En las montañas, cubiertas por bosque tropical, se encuentra el Santuario Histórico de Machu Picchu.
Viajeros de todo el mundo (China, España, Alemania o Francia) caminan por los senderos.
Los madrugadores arriban a las seis de la mañana y el flujo de personas continúa constante hasta las cinco de la tarde, cuando cierra el sitio.
Para garantizar el acceso en la fecha deseada, lo más conveniente es adquirir el boleto con anticipación vía Internet (www.machupicchu.gob.pe).
Quienes no lo compran por esa vía, deben hacerlo en efectivo en el Centro Cultural de Aguas Calientes, ubicado a unas cuatro horas de recorrido desde Cusco.
Pueblo
Aguas Calientes, el poblado más cercano a la ciudadela, cuyo nombre refiere a las aguas termales de la zona, es pequeño: además de la Municipalidad, tiene una iglesia, algunos restaurantes y cerca de 700 hoteles y hostales. En el camino, entre la estación de tren y el lugar donde se abordan los autobuses que suben hasta el santuario, hay un mercado de artesanías coloreado de blanco, rojo, azul, amarillo y anaranjado por textiles, playeras de la selección de fútbol peruana y tiernas alpacas de peluche.
Histórica
Machu Picchu fue edificada por el inca Pachacútec durante la época del Imperio Tahuantinsuyo o incaico, que en aquel entonces abarcaba gran parte de Sudamérica.
Tras la conquista de los españoles, fue abandonada en el siglo XVI y luego redescubierta por el explorador estadounidense Hiram Bingham III, quien llegó por azar en 1911, cuando en realidad buscaba la ciudad de Vilcabamba.
Los turistas que visitan este lugar pueden observar las terrazas usadas para sembrar y algunas llamas tendidas al sol. También se admira el laberinto de viviendas que fueron habitadas por gente de la élite: sabios astrónomos, sacerdotes, sacerdotisas, maestros y jóvenes.