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El menor riesgo en los países del primer mundo atrae a las grandes petroleras

  • 29 julio 2014 /

Simon Bridges quiere ser el señor de las plataformas de pe­tróleo en Nueva Zelanda.

Wellington, Nueva Zelan­da.

En esta tierra de montañas y arroyos, Simon Bridges quiere ser el señor de las plataformas de pe­tróleo.
Como ministro de Energía y Recursos, Bridges es responsable de las aspiraciones de Nueva Ze­landa de entrar a las grandes ligas del sector petrolero. El funcionario recorre el mundo para promocio­nar a su país entre las empresas de exploración.

En el pasado, era una tarea difí­cil. Nueva Zelanda es un país remo­to y está entre los lugares más caros del mundo para buscar crudo mar adentro. Las grandes petroleras la evitaron. Hoy, sin embargo, está ex­perimentando un auge de explora­ción que forma parte de un cambio más amplio: después de décadas de enfocarse en naciones menos desa­rrolladas, las grandes empresas se vuelcan a países ricos en busca de petróleo y gas. Estos lugares impli­can mayores costos y regulaciones más estrictas, pero su estabilidad política ofrece flujos de caja más previsibles.

Gobiernos de países desarrolla­dos como Nueva Zelanda intentan aprovechar el nuevo escenario. Hace cinco años, el gobierno neozelandés decidió que la economía dependía demasiado de sectores como la cría de ovejas y el turismo inspirado por las películas de El señor de los ani­llos, cuenta Bridges.

El país vio una oportunidad en las empresas petroleras que de­seaban evitar zonas problemáti­cas, dice. En 2009, Nueva Zelanda anunció un “Plan de Acción Petro­lero” para atraer a compañías y con­trató a un ejecutivo estadounidense para cortejar a las firmas explorado­ras. “Queremos hablar el idioma” de las petroleras, dice Bridges. En 2012, empresas del sector gastaron cerca de US$1.270 millones en exploración en Nueva Zelanda, según las cifras más recientes del gobierno, frente a US$346 millones una década atrás.

La campaña de Nueva Zelanda tiene lugar en momentos en que Royal Dutch Shell PLC y otras em­presas evalúan su exposición a re­giones inestables. Shell decidió hace unos siete años aumentar el gasto en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Econó­micos (OCDE), que agrupa a las na­ciones más ricas del mundo, a más de 60% de su capital de exploración y producción, indica Simon Henry, director financiero de la petrolera anglo-holandesa.

El año pasado, Shell destinó 67% de sus fondos para exploración y producción a estos países, frente a 57% hace siete años. “Sería bueno si la mayoría de nuestro flujo de caja proviniera de países de la OCDE”, afirma su presidente ejecutivo, Ben van Beurden.

Durante décadas, las grandes pe­troleras apostaron a que valdría la pena invertir en países en desarro­llo pese a los riesgos de violencia y corrupción. Los gobiernos con fre­cuencia alcanzaban acuerdos atrac­tivos, la regulación era relajada y los costos laborales eran bajos. En los últimos años, sin embargo, la violen­cia, las tensiones con los gobiernos y los mayores requisitos que exigen las petroleras estatales han perjudi­cado las ganancias en África del Nor­te y Asia Central.

En 2013, las mayores petroleras privadas del mundo —las estadouni­denses Exxon Mobil Corp. y Chevron Corp., además de Shell— destinaron 66% de sus presupuestos de explo­ración y producción a países de la OCDE, calcula la firma de investi­gación Sanford C. Bernstein Ltd., frente a 49% en 2003. Eso se debe, en gran parte, a que las empresas asignan una mayor proporción de sus crecientes presupuestos a paí­ses desarrollados, y no porque es­tén retirándose en masa de merca­dos emergentes.

No obstante, en algunos casos se están yendo. Chevron vendió este año sus activos en Chad. Exxon se ha desprendido de participaciones en proyectos en Irak e Indonesia. Desde 2010, Shell ha vendido US$1.800 mi­llones en activos en Nigeria y el año pasado inició negociaciones para deshacerse de cuatro bloques y un oleoducto en ese país, según fuen­tes al tanto.

Parte de la nueva tendencia es atribuida al gasto en proyectos de esquisto en América del Norte, con­forme nuevas tecnologías posibili­tan la extracción en yacimientos vie­jos. Sin embargo, en muchos casos, la estabilidad política y una nueva apertura regulatoria constituyen un gran atractivo.

Nueva Zelanda ilustra bien esta tendencia. El país ofrece una rare­za: millones de hectáreas no explo­radas frente a sus costas.

La industria petrolera es peque­ña en el país, al generar un cuarto de las exportaciones, detrás de la madera, productos lácteos, carnes y vísceras, según cifras de 2009. Ese año, el gobierno publicó su plan para promocionar y desarrollar sus recursos petrolíferos.

Otros países también han re­lajado sus regulaciones. En mayo, el gobierno británico propuso un nuevo sistema de pago a propieta­rios de viviendas para permitir a empresas explorar petróleo y gas. También creó incentivos tributa­rios para alentar la explotación de petróleo en sus costas.

En 2012, Canadá facilitó la apro­bación de proyectos de oleoductos. Asimismo, Shell y Exxon tienen proyectos frente a su costa orien­tal, donde gobiernos locales han invertido en datos sobre sus lechos marinos para atraer a empresas. La geología promisoria y un gobierno estable, con el cual es fácil tratar, son atractivos, sostiene Anita Perry, vi­cepresidenta de asuntos guberna­mentales en la región de la británi­ca BP PLC. “Han fijado regulaciones buenas y claras con las cuales podía­mos trabajar”, dice.

En Nueva Zelanda, el gobierno tomó imágenes del lecho marino para atraer a compañías interesa­das, realizó licitaciones de nuevas áreas de exploración y solicitó con­sejos de empresas de petróleo y gas sobre cómo elaborar regulaciones. Los funcionarios “definitivamente nos respaldan”, dice Garth Johnson, presidente ejecutivo de Tag Oil Ltd., que ha elevado el gasto en perfora­ción en tierra. Agrega que “sus tasas de regalías son atractivas”.

Un obstáculo en Nueva Zelanda han sido los medioambientalistas, que se oponen a las perforaciones. En 2010, generaron una polémica al publicar planes oficiales para permitir la exploración en ciertas áreas de conservación, tras lo cual el gobierno tuvo que cancelar la propuesta.

La brasileña Petrobras SA acor­dó en 2010 gastar US$118 millones en exploración marina, pero una flota de Greenpeace rodeó su bu­que de perforación. Finalmente se fue de Nueva Zelanda sin perforar nada. Una vocera de Petrobras dice que el trabajo de la empresa estatal “no mostró suficientes reservas de petróleo y gas”. Dos funcionarios neozelandeses dicen que creen que los manifestantes fueron los respon­sables. Bunny McDiarmid, directora ejecutiva de Greenpeace en Nueva Zelanda, también piensa que los ma­nifestantes influyeron en la decisión de Petrobras.


La partida de la brasileña fue un duro golpe y el gobierno redo­bló sus esfuerzos para hacer que las petroleras se sientan bienvenidas. Las iniciativas han incluido la com­pra de software de seguimiento de proyectos e invitaciones a ejecuti­vos de 10 empresas a la Copa del Mundo de Rugby.