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Casa en San Pedro Sula sobrevive al rigor de cien años

  • 22 marzo 2019 /

Su actual huésped es un barbero que conserva antiguos enseres para estar acorde con el inmueble.

    San Pedro Sula, Honduras.

    En la esquina de la 6 calle y la 7 avenida del barrio Guamilito, una casita de madera y techo de zinc antiguo ha visto pasar el tiempo desde principios del siglo XX.

    Es gemela de otra vivienda que está a la par, pero esta se encuentra en ruinas, por lo tanto está deshabitada, dijo Miguel Michel Rivera, el actual inquilino de la casa centenaria.

    Aunque hay otras casas construidas al estilo del siglo anterior, Rivera cree que esta es la más vieja de la ciudad, por ella han pasado los años como también inquilinos dedicados a diferentes actividades.

    El primero fue un pulpero que instaló el negocio en aquellos tiempos en que no había otra manteca más que la de cerdo, que se vendía por libras. También se vendían rajas de ocote que servían para encender las hornillas y alumbrar las viviendas, solo para mencionar algunos de los “productos” que han desaparecido de las pulperías.

    Durante más de sesenta años también funcionó allí un popular estanco que administraba una mujer alta, siempre con un cigarrillo en la boca, conocida como la Profesora. Su asistente era un hombre delgado, a quien los parroquianos llamaban Bocaguada. Ambos ya fallecieron, dijo Rivera.

    Rivera con sus viejas sillas en el interior de la vivienda.
    Después de algún tiempo de estar desocupada llegó Rivera, pintó la casa e instaló allí la nueva Barbería Michel.

    Le hizo algunas modificaciones, sin alterar su estructura original. Solo sustituyó el piso de madera por uno de cerámica que hace contraste con el viejo cielo raso hecho de madera machihembrada. Las paredes de madera de color están intactas, lo mismo que el zinc del techo.

    “Es difícil que a esta madera le entre un clavo”, aseguró.

    Para que la barbería estuviera acorde con la vieja casa, Rivera instaló sillas giratorias antiguas de pura losa para pelar a sus clientes. Entre los viejos enseres figura un caballito para la clientela infantil, que sube y baja mediante un pedal que acciona un mecanismo hidráulico.

    Los enseres, fabricados por la Takama Company, son piezas dignas de un museo.

    El caballito lo había visto Rivera en una barbería del centro de San Pedro Sula cuando él era un niño que vendía periódicos en las calles. Dio la casualidad que cuando se hizo barbero, el dueño del caballito lo puso a la disposición para que lo comprara alguien que lo apreciara porque se trataba de una reliquia: Rivera fue el elegido.