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Cuando el crecimiento económico no produce felicidad

  • 22 junio 2016 /

Estados Unidos registró una notable expansión económica. No obstante, los sondeos no mostraban ningún aumento en la alegría de su población.

Tegucigalpa, Honduras.

La gente rica es más feliz que la gente pobre, en promedio, y los países más ricos son más felices que los países pobres. Y pese a ello, creciente riqueza nacional no siempre es acompañada por creciente felicidad nacional.

Esta es la famosa paradoja de Easterlin, llamada así en honor al economista Richard Easterlin, el primero en observar un fenómeno desconcertante: entre 1946 y 1970, Estados Unidos registró una notable expansión económica.

No obstante, los sondeos no mostraban ningún aumento en la felicidad durante todo este auge de la posguerra.

Shigehiro Oishi y yo intentamos probar si la desigualdad en el ingreso puede explicar parcialmente estos descubrimientos. Conforme una economía crece, ese crecimiento típicamente no se comparte igualmente.

A menos que existan mecanismos redistributivos, los ricos registran un incremento desproporcionado en su ingreso per cápita; los ricos se hacen más ricos, y la desigualdad se amplía.

La desigualdad se ha relacionado con menores niveles de confianza en los demás y menor sensación de justicia; tanto la confianza como la justicia predicen la felicidad.

Y la desigualdad se relaciona con menos oportunidades económicas, menos movilidad social, salud general más deficiente y mayores niveles de crimen.

Todas estas condiciones causan ansiedad, restando al sentido general de seguridad y bienestar de una sociedad. Por tanto, la paradoja de Easterlin pudiera tener más probabilidad de presentarse cuando el crecimiento económico viene acompañado de creciente desigualdad en el ingreso.

Para probar esta idea, Oishi y yo analizamos patrones de ingreso per cápita, desigualdad y felicidad en dos conjuntos de datos con información de 34 países.

El primer conjunto estaba compuesto por 16 países desarrollados, incluyendo Finlandia, Francia, Japón y España.

El segundo conjunto de datos fue tomado de Latinobarómetro, un sondeo completo de 18 países latinoamericanos, como Argentina, Brasil y Colombia.

Nuestra investigación dejó dos cosas claras: primero, en ambos grupos de países, la desigualdad se asoció con menores niveles de felicidad luego de controlar estadísticamente el producto interno bruto (PIB) per cápita.

En otras palabras, la desigualdad es mala para la felicidad, descubrimiento que se ha demostrado múltiples veces.

En segundo lugar, la desigualdad mitiga los efectos positivos del desarrollo económico sobre la felicidad. Para los países desarrollados, la relación positiva entre crecimiento del ingreso y felicidad desapareció con desigualdad creciente.

Para los países latinoamericanos, la relación negativa entre crecimiento en el ingreso y felicidad se volvió más fuerte con desigualdad creciente.

¿Por qué la relación entre crecimiento en el ingreso y felicidad es distinta en los dos conjuntos de datos? Pudiera ser que los países latinoamericanos son, en promedio, más pobres que las economías más avanzadas, y que son mucho más desiguales.

Nuestra información no presentó respuestas inequívocas. Sin embargo, lo que podemos decir a ciencia cierta es que es una falacia equiparar el PIB con el bienestar.

(Selin Kesebir es profesora asistente de comportamiento organizacional en la Escuela de Negocios de Londres).