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La 'Bestia' le cercenó sus sueños a joven hondureño

  • 31 marzo 2015 /

Si quieres ayudar a Alexis González puedes llamar al 97019028.

Omoa, Cortés.

Si aquel tren se hubiera ido rodeando veredas, no hubiése pasado por Salamanca, México, donde Alexis González sufrió el accidente en el que perdió su pierna derecha. Pero esto solo es un decir, parodeando la canción de José Alfredo Jiménez porque su destino ya estaba marcado desde que salió de su natal comunidad perdida en el municipio de Omoa, Cortés, al norte de Honduras.

A las cuatro de la mañana que doña Mercedes se levantó, como de costumbre, encontró vacía la cama de su hijo Alexis. Se dio cuenta que se había ido buscando el sueño americano al leer el papel que el muchacho le dejó con otro de sus nueve hijos.

Alexis abandonó aquella choza perdida en una serranía de la aldea Las Chicas del municipio de Omoa, con cien lempiras en la bolsa y una mochila cargada de sueños. Con su prima Indira (de 15 años, como él) planearon el viaje sin decirle a nadie para que no los fueran a detener.

Una llovizna intensa caía sobre la montaña aquel siete de febrero del año pasado, como presagiando que la tragedia truncaría sus anhelos en territorio mexicano pocos días después de haber partido.

Desde que salieron del territorio hondureño por la frontera de Corinto fueron repitiendo el calvario que viven los inmigrantes que huyen de la pobreza: hambre, sed y cansancio, pero, gracias a su juventud, no desfallecieron hasta que sucedió el accidente.

Foto: La Prensa

Las condiciones de pobreza de este pequeños son evidentes. Vive en esta humilde vivienda junto a su madre y nueve hermanos.

El relato

Alexis González está de nuevo en su casa, y aunque no lamenta haber perdido su pierna derecha en uno de los trenes de la muerte, se muestra deprimido por ratos. “Estoy tomando medicamentos para el dolor, si no los tomo, no aguanto al quererme levantar”, dice el joven.

Gracias a una prótesis que le dieron en un refugio para migrantes lesionados en Guanajuato, puede viajar en una bicicleta a recibir clases en un colegio de la comunidad. Sube y baja por caminos escabrosos bajándose por ratos de la bicicleta para transportarse al centro de estudios.

“En la mañana se me inflama el muñón”, lamenta, para destacar que aún no maneja muy bien su pierna artificial, por eso se tambalea a veces al caminar.

Le gusta dibujar, pero después de la tragedia solamente salen figuras tristes de sus lápices. Una tormenta como la que caía cuando salieron con su prima, y árboles sin hojas, reflejan su estado de ánimo en uno de los dibujos.

Algunos de los pasajes de la fatal travesía parece que se le han olvidado o no quiere recordarlos, pero no puede obviar el de la caída del tren que le cercenó su pierna, en la comunidad de Salamanca, en el estado de Guanajuato.

Ya habían abordado varios trenes con su prima, pero en este último no pudieron subir hasta el techo porque no tenía escaleras, así que se quedaron entre los vagones aferrados a un tubo, con otros seis migrantes.

La noche anterior, Alexis no había dormido ni una gota, tirado en una de las vías del tren, por eso en cuanto se pescó del fierro se sintió como anestesiado por el ruidoso temblar de los vagones.

Fue entonces que se durmió y cayó desplomado entre las ruedas de hierro. Su prima lo vio asombrada, pero qué podía hacer. Nada más esperar la próxima parada para bajarse y regresar a buscarlo, según dijo la muchacha que se unió al relato.

La Bestia continuó su marcha dejando al inmigrante hondureño tirado a la orilla de la vías, cercenado, pero consciente, pues la caída lo hizo despertarse.

En medio del dolor y la sangre estuvo allí hasta que llegó a auxiliarlo la Cruz Roja. Cuando su prima al fin lo encontró, ya estaba hospitalizado, luego ella se entregó a las autoridades de Migración que la deportaron a Honduras.

La madre descalza escucha el relato de los jóvenes mientras le da pecho a su último hijo de un año. “El papá está con otra mujer”, dice simulando indiferencia cuando le preguntamos por el progenitor de la criatura.

Para criar a sus nueve hijos, doña Mercedes se ha desempeñado en trabajos informales y en restaurantes de Omoa; pero la mayor parte de su vida pasa desempleada. La familia vive en una sola habitación en la casa de tablas y adobe con piso de tierra, donde sobresale un fogón apagado.

Esta triste realidad fue la que obligó al muchacho a emprender la aventura sin la bendición de su madre, quien ahora lo anima a que recobre su amor por la vida.

Foto: La Prensa

Alexis tuvo la fortuna de que la Cruz Roja mexicana le ayudará con la prótesis, pero necesita ayuda.