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Deje de diseñar para los milenarios

  • 20 julio 2015 /

Parece que todas las compañías están intentando aprovechar el mercado de milenarios

Washington, Estados Unidos.

Pareciera que todas las compañías están intentando aprovechar el mercado de milenarios.

Tienen buenos motivos: este año, los milenarios superarán en número a los “baby boomers” (generación de posguerra) con aproximadamente 75 millones de personas en Estados Unidos de menos de 34 años.

Están alcanzado la edad de consumo independiente, empezando a tener hijos y volviéndose una presencia en la fuerza laboral.

Entonces, cuando sale una investigación que muestra que los milenarios se comportan de manera diferente al resto de la población, no sorprende que todo mundo pare las orejas.

Un sondeo reciente de Gallup mostró que 44% de los milenarios estadounidenses creen que las firmas mantendrán privados sus datos personales todo el tiempo, o casi todo, en comparación con el 32% de los de la generación X y los “baby boomers”.

¿Significa esto que los milenarios están dispuestos a compartir más de sus datos personales a cambio de sus servicios? ¿Debería usted diseñar sus productos y servicios teniendo esto en mente?

En nuestra opinión, esta forma de pensar es equivocada. Diseñar para cohortes generacionales aporta poco valor porque poco los une además de posiblemente la etapa de la vida.

Y cuando las compañías efectivamente intentan aplicar una lente generacional a un producto o servicio, encontramos que los resultados son insignificantes o potencialmente dañinos.

Un mejor enfoque es diseñar para arquetipos representativos de ciertos rasgos de actitud y de comportamiento y luego combinarlos con tendencias sociales, de mercado y de tecnología emergente, todas cosas que trascienden la edad o la generación.

Esto crea soluciones que resuenan entre un grupo más amplio de gente.

Por ejemplo, una firma de servicios financieros nos pidió que rediseñáramos su experiencia en las tabletas para atraer a un segmento de clientes ricos generalmente de más edad.

Pero nuestra investigación de diseño mostró que la gente que quería interactuar con el banco a través de una tableta era tecnológicamente conocedora y financieramente culta, un grupo de actitudes diseminado entre edades y riqueza.

Lo que empezó como un simple proyecto de aplicación se convirtió en una reconcepción de toda la industria sobre cómo debían interactuar con sus clientes.

Así es como debería funcionar el diseño de productos. Cubrir las necesidades funcionales y emotivas de un grupo de gente tiene mucho más probabilidad de generar resultados transformadores que enfocarse en una cohorte generacional con vínculos tenues.