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Con apenas 10 años y empleado legal en Bolivia

  • 30 octubre 2014 /

Los niños de menos de 14 años representan 58% de los 850.000 trabajadores infantiles en Bolivia, según Unicef.

La Paz, Bolivia.

De niño, el presidente boliviano Evo Morales ayudó a su familia de bajos recursos de varias formas: vendió helados, horneó pan, colocó ladrillos y, según un biógrafo, pastoreó 50 llamas a través de los Andes para canjearlas por maíz y carne seca.

Décadas más tarde, Morales, que fue reelegido para un tercer manda­to este mes, respaldó una nueva ley para reducir la edad mínima de los trabajadores infantiles, lo que con­vierte a Bolivia en el único país que permite legalmente que los niños de 10 años en adelante trabajen, según Human Rights Watch.

En medio del progreso del go­bierno de Morales para expandir la economía y reducir la pobreza, la ley, aprobada en julio, es vista por algunos defensores de los derechos infantiles como un paso atrás.

La legislación podría alentar a que más niños busquen trabajo, abandonen el colegio y perpetúen un ciclo de pobreza, advirtió Mar­coluigi Corsi, el representante de Unicef aquí. También enfrenta a Bo­livia con la Organización Internacio­nal del Trabajo, que estipula que 14 años es la edad mínima para trabajar en los países en desarrollo.

Otros países latinoamericanos están avanzando en la dirección opuesta. En junio, por ejemplo, México elevó su edad mínima para trabajar de 14 a 15 años.

Pero el gobierno boliviano afir­ma que la nueva ley simplemente reconoce las duras realidades de un país mayormente indígena don­de 42% de la población sigue siendo pobre y los niños a menudo ayudan a sustentar económicamente a sus familias. La medida, según los fun­cionarios, crea una red de seguridad más amplia para los trabajadores de menos de 14 años, al exigir que se registren para solicitar permisos de trabajo y que los empleadores brin­den condiciones humanas y una re­muneración justa.

“Lo políticamente correcto es decir que los niños no deberían tra­bajar”, dijo en una entrevista la mi­nistra de Comunicación, Amanda Dávila. “Pero el gobierno ha consi­derado que lo políticamente correc­to es una hipocresía”.

Lo mismo piensan muchos traba­jadores infantiles en Bolivia.

Los niños de menos de 14 años representan 58% de los 850.000 trabajadores infantiles en Bolivia, según Unicef. Y ellos, más que los grupos de influencia de adultos, fueron quienes presionaron a los legisladores.

En diciembre, miembros de la Unión de Niños, Niñas y Adolescen­tes Trabajadores de Bolivia (Unats­bo) marchó hacia el palacio presi­dencial de La Paz para presionar por conseguir el reconocimiento legal de los trabajadores de menos de 14 años. La policía antimotines disparó gases lacrimógenos y las imágenes de jóvenes respirando con dificultad y con los ojos rojos alarmaron al pre­sidente Morales.

Tras reunirse con los trabajado­res infantiles, Morales declaró: “No debe prohibirse (el trabajo infantil), pero cuidarlos, protegerlos”.
La Asamblea Legislativa siguió su consejo y reescribió partes del “Código del Niño, Niña y Adolescen­te” de Bolivia. Ahora, los menores a partir de los 12 años que tengan per­miso de sus padres pueden trabajar bajo contrato y quienes tengan más de 10 años pueden ser trabajadores autónomos, mientras sigan asistien­do al colegio en ambos casos.

Luis Canaza, de 15 años, sostu­vo que los empleos de medio tiem­po pueden mejorar las destrezas en matemática y aportar dinero para comprar uniformes escolares y li­bros. El joven, que trabaja desde los 7 años, realiza espectáculos de paya­so los fines de semana y además tra­baja como voceador, anunciando los destinos de microbuses para atraer pasajeros.

“Yo no veo nada malo en que los niños de 10 o 12 años trabajen”, dijo Luis, cuyo hermano de 10 años suele trabajar con él.
Pero quienes se oponen a esta política sostienen que los jóvenes podrían terminar exhaustos para prestar atención en clase o hacer sus tareas escolares luego de ven­der pasajes de autobús, lavar platos o vender ropa en mercados al aire libre. También predicen que la ley no se cumplirá.

Por ejemplo, la medida obliga al gobierno a intervenir cuando los empleadores abusan de los niños, pero las inspecciones en los luga­res de trabajo son poco frecuentes, afirmó Teófila Guarachi, directora de asuntos de niños y adolescen­tes de La Paz para la Defensoría del Pueblo.

Además, es fácil encontrar a los preadolescentes realizando trabajos que el gobierno clasifica como de­masiado peligrosos para los niños, como cortar caña de azúcar con ma­chete o fabricar ladrillos, lo que in­volucra gases tóxicos.

Durante una visita reciente a una fábrica de ladrillos en La Paz, Hugo Cupana, de 9 años, respiraba con es­fuerzo mientras usaba rastrillos de jardín para traspasar ladrillos recién horneados a una carretilla. Luego, junto a su hermana de 14 años, Érica, arrastraron la pesada carga hasta un depósito cercano.

Érica afirmó que ganan unos US$3 por trasladar 1.000 ladrillos, dinero que va a sus padres, quienes son vendedores de frutas y tienen ocho hijos.

Fernando Siles, el dueño de la fá­brica de ladrillos, afirmó que contra­ta sólo a un puñado de niños para trabajar luego de sus clases y que los mantiene alejados de las calles. Siles sabe que contratar un niño de 9 años es ilegal pero afirmó que los inspectores laborales del gobierno nunca lo han molestado.

En Bolivia tampoco se cumple el requisito de obtener permisos labo­rales para niños menores de 14 años, que son distribuidos por oficinas de defensa infantil del gobierno local. Estas entidades deben evaluar el es­tado físico y mental de los postulan­tes y luego entrevistar a sus padres para determinar cuán grave es la necesidad de que trabajen. Aun así, estas oficinas ni siquiera existen en casi la mitad de los 341 municipios de Bolivia.

Dávila, la ministra de Comuni­cación, afirmó que el gobierno pla­nea aumentar la cantidad de per­sonal en el Ministerio de Trabajo y Defensorías del Pueblo y lanzar una campaña para educar a los em­pleadores y los niños sobre las nue­vas reglas.
Marcelo Claros, quien encabe­za la Defensoría de la Niñez de La Paz, sostiene que el gobierno debe­ría concentrarse en problemas más fundamentales, como la falta de ac­ceso a la educación sexual y a los métodos anticonceptivos en muchas partes del país. Eso puede conducir a familias más grandes y pobres, y a más trabajo infantil.
Pero el gobierno muestra resis­tencia a ese tipo de ideas.

Otro factor que perjudica la cau­sa de los defensores de los niños es la improbable trayectoria del presi­dente. Muchos bolivianos conside­ran a Morales, que comenzó a tra­bajar como pastor de llamas con su padre a los 4 años, como la mejor prueba de las ventajas del trabajo infantil. “El mensaje viene desde arriba”, dijo Claros. “Nuestro pre­sidente dice: ‘Yo he trabajado desde pequeño y yo soy ahora presidente del país’”.