26/04/2024
07:10 PM

Salió de una aldea para convertirse en millonaria

  • 27 enero 2016 /

Zhou Qunfei, nacida en un empobrecido pueblo rural de China, hizo una fortuna gracias a la industria tecnológica

San José, Costa Rica.

El crear a un proveedor mundial, Zhou Qunfei, de 45 años, ha llegado a definir una nueva clase de emprendedoras que han acumulado su riqueza a partir de cero; algo raro en el mundo de los negocios.

En Japón, por ejemplo, no hay una sola multimillonaria que no haya heredado su fortuna, según Forbes.

En Estados Unidos y Europa, la mayoría de las mujeres multimillonarias aseguraron su riqueza mediante herencias.

Ningún país tiene más multimillonarias que hayan forjado su propia fortuna que China. El Partido Comunista de Mao Tsetung promovió la igualdad de género, lo que permitió que las mujeres prosperaran cuando el capitalismo empezó a enraizarse, según Huang Yasheng, un experto en la clase emprendedora de China en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés).

Y, en un país con pocos jugadores establecidos, los emprendedores como Zhou pudieron dejar su marca con rapidez cuando entraron en el negocio en los 90, mientras el motor económico estaba revolucionando a China.

Zhou no es una celebridad caciquil, como Jack Ma, el multimillonario fundador de Alibaba, el gigante del comercio electrónico. Pocos en China habían oído su nombre antes de la oferta pública que hizo su compañía el año pasado.

Es raro que conceda entrevistas o se presente en actividades públicas.

Estricta

Una mujer elegante, con cara angelical, anteojos redondos y preferencia por los trajes Christian Dior, Zhou es quisquillosa y exigente. “¡Siéntese derecho!”, ordena a una gerente general durante una reunión.

No obstante, exuda encanto y humildad, un reconocimiento discreto de que, fácilmente, las cosas podrían haber resultado diferentes. “En el pueblo donde crecí, muchas muchachas no podían decidir si iban o no a la secundaria.

Se comprometían o se casaban y pasaban toda su vida en ese pueblo”, dijo en una entrevista en su oficina. “Yo elegí estar en los negocios, y no lo lamento”.

La menor de tres hijos nació en una comunidad agrícola, un pueblito en la provincia de Hunan, en el centro de China, que está a cerca de dos horas al sur de Changsha, la capital provincial. Su madre murió cuando ella tenía cinco años.

Su padre, un artesano especializado, perdió un dedo después y la mayor parte de su visión en un accidente industrial.

En la casa, ella ayudaba a la familia a criar cerdos y patos para alimentación a fin de tener dinero extra. Destacaba en la escuela.

“Era una estudiante talentosa que trabajaba mucho”, cuenta Zhong Xiaobai, quien fuera su maestro de secundaria.

“En una ocasión, en clase, leí su composición ‘Mi madre’ en voz alta. Era tan conmovedora que hizo que todos se soltaran a llorar”.

A pesar de su concentración académica, desertó de la escuela a los 16 años y viajó al sur, a la provincia de Cantón, para vivir con la familia de su tío y buscar un mejor empleo. Mientras soñaba con ser diseñadora de modas, por fin consiguió un empleo en la planta de producción de una fábrica, en la ciudad de Shenzhen, haciendo vidrios para reloj por cerca de un dólar diario.

Las condiciones, contó, eran duras. “Trabajaba de las 8:00 am a la medianoche y, a veces, hasta las 2:00 am”, recordó Zhou. “No había turnos, apenas unas cuantas docenas de personas, y todas pulíamos el vidrio. No lo disfrutaba”.

A los tres meses decidió renunciar y le escribió una carta al jefe. En ella se quejaba del horario y el aburrimiento. Con todo, expresó su gratitud por el empleo, diciendo que quería aprender más.

La carta impresionó al jefe de la planta, quien le dijo que la fábrica estaba a punto de adoptar procesos nuevos. Le pidió que se quedara y le ofreció una promoción. Fue la primera de varias en los siguientes tres años.

El “sí” que la catapultó

En 1993, Zhou, con 22 años, decidió emprender su propio camino. Con tres mil dólares en ahorros, varios familiares y ella empezaron su propio taller junto a la fábrica. Atrajeron clientes con la promesa de vidrios para reloj de mucha mejor calidad. En la empresa nueva, Zhou hacía todo.

Reparaba y diseñaba la maquinaria de la fábrica. Aprendió sola los complejos procesos de imprimir en pantallas y las difíciles técnicas que le permitieron mejorar las impresiones en los vidrios curvos. Se trataba del teléfono móvil que hizo multimillonaria a Zhou.

En 2003 seguía haciendo vidrios para relojes cuando recibió una llamada telefónica inesperada de los ejecutivos de Motorola.

Le preguntaron que si estaría dispuesta a ayudarlos a desarrollar una pantalla de vidrio para su nuevo aparato, el Razr V3. En ese entonces, las pantallas de la mayoría de los teléfonos móviles se hacían de plástico.

Motorola quería una de vidrio que pudiera ser más resistente a rayones y brindar imágenes más precisas en los mensajes de texto, las fotografías y los multimedia. “Recibí esta llamada y me dijeron: ‘Solo responda sí o no, y si la respuesta es sí, la ayudaremos a establecer el proceso’”, recordó Zhou. “Dije que sí”.

Poco después, empezaron a llegar los pedidos de otros fabricantes de teléfonos móviles como HTC, Nokia y Samsung.

Después, en 2007, Apple entró en el mercado con el iPhone, que tenía una pantalla táctil de vidrio con teclado habilitado, que replanteó las reglas del juego de los aparatos móviles. Apple escogió a Lens como su proveedor, impulsando a la compañía de Zhou a una posición dominante en China.

Lens opera las 24 horas del día con 75 mil obreros dispersos en tres principales plantas manufactureras que ocupan 324 hectáreas en la región de Changsha. Cada día, la compañía recibe embarques de vidrio a granel de fabricantes de todo el mundo, como Croning, en EUA, y Asahi Glass, en Japón.

Se corta el vidrio, se reduce a tamaño, se le hace agujeros y se pule para darle a cada lámina un acabado transparente. Luego, las fortalecen en un baño de iones de potasio, se pintan y se curan. Finalmente, se limpian y se les cubre con películas para evitar las manchas y que sean antirreflejantes.

Zhou diseña y organiza casi todos los pasos del proceso, un enfoque orientado a los detalles que ella ubica en su infancia.

“Mi padre había perdido la vista, así es que colocábamos algo en alguna parte, tenía que ser en el sitio correcto, exactamente, o algo podía salir mal”, comentó.

“Esa es la atención al detalle que exijo en el centro de trabajo”.