17/04/2024
03:02 PM

Calamidad escolar en El Merendón

San Pedro Sula, Honduras.

En la escuela Luces del Merendón de la c omunidad de Las Cruces en El Merendón, al norte de Honduras, los escolares reciben el pan del saber en las peores condiciones.

No solo trabajan con libros viejos, rotos y polvosos que les dieron hace más de 10 años, sino que también el techo y las paredes de su escuela, hecha de madera, está a punto de caerles encima. Ellos nunca pierden la sonrisa.

FOTOS: Así reciben clases en El Merendón


El único docente que hay en la comunidad hace esfuerzos sobrehumanos para poder ir hasta el recóndito lugar, donde muy pocos han llegado, y menos a ofrecerles ayuda.

Al igual que en esta aldea compuesta por unas 35 familias, otras 30 comunidades de sampedranos que habitan en sectores distantes de la montaña de El Merendón viven a diario las inclemencias del abandono y la precariedad. El transporte, la comunicación telefónica y el clima son obstáculos que condicionan el derecho universal de los menores que allí habitan: recibir educación de calidad.

LA PRENSA hizo un recorrido por las principales escuelas y centros básicos del pulmón de Honduras y corroboró que aunque hoy en día el apoyo comienza a llegar, todavía es insuficiente para mejorar la calidad de vida de sus familias y los futuros hombres y mujeres del país.

Foto: La Prensa

Alumnos de la escuela Luces del Merendón, en la zona norte de Honduras.

Infraestructura

Aunque no es un problema desconocido en los centros educativos de sectores urbanos de la ciudad, allá donde la naturaleza le alegra la vida a las personas, la situación es caótica. En la mayoría de sus escuelas sufren con el techado. Las ventanas en su mayoría están quebradas y en las temporadas de frío la salud de los niños resulta afectada.

“Los padres de familia juegan un papel fundamental para sacar adelante las escuelas de la comunidad, pero no todos pueden aportar y no se les obliga. Se trata de mejorar las infraestructuras; no obstante, solo los pobladores hacemos el esfuerzo. El Gobierno nos olvidó”, dice Roberto Rivera, poblador de Laguna de Tembladeras en el majestuoso bosque sampedrano.

La calidez de la gente en ese lugar hace pensar que cuentan con las condiciones idóneas para ser educados. Los menores de centros básicos como Lempira saludan con un “buenos días” al unísono cuando ven a alguna persona llegar y dicen “hasta luego” y “gracias” cuando se van.

Los maestros, que en mayoría ejercen la unidocencia y bidocencia, hacen grandes esfuerzos por los niños, especialmente los que no viven en el lugar. Reconocen que llevan más de tres años de recibir su pago a tiempo. Sin embargo, desean ofrecerles algo mejor a sus pupilos.

“Tenemos que llegar hasta la zona de La Primavera en el oeste de la ciudad para esperar que un buen sampedrano nos ayude a subir a la comunidad y podamos dar clases. Cuando llueve, la cosa es seria”, comenta Juan Rafael Villanueva, profesor de la comunidad de Las Virtudes.

Los docentes deben guardar con mucho cuidado los libros de matemáticas, español y ciencias naturales que tienen que ser utilizados por las próximas generaciones porque llevan años de no ser actualizados. “Algunos niños leen hojas que ya están viejas. El año pasado nos trajeron libros de matemáticas y español y esos los cuidamos como que fueran de oro porque no sabemos cuándo nos van a traer más libros”, dice Elder Rivas, otro maestro de Peñitas Abajo.

Los padres de familia y profesores descartaron que en esta zona se vaya a cerrar algún centro educativo pese a las condiciones con las que luchan. Contrario a eso, buscan por todos los medios remodelarlos. “Nos dedicamos al cultivo de verduras de todo tipo.

La mayoría de vegetales que los sampedranos consumen la cultivamos aquí en El Merendón. Sirve para recolectar fondos y reconstruir la escuela, pero se nos dificulta más porque debido a la distancia que hay los fletes cuestan hasta L9,000”, indica Marco García, asesor de los padres de familia en Las Cruces.

La Secretaría de Educación planea llegar a las comunidades de El Merendón junto con una fundación privada para donar mochilas y útiles en algunas comunidades del lugar.