VIDEO: “Pagaba o hacían masacre y me mataban hasta el perro”

Hondureña tenía el emprendimiento soñado, pero la comenzaron a amenazar y pagó miles de lempiras. No pudo seguir haciéndolo y al final tuvo que cerrar el negocio.

Foto: La Prensa

Una mujer se vio obligada a cerrar su negocio luego de ser extorsionada.

mié 30 de noviembre de 2022

9 min. de lectura

Tegucigalpa, Honduras.

Mónica, como se le llamará de aquí en adelante para proteger su integridad, recordó con dolor cuando su vida y la de su familia cambió por completo hace unos meses tras recibir las primeras llamadas de miembros de una pandilla, que comenzarían a atormentarla con exigencias de más de 8,000 lempiras semanales. Antes de eso, según comentó, tenían una vida normal como todos: salían sin miedo y trabajaban duro para subsistir.

Mónica rememoró que su sueño siempre fue tener un negocio de comidas. Cinco años después, en 2021, lo instaló formalmente, era un sitio acogedor para departir entre amigos y familia, relató la mujer a LA PRENSA Premium.

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Decidieron abrir una página en Facebook del negocio, colocaron toda la información pertinente como teléfonos, dirección, menús y servicios varios, pero sin imaginarse que los criminales sacaban todos esos datos a su favor...

Pesadilla

Sospechosamente, hace varias semanas empezó a recibir llamadas telefónicas para pedir comida y luego cancelaban. Una tarde, mientras la familia bebía café en el garaje, alguien desde afuera lanzó un celular a la casa. A los cinco minutos ese teléfono comenzó a timbrar, pero nadie contestó por miedo, lo tomaron con un guante en la mano y lo metieron a una bolsa.

El siguiente día tocaba abrir el negocio como de costumbre, en horas de la noche, y mientras todos disfrutaban de rica comida, tragos y buena música, dos hombres jóvenes que nunca habían visitado el local, llegaron y preguntaron a una mesera por los dueños. Mónica los atendió y estos le mencionaron el nombre que ella tenía precisamente en sus redes sociales, luego le pidieron que se sentara. Preguntaron molestos por qué no había contestado el celular, y aquella sonrisa apacible que mostraron a su entrada al local comenzó a cambiar de repente, relató Mónica al equipo de LA PRENSA Premium.

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“Lo primero que pensé es: ‘¡Son mareros y nos van a matar!’”, recordó con voz entrecortada. “Somos de la mara... no te hagás la pende.. tenés que colaborar”, le advirtieron aquellos desconocidos, quienes exigían más 8,000 lempiras semanales. También le mencionaron datos importantes, como la placa y revisión de su vehículo, a qué se dedicaba y el cálculo de sus ingresos.

" “Al pasar por una situación así es difícil hallar las palabras correctas para los demás porque no se hallan ni para uno mismo, pero hay que buscar de Dios y preguntarnos cómo está nuestra relación” "

Mónica comenzó a temblar y respondió que no podía pagar un cifra tan alta por tener deudas y compromisos por suplir, por lo que la única salida era cerrar el negocio y que ese sería el último día de operaciones. Ellos le aseguraron que la observarían y que de regresar ya no sería de visita, sino que para “cometer una masacre, que me violarían y me matarían hasta el perro”, confesó la mujer mientras sudor cubría su frente y palpitaba terror frente al equipo periodístico.

Pagos

Salieron a pie del negocio y afuera del portón de seguridad de la colonia los esperaba un automóvil. No les quedó otro camino que pagar la suma exigida a través de una billetera electrónica y se vio obligada a operar a medias por varios días.

Semanas después, la contactaron a través del número de su hijo, quien tenía los datos públicos en Facebook. Los pandilleros la siguieron y miraron que trabajaba a medias,entonces, le exigieron más dinero, por lo que tuvo que acceder a otro pago. “Me preguntaron que si jugaba con ellos, porque aún vendía. En ese instante paré el carro, lloré, miré a todos lados y no hallaba qué hacer,; tuve que cerrar”, enfatizó.

Aunque parezca paranoia, Mónica mencionó que ha tomado medidas de seguridad extremas, como el bloqueo y cambio de números, puso múltiples candados en su casa y vigila los ruidos que escucha cada noche. “A veces me pregunto por qué yo, solo soy una persona luchadora, ya no confío en nadie y no soy la misma e intenté sacar la visa de EE.UU. porque me siento insegura aquí, pero me la negaron en la Embajada. El dinero que nos ganamos es bendecido porque es honesto y hasta le damos empleo a otras personas, no le robamos a nadie”, concluyó con tono reflexivo.

Cada vez que sale de su casa es con miedo, se encomienda a Dios, no duerme por las noches y sus nervios permanecen alterados. Aunque hace más de tres semanas no escriben a ella ni a su familia por extorsión, asegura que aún se siente observada.