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Crisis en China desata vértigo de recesión global

  • 29 agosto 2015 /

PEKÍN. Entre la incertidumbre de fondo y el acuciante nerviosismo de los últimos días ha mediado el colapso de los parqués chinos, una historia que de momento se escribe en dos capítulos, aunque no se entiende sin un largo prólogo: la formación de una burbuja bursátil.

Ese preámbulo comienza en noviembre del año pasado, cuando las bolsas de China iniciaron una larga racha alcista que arrancó con el índice general de la Bolsa de Shanghái, el de referencia, rondando los 2,400 puntos.

Entró en 2015 por encima de la barrera psicológica de los 3,000 puntos, el máximo desde 2009, y su euforia los elevó hasta los 5,000 en junio, una cota que no se alcanzaba desde hacía siete años.

En ese punto, los más de 90 millones de inversores individuales que contaban por entonces los parqués chinos, y que representan el grueso de su actividad, decidieron pasar página y abrieron el primer capítulo de la crisis.

En un principio, las pérdidas se atribuían a recogidas de beneficios tras las ganancias récord y quedaban tapadas por la amenaza de bancarrota de Grecia, pero se fueron acumulando y, ante el pánico de quienes abandonaban cada vez más sus inversiones en bolsa, instalaron a los mercados en la vorágine.

Con el fin de ese primer capítulo, algunos dieron por concluida la crisis bursátil, pero el revés que sufrieron los parqués el 27 de julio (Shanghái cayó un 8.48 %) avisó de lo que estaba por llegar.

El segundo episodio empezó el 18 de agosto con el referencial rozando los 4,000 puntos y, después de seis cierres en rojo en siete sesiones, tocó fondo el pasado miércoles, otra vez por debajo de los 3,000 enteros y en pérdidas anuales.

A la espera de un tercer capítulo, la evolución de los mercados ha demostrado qué tan grande es la influencia de China en el contexto internacional que, cuando sus bolsas se han asomado al abismo, al mundo entero le da vértigo.