos se resientan, pues esas ansias de ganancia alejan a los clientes, a los empleados y al mundo en general. En cambio, si las corporaciones se fijan como meta servir a sus clientes y empleados y contribuir significativamente a su comunidad, sus accionistas van a estar muy felices.

(Roger Martin ocupa la cátedra de Investigación Premier en productividad y competitividad es director académico del Instituto Martin Prosperity de la Escuela de Administración de la Universidad de Toronto. Es uno de los autores de “Playing to Win: How Strategy Really Works”).