25/04/2024
06:22 AM

Cuentos y Leyendas de Honduras: El enamorado

Las muchachas se reían con las ocurrencias de aquel joven...

San Pedro Sula, Honduras

Cuentos y Leyendas de Honduras: El enamorado

José Luis vivía en uno de los barracones de Lima vieja, cortés, le gustaba dormir en una de las hamacas que su papá había instalado abajo en la casa, además desde ahí podía decirle piropos a las cipotas que por ahí pasaban. “Adiós Lorenita de mi alma... los primeros 10 hijos los vas a tener conmigo mamacita”. Las muchachas se reían con las ocurrencias de aquel joven que aunque no era bien parecido, tenía el don de agradar a los demás.

La abuela le decía: –Yo no sé cómo es que te hacen caso las mujeres si ni bonito que sos jajajajajaja. –Así es abue, pero la suerte de los feos los bonitos la desean jajajajajajaja –Vé, ¿y donde aprendiste ese refrán? –Mi papá lo dice, como él es medio feo jajajajajaja–.Así se la pasaban con la abuela contando chistes y alegrándose la vida, hoy los muchachos no hablan con los padres mucho menos con las abuelas, pasan metidos en Intenet y chateando en la compu o con el celular.

–Adiós Juana Paula, un día de estos me voy a prender como garrapata en tu piel –mejor hacete patacón y te le prendés a una vaca, jajajajajaja–. Las muchachas también tenían las respuestas adecuadas cuando José Luis le lanzaba esos piropos chabacanes. Una tarde se estaba quedando dormido en una hamaca cuando escuchó que encendieron el motor de un viejo Ford que estaba abandonado en un solar que quedaba frente a su casa. –Vaya –dijo–, al fin arreglaron esa vieja cháchara oxidada–.

No le dio ninguna importancia y siguió durmiendo. Al despertar subió al barracón y le dijo al papá: –¿Quién encendió el Ford abandonado papá? –Vos estas loco, ese carro no tiene motor desde que lo dejaron allí los gringos de la compañía. –No me diga... pero si yo escuché cuando lo encendieron, hasta el tufo de la gasolina sentí.

–Bueno, dejemos eso así hijo, de seguro lo soñaste–. José Luis por la mañana se iba a trabajar y por las tardes regresaba a su casa, saludaba a todos y luego se iba a su hamaca favorita para ver pasar a las muchachas: –¡Huy, Margarita!, estás más nalgona que un zompopo... –Nalgona estará tu abuela.

–No te enojes que el pico se te estira como chancho–. Finalmente las mujeres siempre se reían por los piropos del joven. Una tarde, cuando se estaba quedando dormido, le tiraron una muñeca de trapo que le golpeó la cabeza: –Dejate de bromas Mario –así se llamaba el hermano–, mirá que me dolió–. No hubo respuesta, todos estaban arriba en la casa. Miró hacia todos lados y recordó que en su casa no había mujeres ni quien jugara con muñecas. “Esa fue alguna de esas picaritas que pasan por aquí, pensó, me voy a hacer el dormido a ver si la descubro”. Se hizo el dormido con ojo abierto y el otro cerrado vigilando atentamente para averiguar quién le había tirado la muñeca de trapo.

Pasaron las horas y no pasó nadie por el lugar, agarró la muñeca y contó a su mamá lo sucedido, ella asustada le preguntó: –Pero estás seguro que fue esa muñeca la que te tiraron, ¿no sería que te pegaron una pedrada? –No mamá fue con ella–. La señora se puso pálida: –Pero... es que esta muñeca perteneció a mi tía Isolina cuando era niña, fue la que te dije que había muerto de diez años, andá y preguntale a tu abuela–. La anciana lloró mucho al ver la vieja muñeca de trapo de pronto se puso rígida y pálida –Pe... pero fue con esta muñeca que la enterramos–. Todos en la casa quedaron impactados, cómo era posible que aquella muñeca apareciera en la casa después de haber pasado 30 años de haberla enterrado junto al cuerpecito de su dueña... –Algo quiere decirnos mi hija Isolina, quién sabe desde cuando anda penando y ahora nos avisa a través tuyo José Luis–.La señora era devota de Santa Marta, y desde esa misma noche rezaron en casa un novenario por el descanso del alma de Isolina.

Las cosas se fueron olvidando, la muñeca fue llevada al cementerio, donde de nuevo la enterraron en la tumba de la difunta niña. José Luis volvió a su antigua costumbre de enamorar a las cipotas que pasaban. –Adiós Susana, aquí está el que echa baba en tu ventana. –¿Ah Sí?, ya sabía que eras un baboso –le dijo la joven– jajajajaja–.

Volver a su antigua diversión le hizo olvidar el incidente de la muñeca. Cuando dejaban de pasar sus amigas se dormía profundamente en su hamaca con una sonrisa de satisfacción, se durmió lentamente y pensando en una de las muchachas que le gustaba... cuando escuchó una voz ronca que le llamaba por su nombre: –José Luis... José Luis–. Esta vez no esperó mucho ni reflexionó como cuando el caso de la muñeca, sino que se levantó y salió corriendo a contar lo sucedido. –Dijo mi nombre mamá, se lo juro, dijo mi nombre, era una voz hueca y ronca–.

La anciana de la casa los reunió a todos y con la sabiduría que caracteriza a las personas de la tercera edad les dijo: –Ya salvamos el alma de mi hija, de eso estoy segura así lo dice mi corazón de madre, José Luis ha sido buscado por otra alma en pena que necesita ayuda y se la vamos a dar, hoy mismo le rezaremos una novena a San Judas Tadeo por el descanso de ese hombre, quien quiera que sea, él necesita ayuda en el más allá–.

Esa noche los miembros de aquella familia que vivía en un barracón comenzó el novenario. Lo más extraño de esta historia es que días después llegó un hombre y al ver al muchacho en la hamaca le preguntó: –Aquí es donde rezaron un novenario por un difunto? –Así es –dijo José Luis–, –pues no me equivoqué, mi padre se me reveló en sueños y me ordenó que les trajera el dinero que está en el sobre, dice que les agradece haberlo sacado de penas–.

El hombre se marchó sin dar ninguna explicación. Enorme fue la sorpresa de aquella familia que recibió una fuerte suma de dinero sin saber jamás quién se los mandó.