27/04/2024
12:50 AM

Columna de opinión: Reinaldo Rueda quedó en deuda

La Selección Nacional de Honduras perdió 3-1 ante Costa Rica y se quedó sin opciones de jugar la Copa América 2024.

San Pedro Sula, Honduras.

Solo dos cosas que pasaron en Dallas, me sorprendieron. ¿La derrota? No. ¿El bajo nivel del equipo? Tampoco.

Pero primero, lo previsible: la emoción, la pasión y el amor por Honduras de 14,000 catrachos que colmaron el Toyota Stadium y lo dan todo por su país, de 14,000 héroes que viajaron miles de kilómetros para ver a su H, que desafían el frío y el calor por ver y amar a su sele, que gastan el dinero que no tienen y que dejan los pulmones por un equipo que no tiene alma ni fútbol, pero que es el suyo.

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La H no transmite nada, pero tiene los colores, el azul y blanco, y eso es suficiente para tener fe, para aferrarse a una esperanza, para amar sin ser amado. Una pena.

Ahora, ¿por qué perdimos? Uno espera que un equipo con Nájar, Jorge Álvarez, Edwin, Chirinos y Rivas genere fútbol, que distribuya bien el balón, que sea maduro y que sepa cuándo acelerar y cuándo hacer la pausa. Pero ojo, apenas son cinco de 11.

En el fútbol moderno todos marcan y todos saben con la pelota. Pero ese no es el caso de la H. Los centrales no dan salida, Decas no sabe desdoblarse, Deiby es puro vértigo e intensidad, pero solo eso, Rivas aporta muy poco y en ese mar confuso el 9 queda aislado, en este caso Bengtson, que a pesar del desorden se ganó la vida, primero habilitando precioso a Chirinos en el gol, luego desmarcándose en el área para soltar un derechazo que sacó

Keylor, saliendo a pivotear para asociarse con los medios y peleándole todas a los centrales ticos Cascante y Arboine.

Entonces, con un equipo sin fútbol, pero con un gol para recordar toda la vida, tocaba la heroica, la sobriedad y tranquilidad de tu portero, sus grandes atajadas, su presencia para darle seguridad, aplomo y contagiar a sus compañeros. Pero Rougier no tuvo su día y punto. Esa fue la primera desagradable sorpresa.

Así que con el 1-1 todo se complicó. Y no es que Costa Rica sea un gran equipo, ahí el único que pesa es Keylor, pero Alfaro preparó un bloque decente, le sacó renta a las debilidades de Honduras con la pelota y a su desorden para defender.

Y aquí vino la segunda sorpresa. Si Alfaro, hizo su chamba, Rueda no. Quedó a deber y no porque alineó a Rougier, esta decisión fue con mucho sentido común, lo ilógico hubiese sido que pusiera a otro portero. Lamentablemente, el escenario se devoró a Jhony, una lástima para él, porque se había ganado la oportunidad con trabajo limpio y grandes actuaciones.

Pero volvamos a Rueda. Es cierto, las bajas pesaron, pero con la convocatoria que hizo debió haber armado un mejor once, darle la camiseta a los que saben con el balón, a tratar de imponerse desde la posesión, no darle la responsabilidad a los que solo aportan músculo.

Y luego con el 1-2 no tuvo un plan B, porque él mismo desechó a tipos que se habían ganado la convocatoria y que pudieron ayudarle adelante a cambiar la historia como Jhow Benavidez, Chino López y Alexy Vega, por mucho el mejor jugador del torneo doméstico.

Y para rematar, el desatino, el extraño exabrupto de Rueda en el postjuego, al explicar su decisión de incluir a Rougier en el 11 como una apuesta que le salió podrida.

En resumen, esa fue la historia de Dallas. Nos ganó un equipo que no tenía mucho y no hizo mucho. Pero Rougier jugó como novato, Rueda quedó a deber y los de blanco, como casi siempre, terminaron cabizbajos y, espero yo, dolidos por no estar a la altura de esos miles de hondureños que aman sin condiciones a un equipo que no les devuelve nada.