29/04/2024
12:34 AM

Los sindicatos venezolanos chocan contra el gobierno

Nicolás Maduro también enfrenta un bloque poderoso, el sindicalis­mo organizado, que lo desafía cada vez más con huelgas.

Ciudad Guayana, Venezue­la.

Los trabajadores de la caver­nosa planta de acero de Sidor en esta ciudad protestan desde hace semanas contra los retra­sos en las negociaciones de un contrato laboral y despotrican contra una gerencia que consi­deran inepta. Pero el blanco de su ira no es un dueño privado en busca de ganancias.

Al contrario, es el gobierno socialista, que nacionalizó Sidor en 2008 como parte de la campa­ña del entonces presidente Hugo Chávez para fortalecer a la clase obrera frente a lo que tildaba de “capitalismo salvaje”.

“El Estado es el nuevo gran jefe y se ha quedado con todo, incluidos los derechos de los trabajadores”, dice Leonel Gri­sett, un líder sindical de Sidor que ha sido arrestado por enca­bezar protestas.

Maduro, quien sucedió a Chávez hace 17 meses, tiene pro­blemas para contener una crisis económica caracterizada por una inflación anualizada que supera 60%, una escasez extendida a toda clase de artículos desde pa­pel higiénico hasta aceite de coci­na, y un sector privado que según Coindustria, el mayor grupo que representa a las empresas manu­factureras, se está reduciendo.

Maduro también enfrenta un bloque poderoso, el sindicalis­mo organizado, que lo desafía cada vez más con huelgas.
Muchos trabajadores se vol­vieron en contra de una piedra fundacional de la revolución au­toproclamada del gobierno: la nacionalización de cientos de empresas privadas. Desde plan­tas de fertilizantes hasta embo­telladoras de leche y fundiciones, muchas compañías nacionaliza­das están en mal estado, según economistas y trabajadores.

Llamados a los ministerios de Comunicación e Información y de Industrias de Venezuela no fueron devueltos. Pero en sus dis­cursos, Maduro a menudo ataca al capitalismo de libre mercado y elogia la intervención estatal.

“La revolución de Chávez tuvo cosas extraordinarias”, afirma José Clemente Tata, el director designado por el Estado para in­tegrar la junta directiva de Sidor, o Siderúrgica del Orinoco. “Los trabajadores no tenían seguridad laboral, eran una clase oprimida. Ahora, el Estado los trata con res­ponsabilidad”, insiste.

Sin embargo, en Ciudad Gua­yana, una metrópolis venida abajo de 900.000 habitantes en las planicies orientales del país, que en su momento fue el centro de la industria venezolana, mu­chos de los 14.000 trabajadores de Sidor dicen que sus contratos vencieron y que el gobierno en­vía tropas cuando protestan. Se han quejado por tener un sala­rio mensual promedio de unos US$200, que no se mantiene a la par de la inflación.

La animosidad entre el go­bierno de Maduro y los trabaja­dores se acrecentó últimamente. Diosdado Cabello, el poderoso presidente de la Asamblea Na­cional, hace poco llamó a los lí­deres sindicales “mafias” que buscan desestabilizar el país. Maduro, quien fue conductor de autobús y líder sindical, calificó a los huelguistas como “narco-sin­dicalistas”, sin ofrecer evidencia de actividades ilegales.

Los trabajadores rompieron en agosto fotos del mandatario colgadas alrededor de la planta de Sidor. “Él mismo fue un tra­bajador”, sostiene Nerio Fuentes, que trabaja en Sidor desde hace 40 años, en referencia a Maduro. “Pero ni siquiera pudo venir a la planta y hablar con nosotros”.

El descontento se ha extendi­do a sindicatos que representan a cientos de miles de trabajado­res estatales.
La Federación Nacional de Trabajadores del Sector Públi­co, que representa a empleados administrativos y maestros, cri­ticó públicamente al gobierno este mes por retrasar la reno­vación de contratos. Algunos vencieron hace 10 años, lo que dejó a los trabajadores con sa­larios devaluados.

Chávez, quien asumió la pre­sidencia en 1999, prometió que los trabajadores prosperarían. No obstante, consideró que los poderosos sindicatos eran un vestigio del pasado capitalis­ta y trabajó para tenerlos bajo control, afirma Mariano Alvara­do, director de Provea, un grupo de derechos humanos que sigue temas sindicales.

El gobierno de Chávez penali­zó protestas a través de arrestos y cargos espurios contra los ma­nifestantes, indican Alvarado y lí­deres sindicales, y los reemplazó por sindicatos respaldados por el gobierno. Para obtener el apoyo de los trabajadores, aumentó los salarios regularmente. Maduro no ha podido mantener las alzas salariales al mismo ritmo.

“Llegó Chávez con este men­saje para la clase obrera”, dice Rubén González, un ex miembro del partido oficialista y líder sin­dical de la procesadora estatal de mineral de hierro Ferrominera, quien fue encarcelado en 2010 por organizar manifestaciones. “Pero sólo quieren sindicatos que apoyan su proyecto político”.

Unos 150 trabajadores, in­cluidos empleados de Sidor y empresas del sector petrolero, enfrentan cargos relacionados a protestas. La violencia también ha aumentado notablemente, dice Provea, y 59 sindicalistas murieron el año pasado en en­frentamientos entre sindicatos independientes y respaldados por el Estado.

Incluso antes de Chávez, el gobierno jugaba un papel im­portante para impulsar la eco­nomía. El presidente Rómulo Be­tancourt fundó Ciudad Guayana en 1961 con la meta de conver­tirla en un centro industrial. La ciudad creció de forma acelerada conforme surgieron fábricas de acero y aluminio.

Se prevé que Sidor no alcance este año siquiera un cuarto de los 4,3 millones de toneladas de ace­ro líquido producidas en 2007, el año previo a la estatización.

La violencia estalló en agos­to, cuando unos 2.000 trabaja­dores de Sidor realizaron una marcha cerca de la planta, di­ciendo que estaban cansados de esperar que un contrato nuevo reemplazara el que había venci­do hace cuatro años.

Los manifestantes se enfren­taron a tropas de la guardia na­cional, que respondieron con ga­ses lacrimógenos, balas de goma e incluso municiones, y un puñado de manifestantes resultaron heri­dos, según trabajadores y obser­vadores de derechos humanos.

Días después, una vocera del gobierno anunció un nuevo acuerdo por los contratos. Eso sorprendió y enfureció a mu­chos líderes sindicales, quienes afirmaron que no habían revi­sado ni firmado el convenio. Las protestas no cedieron. Aunque el nuevo contrato elevaría los sala­rios en 20%, los trabajadores di­cen que no es suficiente.